sábado, 2 de febrero de 2019

En la primera trinchera del combate

La invasión militar a Venezuela se podría transformar en la primera batalla de una nueva ruta a Ayacucho.  Si la solidaridad y el apoyo al pueblo de Venezuela en resistencia también sirve para que las diferentes organizaciones de los pueblos hermanos superen el enfrentamiento fratricida y busquen caminos de unidad en contra del enemigo común, la nueva etapa de luchas será indudablemente una nueva etapa de victorias.  

Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela

El mundo asiste con verdadero terror a un resurgimiento de las formas más retrógradas del totalitarismo y la negación del pueblo como protagonista de las decisiones políticas; a semejanza del período iniciado en 1933 cuando Adolfo Hitler tomó el poder en Alemania, esta nueva etapa está caracterizada por un rechazo a la democracia, la persecución de las minorías, el linchamiento social, la segregación, el militarismo, el racismo y la exaltación de la violencia como forma fundamental de hacer política.

La diferencia es que, en el siglo pasado, el interés capitalista en destruir a la Unión Soviética le dio vía libre a Hitler para realizar sus desmanes siempre que se dirigiera hacia el este y Estados Unidos solo actuó tras permitir que Japón destruyera parte de su flota en el Pacífico, a fin de tener los argumentos para contrarrestar tal acción, limitándose a operar en ese océano, para intervenir en Europa cuando la derrota nazi estaba casi consumada.

Al contrario, hoy Estados Unidos es el actor principal de las acciones violentas, es el promotor de la anti democracia, la guerra, el militarismo y actúa desembozadamente sin importarle si tiene causas (que son reales), ni siquiera si tiene motivos (que son falsos) para poner al mundo en un estado de tensión generalizado.

No creo que el planeta haya vivido momentos tan peligrosos como ahora desde el lanzamiento por Estados Unidos de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945. En América Latina ni siquiera los desmanes de las dictaduras de seguridad nacional impuestas por Estados Unidos en los años 60 y 70 del siglo pasado pueden compararse con las aberraciones políticas y jurídicas y la violación de los derechos humanos que se cometen ahora. Precisamente en ese aspecto, radica la diferencia, hoy todo se hace de manera abierta y artera, sin que haya las protecciones que en el pasado proporcionaba el mundo bipolar y la existencia de potencias antagónicas que constituían un sistema que paradójicamente mantuvo el equilibrio.

La superación de ese sistema coincidió en América Latina con el fin de la larga noche neoliberal y el ocaso de las tenebrosas dictaduras de derecha que bajo protección estadounidense diezmaron al movimiento popular, sin embargo, el siglo XXI trajo una nueva dimensión para la región: una democracia que permitió que llegaran al gobierno fuerzas políticas que ponían en el centro los intereses nacionales y los de los sectores desplazados y marginados de la población. En este momento, todo eso es parte del pasado, como se dijo antes, hoy se enseñorean las más brutales manifestaciones de la prepotencia imperial, la soberbia empresarial y el delito político transnacional.

Contrario a lo que pretenden hacernos creer, esto no es expresión de fortaleza, ni del triunfo de sus ideas, tampoco de la constatación de que “el mundo es así” y no puede ser cambiado. Me niego a creer que los pueblos pueden ser eternamente engañados y que la democracia mediática representativa será capaz de establecer para siempre la mentira, la especulación y la estafa como instrumentos de la política para mantener a los pueblos bajo control.

Lo que vivimos no es testimonio de vigor, es exhibición de debilidad, es la muestra más clara de que el capitalismo y  su expresión política: la democracia representativa, en su forma moderna, que es aquella en la que la soberanía no emerge del pueblo sino de los medios de comunicación, están en franca crisis de la que no pueden salir por vía de la razón, por lo que se ven obligados a recurrir a la fuerza para intentar salvar un sistema que se desmorona.

No estoy diciendo que el fin del capitalismo y de la democracia mediática representativa están a la “vuelta de la esquina”, mis estudios en China me han permitido aprender que los procesos políticos y sociales y sobre todo los de transformación de la sociedad, son de largo plazo. Lo que estoy afirmando con total convicción es que ese proceso ya se inició y que, aunque en su transcurrir, todavía se llevará a miles y millones de personas en todas las latitudes y longitudes del planeta, es un proceso inevitable.   Los pueblos que se propongan y tomen la decisión de marchar por un camino distinto serán atacados y avasallados.  Así ha sido en el pasado reciente, los 150 mil muertos en Afganistán desde 2001, los 1.100.000 en Irak desde 2003, los 500 mil en Siria desde 2011, y los 10 mil de Yemen desde 2015, por solo mencionar las peores atrocidades imperiales de Estados Unidos y Europa en los últimos casi 30 años lo pueden atestiguar, estos seres humanos solo son considerados un número necesario que debe ser sacrificado para conservar el predominio del capitalismo, frente a la emergencia del socialismo en China y otros países.

La posibilidad cierta de que China, un país conducida por el Partido Comunista llegue a ser primera potencia mundial, no deja dormir a los líderes occidentales, a la OTAN, a la putrefacta Europa y sobre todo a Estados Unidos, quienes recurren a todo para salvarse.

El capitalismo superó su etapa de expansión basada en una acumulación generada por altos niveles de producción para transitar a procesos de acumulación sustentados en la especulación y la usura, lo cual ha llegado a un tope que augura su declive, para sostenerse y mantener su modo de vida deben saquear los recursos naturales y destruir el planeta, por eso niegan la existencia del cambio climático y el calentamiento global, así mismo recurren a la guerra con el doble propósito de obtener por la fuerza lo que no pueden conseguir por el convencimiento fuera de sus fronteras y, al mismo tiempo hacen crecer de manera artificial su economía, cuyos principales pilares son la venta de armas, el negocio energético y el narcotráfico, para ello han creado una clase que ya no es de empresarios, sino de delincuentes: son lo que sostienen la economía y ponen los gobiernos que siguen sus dictados. En América Latina es más que patente; una buena cantidad de delincuentes ostentan hoy el cargo de presidentes en varios países, lo cual ya es habitual. Ya nadie se sorprende que así sea en el modelo mediático representativo en el que los medios de comunicación son los que colocan a los candidatos en la cabeza de los ciudadanos y tras enrevesados mecanismos de dominación y control, ampliamente demostrados en la abundante literatura existente, hacen que sean elegidos a través de comicios fraudulentos en las que cada vez menos ciudadanos creen.

Pero, incluso en las guerras no les esta yendo bien: en Afganistán después de permanecer 17 años, en los que su único logro ha sido aumentar la producción de heroína que genera el 80% del opio que se obtiene en el mundo, Estados Unidos se ha visto obligado a negociar con los talibanes su salida del país. Lo curioso es que los talibanes, aliados de al Qaeda, son considerados como terroristas por Estados Unidos. En Irak tuvieron que aceptar su derrota y aunque se mantienen en el país, no pudieron impedir que se estableciera un gobierno de mayoría chií aliado de Irán. En Siria, derrotados y sin poder obtener nada a cambio, junto a Israel, se aliaron con las organizaciones terroristas, para tratar de salvarlas, cuando la victoria del gobierno sirio es inminente y el presidente al-Ásad se mantiene en el poder. Así mismo, un pequeño país como la República Popular Democrática de Corea, obligó a Estados Unidos a sentarse a negociar a pesar de su prepotencia y fanfarronería.

En África y Asia (tanto en el Medio Oriente y Asia central como en la región Asia-Pacífico) e incluso en la decadente Europa, China ha ido ganando espacio aceleradamente tras el avance de su proyecto estratégico de la Ruta y el Cinturón de la Seda que ha significado importantes mejoras en los países involucrados en este propósito. Estados Unidos, a cambio solo promete, intervención, guerra y conflicto y los pueblos indeteniblemente se alejan de su influjo que solo se mantiene áun por la sujeción de élites parásitas, entreguistas y subordinadas al poder imperial.

En la guerra tecnológica (verdadero trasfondo de la guerra comercial), China ha comenzado a superar a su rival norteamericano, la llegada primero de China a la tecnología 5G, la dota de una superioridad que Estados Unidos no podrá retomar colocándose en una situación de debilidad estratégica a la que -apegados a sus tradiciones- han intentado reaccionar con la fuerza sin que esta haya hecho mella en la también tradicional paciencia china. Hoy incluso, Estados Unidos no tiene ni siquiera capacidad para poner sus naves en el espacio y debe recurrir a Rusia para ello.

En este contexto, a Estados Unidos solo le queda su “patio trasero” y lo quiere sujetar a cualquier precio, en América Latina la potencia imperial se verá obligada a librar batallas importantes, la historia ha colocado a los pueblos de América Latina y el Caribe en la primera trinchera de lucha en defensa de la humanidad y hoy es Venezuela quien está asumiendo esa responsabilidad, pero no está sola, los pueblos de la región están con Venezuela.

Ni siquiera en la OEA, Estados Unidos pudo ejecutar sus designios a tal punto que se vio obligado a desecharla para crear otra entelequia llamada Grupo de Lima, en la que pueden aplicarse sus designios sin cortapisas, pero esta asociación que representa lo peor de las sociedades latinoamericanas, lo más asqueante y putrefacto de sus élites y que hoy, configuran parte importante de la fauna presidencial de la región, deben saber que por más lambisconería, subordinación y arrodillamiento a Estados Unidos, representan solo una pequeña parte de la humanidad que se opone a plegarse a los dictados imperiales.  Esto no será eterno, más temprano que tarde, los pueblos se los sacudirán para ir configurando nuevamente una correlación de fuerzas a favor de la democracia y la paz.

El extraordinario apego al derecho internacional de México, la alianza que ha hecho con Uruguay y con los países del Caricom configuran la otra cara del Grupo de Lima, la de la América Latina y caribeña profunda que desea retomar la senda de los libertadores, la senda de la independencia y la de la libre autodeterminación.

La solidaridad con Venezuela ya está generando inéditas alianzas de fuerzas populares, democráticas y apegadas a la paz que se encontraban distanciadas en el pasado reciente. Estas fuerzas y organizaciones políticas y sociales en Argentina, en Uruguay y en Chile, por ejemplo, también se han puesto en la primera trinchera para enfrentar al imperialismo. La invasión militar a Venezuela se podría transformar en la primera batalla de una nueva ruta a Ayacucho.  Si la solidaridad y el apoyo al pueblo de Venezuela en resistencia también sirve para que las diferentes organizaciones de los pueblos hermanos superen el enfrentamiento fratricida y busquen caminos de unidad en contra del enemigo común, la nueva etapa de luchas será indudablemente una nueva etapa de victorias.   

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