sábado, 16 de febrero de 2019

Costa Rica: Los primeros meses de Carlos Alvarado

Nunca como en este gobierno los sectores neoliberales se han  mostrado aglutinados de manera tan estructurada como ahora que, según el FMI, se avecina una crisis económica similar a la de 2008.

Arnoldo Mora Rodríguez / Para Con Nuestra América

Con el inicio de un nuevo año solemos en nuestra vida privada y familiar hacer un balance de lo que ha sido el año que termina y formular promesas, tendientes a mejorar nuestra conducta y de promover todo aquello que  sea favorable a  la realización de nuestros sueños.  Esto mismo solemos hacer en referencia al gobierno nacional, sobre todo cuando apenas inició sus funciones  a partir el 8 de Mayo recién pasado. Sin embargo, no sería juicioso hablar de lo que será  en el resto del cuatrienio, ya que en el panorama de la  política actual, tanto local como internacional,  todo cambia con una velocidad supersónica que convierte en efímero cuanto sucede en el presente.

Comencemos por reconocer que este ha sido un año atípico en el ámbito político, pues lo tradicional ha sido que durante el primer año de una administración se aprovecha la “luna de miel” que el pueblo concede al nuevo equipo gobernante para acomodar las piezas fundamentales del engranaje  del  nuevo gobierno, a fin de garantizarse de que sus  prioridades políticas sean el eje conductor de su acción como gobernantes; aunque se presumía que esto no sucedería en este caso, dado que era el mismo partido - el PAC- el que había ganado, por lo que se esperaba que hubiera una cierta continuidad. Pero esto no sucedió. Ya el candidato del partido oficial, Carlos Alvaro,  durante la campaña había dado muestras de distanciamiento frente al presidente Luis Guillermo Solís, a pesar de haber pertenecido a su gabinete. 

Por el contrario, Alvarado buscó el apoyo del fundador del partido, Ottón Solís, quien, desde su curul de diputado, elegido a propuesta  del propio Luis Guillermo Solís, se había convertido en implacable crítico del primer gobierno del  partido que él había fundado.  Aduciendo que Carlos Alvarado sí era un auténtico representante de los ideales  y principios que lo habían inspirado para fundar el PAC, Ottón trabajó intensamente durante la campaña en que Carlos Alvarado logró la presidencia por amplia mayoría, si bien con una significativa reducción de votos para diputados; lo cual lo convertía en un gobierno de una minoría aún más frágil que el anterior. Esto se debe a la dinámica de las dos campañas electorales que se escenifican en la vida política nacional. En la del primer domingo de Febrero el pueblo vota en función de sus gustos partidarios para escoger a los diputados que compondrán la Asamblea Legislativa. 

En las segundas elecciones, los ciudadanos eligen a los representantes del Poder Ejecutivo,  no escogiendo a los que considera mejores, sino a los menos malos entre las dos propuestas; lo cual hace que la mayoría elige a un presidente  que no es el candidato escogido por su partido; lo que, en buena medida, explica que a los pocos meses de las elecciones,  el nuevo presidente sufra una estrepitosa caída en su popularidad. Lo cual se agrava si, como en este caso,  se le haya dicho al electorado que la primera medida que adoptaría para paliar la crisis fiscal fuera imponer nuevas cargas impositivas, pero sin dar mayores detalles; lo cual representa una verdad a medias. Todo lo cual explica que  este gobierno no tuviera su tradicional luna de miel; todo lo contrario, las protestas sociales se multiplicaron a lo largo y ancho de la geografía nacional, que condujeron a la huelga  encabezada por los gremios que aglutinan al sector público, especialmente del sector docente. Esa “huelga”, que más bien debe ser considerada como una amplia protesta social que va más allá de lo meramente reivindicativo y gremial, es la más larga de las últimas décadas. Por lo que no nos debe extrañar que actualmente el presidente Alvarado es el jefe de Estado peor calificado en el poco tiempo que lleva de ser inquilino de Zapote.

 Ya desde la segunda parte de la campaña, Alvarado se alía con sectores dirigentes del Partido Socialcristiano, uno de los partidos que conformaban el anacrónico bipartidismo y tradicionalmente representante de los sectores más conservadores; por lo que fue habitual que fuese acompañado por su candidato, Rodolfo Piza. Carlos Alvarado se promovió como el candidato no tanto de un partido, el oficial, como lo hizo durante la primera etapa de la campaña, sino como la expresión de una alianza  conformada por diversos partidos  para enfrentar exitosamente  a un sorpresivo candidato, cuyo partido representaba una peligrosa tendencia al fundamentalismo religioso, a contrapelo de  los principios  prohijados por el liberalismo político que rigen la institucionalidad republicana costarricense desde finales del siglo XIX. Una vez incida la labor de la actual Asamblea Legislativa, esta alianza se extendió al Partido Liberación, cuya bancada es la más grande; como se mostró en el hecho de que Liberación propusiera al PAC para encabezar el directorio de la Asamblea Legislativa;  esto nos permite afirmar que hoy gobierna  al país una troika o una alianza estratégica tripartita, cuando de asuntos socio-económicos se trata. 

Esta abigarrada representación de tan diversas y antagónicas tendencias ideológicas y políticas en la cúpula gobernante,  para cualquier observador agudo, debe ser considerada como una auténtica novedad en nuestra manera habitual de hacer política. Por lo cual no nos ha de extrañar que, en la práctica, ha demostrado que está lejos de hacerse en armonía, como lo acabamos de ver en la reorganización del gabinete, que tradicionalmente hace el Presidente a finales de año.

Dicha reorganización demostró, si todavía hacía falta, que Rodolfo Piza es hoy mucho más que un Ministro de la Presidencia, como formalmente lo es; el líder y derrotado candidato del PUSC es un poderoso primer ministro, es la eminencia gris o poder detrás del trono de un gobierno formalmente dirigido por un joven presidente, cuyo ejercicio del poder con frecuencia parece ser más decorativo y  simbólico que  efectivo y real;  incluso se tiene la impresión de que Carlos Alvarado sigue en campaña. La caída  en desgracia de la Canciller, Epsy Campbel, figura emblemática del PAC y muy cercana a su fundador, hoy un tanto alejado del gobierno, demuestra hasta qué punto Rodolfo Piza detenta el poder real, ya que no le fue difícil sustituirla por un viejo amigo de su familia; pues el nuevo canciller  fue un protegido del padre del actual ministro de la presidencia durante el tiempo que ambos estuvieron en la Corte Interamericana de Derechos Humanos. En las pocas ocasiones en que el PUSC y el PAC en la Asamblea Legislativa han chocado por razones ideológicas, ha sido el partido de Piza el que ha ganado, como cuando de nombrar Defensor(a) de los Habitante se trataba: la Sra. Crespo, candidata del partido de Piza y de ideas conservadoras,  se impuso a pesar de la férrea oposición del partido del Presidente Alvarado. 

Nunca como en este gobierno los sectores neoliberales se han  mostrado aglutinados de manera tan estructurada como ahora que, según el FMI, se avecina una crisis económica similar a la de 2008. Todo el esfuerzo del gobierno y de estas fuerzas, luego de lograr aprobar, gracias a un fallo, dudosamente legal, de la Sala IV, el paquete tributario, a pesar del masivo rechazo popular (87% de la los ciudadanos estaban en contra), ahora se dirigen a promover la reforma del reglamento de la Asamblea Legislativa, a fin de  hacer aprobar prontamente y con pocas críticas por parte de los diputados,  las reformas que permitan al país incorporarse a la OCDE. El ingreso a la OCDE parece ser el único programa de gobierno de la actual administración…

Mientras tanto, el desempleo llega a niveles nunca antes alcanzado y sigue creciendo, especialmente entre los jóvenes, la desigualdad social y económica se agranda, la pobreza ha crecido, lo mismo que la economía informal; todo lo cual es la causa principal de que la violencia  siga ensangrentado un día sí y otro también las calles, los barrios e, incluso, la intimidad de los hogares sin que se note una disminución significativa de este flagelo, que pone al país en un estado de guerra no declarada pero no por eso menos real. ¿Hasta dónde llegará la crisis generalizada de nuestra amada  Costa Rica? 

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