El
neoliberalismo radical que está imperando en América Latina y ahora de forma
cruel en Brasil es la concreción de la colonialidad.
El poder mundial, sea de los Estados hegemónicos sea de las grandes
corporaciones, quiere reconducir a toda la América Latina, en este caso a
Brasil, a la situación de colonia. Es la recolonización como proyecto de la
nueva geopolítica mundial.
Leonardo Boff / Servicios Koinonia
La
colonización y especialmente la esclavitud no son solamente etapas pasadas de
la historia. Sus consecuencias (Wirkungsgeschichte) perduran hasta el
día de hoy. La prueba clara es la dominación y la marginación de las
poblaciones un día colonizadas y esclavizadas, basadas en la dialéctica de la
superioridad-inferioridad, en las discriminaciones por causa del color de la
piel, en el desprecio y hasta el odio al pobre, considerado perezoso y un cero
económico.
No basta la
descolonización política. La recolonización resurge en forma de capitalismo
económico, liderado por capitalistas neoliberales nacionales, articulados con
los transnacionales. La lógica que rige las prácticas de la recolonización
consiste en sacar el máximo provecho del extractivismo de los bienes y
servicios naturales y en la explotación de la fuerza de trabajo mal pagada y,
cuando es posible, como está ocurriendo escandalosamente en Brasil, en la
reducción de los derechos individuales y sociales.
Los
primeros que vieron claramente la recolonización fueron Frantz Fanon de Argelia
y Aimé Césaire de Haití, ambos comprometidos con la liberación de sus pueblos.
Propusieron un valiente proceso de descolonización para liberar la “historia
que fue robada” por los dominadores y que ahora puede ser recontada y
reconstruida por el propio pueblo.
Se trataba
sin embargo de una dura lucha contra los que quieren prolongar la nueva forma
de colonización y de esclavitud, creando obstáculos de todo tipo a los que
buscan hacer una historia soberana de sus valores culturales y de sus
identidades étnicas.
Césaire
acuñó la palabra negritud para expresar dos dimensiones: la continuada
opresión contra los negros y una resistencia persistente y una lucha obstinada
contra todo tipo de discriminación. Negritud es la palabra-fuerza que
inspira la lucha por el rescate de la identidad propia y el derecho de las
diferencias. Césaire criticó duramente la civilización europea por su vil
codicia de invadir, ocupar y robar las riquezas de los otros, espiritualmente
indefendible por haber difundido la discriminación y el odio racial,
embruteciendo y degradando a los pueblos colonizados y esclavizados
inculcándoles la impresión de que no son gente y no poseen dignidad.
Paralelamente
al concepto de negritud se creó el de colonialidad por el
científico social peruano Aníbal Quijano (1992). Con él se quiere expresar los
patrones que los países centrales y el propio capitalismo globalizado imponen a
los países periféricos: el mismo tipo de relación predatoria de la naturaleza,
las formas de acumulación y de consumo, los estilos de vida y los mismos
imaginarios producidos por la máquina mediática y por el cine. De esta forma
continúa la lógica del encubrimiento del otro, el robo de su historia y la
destrucción de las bases para la creación de un proceso nacional soberano. El
Norte global está imponiendo la colonialidad en todos los países,
obligándolos a alinearse con las lógicas del imperio.
El
neoliberalismo radical que está imperando en América Latina y ahora de forma
cruel en Brasil es la concreción de la colonialidad. El poder mundial,
sea de los Estados hegemónicos sea de las grandes corporaciones, quiere
reconducir a toda la América Latina, en este caso a Brasil, a la situación de
colonia. Es la recolonización como proyecto de la nueva geopolítica mundial.
El golpe
dado en Brasil en 2016 se sitúa exactamente en este contexto: se trata de
solapar un camino autónomo, entregar la riqueza social y natural, acumulada
durante generaciones, a las grandes corporaciones. Se hace mediante las
privatizaciones de nuestros mayores bienes: el pré-sal, las hidroeléctricas,
eventualmente los Correos, el BNDS y el Banco de Brasil. Se frena el proceso de
industrialización para que dependamos de las tecnologías venidas de fuera. La
función que nos es impuesta es la de ser grandes exportadores de commodities,
que los países centrales no tienen para su consumo perdulario.
Nombres
notables de la economía articulada con la ecología como Ladislau Dowbor y Jeffrey
Sachs, entre otros, nos alertan de que el «sistema-Tierra» ha llegado a su
límite (la Sobrecarga de la Tierra) y no soporta un proyecto con tal nivel de
agresión social y ecológica.
Ahora ese
modelo, para nuestra desgracia, es asumido por el actual gobierno corrupto y
totalmente despegado del pueblo, de un neoliberalismo radical que implica el
desmantelamiento de la nación. De ahí el deber cívico y patriótico de derrotar
a estas élites del atraso, anti-pueblo y anti-nacionales, que asumieron esta aventura,
que podría no ser soportable por el pueblo. Todo tiene límites. Ha de surgir
una conciencia patriótica en forma de un generalizado rechazo social. Una vez
sobrepasados esos límites, difícilmente evitaríamos lo innombrable.
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