En la madrugada del
domingo 26 de noviembre de 2017 murió Mario René Matute García Salas. Conocido
ampliamente por su sobrenombre debido a
su ceguera, el Choco Matute deja una estela profunda con su vida ejemplar.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
Mario René Matute |
La noticia me
sorprendió mientras asistía a la reunión
del Consejo Nacional de Morena en la ciudad de México. Escuchando a Andrés
Manuel López Obrador pensé cuanto le
debía mi militancia actual en un partido que probablemente gobernará a México
el año entrante, a la militancia que tuve
junto al Choco en las filas del Partido Guatemalteco del Trabajo. Como
ha sucedido con otras figuras revolucionarias de Guatemala, heredé de mi padre
la amistad con Mario René y luego la cultivamos en las diversas actividades que
realizamos en el seno del PGT. Compartí la admiración de muchísimas personas por el Choco. Fue un
hombre que, ciego desde los cuatro años de edad, nunca se sintió discapacitado
y por ello realizó su vida como si no fuera invidente. Militante
clandestino, dirigente estudiantil,
activista social por los derechos de los invidentes, académico en la Universidad
de San Carlos, exiliado político, novelista y poeta, todo eso fue Mario René
Matute García Salas.
Recuerdo muy bien la
impresión que me ocasionó leer su libro “El problema psicosocial de la
ceguera”. Mario René postulaba en el
mismo que era necesario ver a los invidentes como iguales y no incurrir en un
paternalismo que en el fondo miraba desde arriba a los invidentes. Me
impresionó también saber cómo él y otros ciegos, se habían organizado para
defender sus derechos en la Guatemala de los años cincuenta y sesenta del siglo
XX. Años después, cuando activamos juntos en las filas de la organización de
académicos de la USAC “Vanguardia Universitaria”, me relató cómo en realidad todo ese activismo
social correspondía a sus labores de militante comunista y cómo había logrado
reclutar a varios invidentes para las filas del partido y había logrado
conformar una célula. Recuerdo infantil de mi primera infancia -cuando llegaba
a mi casa con otros dirigentes estudiantiles de la Asociación Pro Retorno al
Humanismo (APRAH)-, tengo también presente
cuando nos juntamos en San José, Costa Rica, en abril de 1980 en el inicio de
un destierro que duró muchos años. Ambos habíamos logrado burlar a la muerte y
cobijados en la entonces tranquila y provinciana San José empezamos a imaginar
nuestro destino siguiente.
El Choco Matute fue
además un escritor de gran mérito. En la rama del cuento escribió entre otros
libros “Cuentos de Carreta”, en la de poesía “Ciudad Ausente” y “Sueños
Cóncavos” y finalmente en la novela con “Palos de Ciego”, título con el cual
evidenció una vez más el humor con que siempre afrontó el carecer de vista. Ese
humor que lo hizo ser parte activa de las actividades de la Huelga de Dolores,
esa fiesta bufa en la cual los estudiantes de la USAC han expresado mediante la
sátira su rebeldía al gobierno de turno.
Querido Choco, tu
memoria estará siempre en mi corazón.
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