Para la organización de las elecciones
presidenciales, tanto el Gobierno como la
oposición han puesto condiciones, ya que cada sector argumenta que hay
elementos que afectan su desempeño y las posibilidades de ganar en esos
comicios.
Leopoldo
Puchi / Enfoque
A pesar de la difícil situación económica y de
sus efectos tan marcados como la inflación, el sector gubernamental ha ganado
la gran mayoría de las alcaldías. La explicación de estos resultados tiene que
ver con la capacidad que tiene este factor político para movilizar su base
electoral, lo que deriva principalmente de su implantación social,
maquinaria e imagen de fortaleza. Pero
además, hay que tomar en cuenta que la mayoría electoral alcanzada por el Psuv se debe en una buena parte a la
abstención de muchísimos seguidores de
la oposición, entre quienes privó el desánimo que dejó el fracaso de la
estrategia de derrocamiento adelantada entre abril y julio.
Ahora bien, ni los resultados de las
gobernaciones ni los de las alcaldías han modificado de manera sustancial el
cuadro de equilibrio que caracteriza la correlación de fuerzas que existe en el
país, ni en lo electoral ni en otros planos. Y es esta persistente
circunstancia de equilibrio inestable la que ha conducido a la negociación que
se adelanta en República Dominicana, que tienen en perspectiva las
presidenciales de 2018.
Para la organización de las elecciones
presidenciales, tanto el Gobierno como la
oposición han puesto condiciones, ya que cada sector argumenta que hay
elementos que afectan su desempeño y las posibilidades de ganar en esos
comicios. Para el Gobierno, las sanciones de bloqueo financiero representan un
obstáculo, ya que perjudican la vida de los electores; para la oposición, el
Consejo Nacional Electoral debe de ser cambiado para contener la inclinación
abstencionista de sus seguidores. Al parecer, sobre estos puntos que son los
centrales de la negociación, se ha ido avanzando en las conversaciones que se
sostienen.
En cuanto a las sanciones, correspondería la
decisión al gobierno de Estados Unidos. De hecho, Washington es un actor y ha
tomado acciones y ha hecho públicas sus condiciones, por lo que también puede
llegar a acuerdos. En realidad su diplomacia no está ausente de la mesa. Y si
una salida al problema requiere de una negociación directa entre el Gobierno
venezolano y el estadounidense, bien pudiera establecerse una mesa de diálogo
entre ambos países. Se pudieran tratar estos asuntos y otros de interés mutuo.
Lo importante es que las demandas de los
distintos sectores en pugna sean procesadas y pueda avanzarse en un esquema de
convivencia de corto y mediano plazo, independientemente de quién gane los
próximos procesos electorales. Nadie dispone de la fuerza suficiente para
imponer su “programa máximo”, por lo que es indispensable un entendimiento. De
modo que los primeros acuerdos a los que pudiera llegarse en República
Dominicana sobre CNE y sobre el alivio de la deuda, pueden ser considerados
como una primera etapa de una negociación que debe proseguir hasta llegar a acuerdos
más amplios y de largo plazo, que incluyan la elaboración de los términos de
una cohabitación concertada para el período 2019-2024. Se trata de mirar el
horizonte y no sólo la coyuntura actual.
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