Este texto da cuenta de la tragedia de una ausencia: el hecho de no haber estudiado ni haber conseguido traer al presente la reflexión política de Raúl Roa. El marxismo y el pensamiento revolucionario cubanos han desatendido así uno de sus desarrollos sólidos y, sobre todo, han perdido hilo de una de sus fuentes: el republicanismo socialista, y con ello un tipo específico de confluencia entre la filosofía democrática y el ideal marxista de la emancipación humana.
Julio César Guanche / REVISTA CALIBAN
Para Ernesto Marrero, en un largo y ancho país
Raúl Roa García ostenta en la historia cubana el abolengo de ser, al mismo tiempo, el “tipo más simpático” de la generación cubana de los años 30 del siglo XX y el “Canciller de la dignidad”. Su lengua, fuente de imágenes que califican entre las más insólitas acaso de todo el siglo, merece el privilegio de figurar entre las campeonas de los torneos verbales de la historia universal contra la infamia. Ciertamente, Roa no inventó ese lenguaje —mezcla de sintaxis latina con erudición de arrabal, folklore campesino, tambor de ñáñigo y dialecto de New York— pero parece ser uno de los escogidos para causar en el mundo el espanto de los seres “de bien”.
Desde muy joven, otro de su estirpe, Pablo de la Torriente, trazó el retrato de su carácter: “Y, sobre todo, Raúl Roa, enfermo desde mañana antes de declarar la huelga [de hambre], convertido en una línea horizontal rodeada de pellejo y llena de un pelo tumultuoso en la cabeza que demostró tener el espíritu más firme que pudiera imaginarse. Raúl Roa es un hombre”.
No obstante, no es esta la única dignidad que puede interesar en Roa. La montaña de anécdotas que recorre su vida sepulta otra condición excelsa de su personalidad: la de ser uno de los pensadores —y escritores— cubanos más lúcidos de ese siglo.
No es una boutade referirse a Raúl Roa como “figura desconocida”. Canciller de la Revolución desde 1959, es, por razones sobradas, conocido como “Canciller de la Dignidad”. Ahora bien, este trabajo no es la crónica del extraordinario sentido del humor de Roa, ni del hombre erguido en la tribuna, sino un examen del pensamiento del Roa que carecía de ella. Se trata del militante político anterior a 1959: el hombre derrotado tras la Revolución del 30, el representante del radicalismo revolucionario durante el auge y esplendor del reformismo progresista, el profesor universitario sin más poder que el hecho de presentar su renuncia; el que gozó de la rara suerte de los sobrevivientes, de los que dudan cada mañana si aún permanecen vivos o son cadáveres habitantes de cuerpos ajenos, el que sostuvo las posiciones ganadas en su juventud y pensó el marxismo como una cultura de la libertad en medio de las circunstancias del New Deal y la Guerra Fría.
Este es el período en que Roa elabora la mayoría de sus obras de reflexión. Por supuesto, sus discursos como ministro de Relaciones Exteriores, así como los textos que escribió hasta su muerte en 1982, son imprescindibles para conocer el carácter de la ideología revolucionaria cubana y las conflictividades por las que atravesó en las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado, pero este ensayo se concentra en recuperar un cuerpo hoy desconocido de su saber, indagar en las causas de este hecho, y, sobre todo, reconstruir su discurso no solo como una de las corrientes de la Revolución de 1959, sino como reservorio de ideas para proyectos del socialismo cubano en el siglo XXI.
Para comprender las causas de la escasa presencia del pensamiento de Roa en la configuración ideológica del presente cubano pareciera bastar con leer sus libros, pero en rigor es necesario remitirse a los contextos configurados en el país tras 1959. Con todo, para poder estudiar sus obras, encontramos primero un problema fáctico: de la serie compuesta por Bufa Subversiva, Historia de las doctrinas sociales, 15 años después, Mis Oposiciones, Viento Sur, Variaciones sobre el espíritu de nuestro tiempo, En pie, Escaramuza en las vísperas y Retorno a la alborada solo han sido reeditados los dos primeros, a más de seis décadas de su aparición, amén del tomo La Revolución del 30 se fue a bolina, varias veces reimpreso. Pero esa es solo una de las razones de la dificultad para estudiar sus ideas. A su vez, ella misma está comprendida dentro de otra de orden mayor: el discurso político de Roa transita por rumbos teóricos diversos a los que resultaron centrales en la configuración de la ideología socialista cubana posterior a los años sesenta del siglo pasado. Estas son algunas de las pruebas: a) su concepto del marxismo, b) su juicio sobre el socialismo soviético, c) su opción socialista por el programa político del republicanismo y, d) la concepción de Roa sobre el Estado en el socialismo.
Este texto da cuenta de la tragedia de una ausencia: el hecho de no haber estudiado ni haber conseguido traer al presente la reflexión política de Raúl Roa. El marxismo y el pensamiento revolucionario cubanos han desatendido así uno de sus desarrollos sólidos y, sobre todo, han perdido hilo de una de sus fuentes: el republicanismo socialista, y con ello un tipo específico de confluencia entre la filosofía democrática y el ideal marxista de la emancipación humana. Leer más...
Desde muy joven, otro de su estirpe, Pablo de la Torriente, trazó el retrato de su carácter: “Y, sobre todo, Raúl Roa, enfermo desde mañana antes de declarar la huelga [de hambre], convertido en una línea horizontal rodeada de pellejo y llena de un pelo tumultuoso en la cabeza que demostró tener el espíritu más firme que pudiera imaginarse. Raúl Roa es un hombre”.
No obstante, no es esta la única dignidad que puede interesar en Roa. La montaña de anécdotas que recorre su vida sepulta otra condición excelsa de su personalidad: la de ser uno de los pensadores —y escritores— cubanos más lúcidos de ese siglo.
No es una boutade referirse a Raúl Roa como “figura desconocida”. Canciller de la Revolución desde 1959, es, por razones sobradas, conocido como “Canciller de la Dignidad”. Ahora bien, este trabajo no es la crónica del extraordinario sentido del humor de Roa, ni del hombre erguido en la tribuna, sino un examen del pensamiento del Roa que carecía de ella. Se trata del militante político anterior a 1959: el hombre derrotado tras la Revolución del 30, el representante del radicalismo revolucionario durante el auge y esplendor del reformismo progresista, el profesor universitario sin más poder que el hecho de presentar su renuncia; el que gozó de la rara suerte de los sobrevivientes, de los que dudan cada mañana si aún permanecen vivos o son cadáveres habitantes de cuerpos ajenos, el que sostuvo las posiciones ganadas en su juventud y pensó el marxismo como una cultura de la libertad en medio de las circunstancias del New Deal y la Guerra Fría.
Este es el período en que Roa elabora la mayoría de sus obras de reflexión. Por supuesto, sus discursos como ministro de Relaciones Exteriores, así como los textos que escribió hasta su muerte en 1982, son imprescindibles para conocer el carácter de la ideología revolucionaria cubana y las conflictividades por las que atravesó en las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado, pero este ensayo se concentra en recuperar un cuerpo hoy desconocido de su saber, indagar en las causas de este hecho, y, sobre todo, reconstruir su discurso no solo como una de las corrientes de la Revolución de 1959, sino como reservorio de ideas para proyectos del socialismo cubano en el siglo XXI.
Para comprender las causas de la escasa presencia del pensamiento de Roa en la configuración ideológica del presente cubano pareciera bastar con leer sus libros, pero en rigor es necesario remitirse a los contextos configurados en el país tras 1959. Con todo, para poder estudiar sus obras, encontramos primero un problema fáctico: de la serie compuesta por Bufa Subversiva, Historia de las doctrinas sociales, 15 años después, Mis Oposiciones, Viento Sur, Variaciones sobre el espíritu de nuestro tiempo, En pie, Escaramuza en las vísperas y Retorno a la alborada solo han sido reeditados los dos primeros, a más de seis décadas de su aparición, amén del tomo La Revolución del 30 se fue a bolina, varias veces reimpreso. Pero esa es solo una de las razones de la dificultad para estudiar sus ideas. A su vez, ella misma está comprendida dentro de otra de orden mayor: el discurso político de Roa transita por rumbos teóricos diversos a los que resultaron centrales en la configuración de la ideología socialista cubana posterior a los años sesenta del siglo pasado. Estas son algunas de las pruebas: a) su concepto del marxismo, b) su juicio sobre el socialismo soviético, c) su opción socialista por el programa político del republicanismo y, d) la concepción de Roa sobre el Estado en el socialismo.
Este texto da cuenta de la tragedia de una ausencia: el hecho de no haber estudiado ni haber conseguido traer al presente la reflexión política de Raúl Roa. El marxismo y el pensamiento revolucionario cubanos han desatendido así uno de sus desarrollos sólidos y, sobre todo, han perdido hilo de una de sus fuentes: el republicanismo socialista, y con ello un tipo específico de confluencia entre la filosofía democrática y el ideal marxista de la emancipación humana. Leer más...
1 comentario:
Hola
Tiene un buen blog.
Lo siento no escribir más, pero mi español es malo escrito.
Un abrazo de mi país, Portugal
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