A 35 años del asesinato de Manuel Colom Argueta, el mundo cambió
radicalmente. El socialismo real encabezado por la Unión Soviética ha
desaparecido. El neoliberalismo rampante también destruyó a los pensamientos
socialdemócrata y socialcristiano más auténticos. La moribunda democracia cristiana
es una de las expresiones de la derecha
y la socialdemocracia dominante se volvió neoliberal.
Carlos Figueroa Ibarra /
Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
La contrarrevolución de 1954 pretendió restaurar el orden oligárquico
gestado con la revolución liberal de
1871. Aquella gesta modernizadora degeneró en la dictadura unipersonal, el
latifundismo agroexportador sustentado en el trabajo forzado indígena y el oscurantismo reaccionario. La
restauración oligárquica no pudo reimplantar plenamente aquel orden, pero le
dio continuidades esenciales que fueron reproducidas por la dictadura militar
crecientemente asentada en el terror. Fue contra este mundo que en diversas
vertientes muchos se rebelaron. El más conservador de este
disenso antioligárquico fue la democracia cristiana. El más radical fue la
izquierda revolucionaria sustentada entre otras fuentes en el marxismo. En el
centro de esta lucha, se encontró la socialdemocracia en sus diversos
afluentes. Fue en ese espacio que surgió el más grande liderazgo político desde
la segunda mitad del siglo XX, el de Manuel Colom Argueta.
En 1979, el orden oligárquico heredado del implantado en el último
tercio del siglo XIX, había entrado en crisis en Centroamérica. La izquierda
revolucionaria ganaba adeptos, se perfilaba
la revolución sandinista y la sublevación armada en El Salvador y Guatemala.
En ese contexto, la izquierda
democrática en Guatemala, representada por figuras como Colom Argueta y Alberto
Fuentes Mohr, heroicamente buscaban una salida a ese orden en crisis a través
de los métodos pacíficos y democráticos. Ambos fueron asesinados y al igual que
el asesinato de Pedro Joaquín Chamorro en Nicaragua y el de Monseñor Arnulfo
Romero en El Salvador, dichas muertes violentas acicatearon el estallido
revolucionario. El asesinato de Colom Argueta, planificado por la dictadura
militar e implementado por el general David Cancinos, según el informe de la
Comisión de Esclarecimiento Histórico, fue una maniobra política racionalmente
calculada. La dictadura legalizó al Frente Unido de la Revolución el 15 de
marzo de 1979 y el 22 de marzo asesinó a su líder indiscutible, cortando así
todas las potencialidades de su partido.
De manera explícita o implícita, las distintas vertientes de la
rebelión antioligárquica se unieron en el Frente Nacional de Oposición en 1974
con la candidatura presidencial de Efraín Ríos Montt. El estallido
revolucionario centroamericano, iniciado con la ejecución de Chamorro en
Nicaragua, hizo caminar por senderos distintos en Guatemala a la izquierda
democrática y a la revolucionaria. A 35 años del asesinato de Manuel Colom
Argueta, el mundo cambió radicalmente. El socialismo real encabezado por la
Unión Soviética ha desaparecido. El neoliberalismo rampante también destruyó a
los pensamientos socialdemócrata y socialcristiano más auténticos. La moribunda
democracia cristiana es una de las
expresiones de la derecha y la socialdemocracia dominante se volvió neoliberal.
Pero en Centroamérica y en otras partes, el neoliberalismo y el fin
del socialismo real han tenido un efecto positivo: la posibilidad de la unidad
de todas las vertientes antaño
antioligárquicas en una coalición antineoliberal y plural de largo alcance. En Guatemala, esta
coalición tendrá en la figura de Manuel
Colom Argueta un símbolo indiscutible. Porque su pensamiento socialdemócrata
resulta hoy subvertor del dogma neoliberal y sus infamias.
He aquí la vigencia del más grande líder de la historia reciente de
Guatemala.
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