Frida asumió y enriqueció muchas de las tendencias
que dominaron la política y la estética de su tiempo a partir de una indagación
moderna y radical sobre su propia vida: su obra lleva hasta las últimas
consecuencias la sensación de fragmentación que caracteriza al sujeto moderno.
Autorretrato con collar de espinas (1940). |
José Antonio Figueroa / El
Telégrafo (Ecuador)
Entre el caos que vive el
México neoliberal y la polución insostenible de su capital, el barrio Coyoacán
sobresale porque invita a ser recorrido por sus estancias y jardines y porque
en él están depositadas algunas memorias de acontecimientos clave del siglo XX.
Allí está la casa azul de Frida Kahlo, donde vivió con Diego Rivera, y a muy pocas cuadras, la casa
museo de León Trotski, donde viviera el líder de la Revolución Rusa entre 1939 y 1940. Trotski y su esposa,
Natalia Sedanova, habían arribado a México en 1937, protegidos por Kahlo y
Rivera, quienes tramitaron ante Lázaro Cárdenas el asilo para la pareja de
revolucionarios soviéticos, víctimas de los peores vejámenes del estalinismo.
Las dos parejas
compartieron la casa de Frida hasta 1939, cuando las desavenencias entre Rivera
y Trotski se hicieron insostenibles. En la casa azul de Frida están depositados
fragmentos de la memoria de una mujer que supo incorporar lo más radical y
transgresor de la estética y de la política de la primera mitad del siglo XX.
Frida asumió el pensamiento comunista, la experimentación vanguardista del
arte, el surrealismo, transgredió las fronteras del género y removió los
cimientos de la moral al practicar una bisexualidad abierta.
De igual modo, Frida
indagó en el significado estético del mestizaje y su arte le permitió
dignificarse ante el dolor. Llama la atención, sin embargo, que la presencia de
Trotski, quien vivió un corto pero significativo romance con Frida, está
borrada de la casa.
Frida asumió y enriqueció muchas de las tendencias
que dominaron la política y la estética de su tiempo a partir de una indagación
moderna y radical sobre su propia vida: su obra lleva hasta las últimas
consecuencias la sensación de fragmentación que caracteriza al sujeto moderno,
tan prolíficamente indagada por el sicoanálisis y que permitió el surgimiento
del surrealismo. Por eso Bretón se fascinó por su obra y la catalogó de
surrealista.
Frida, por su lado, no
acogió la clasificación propuesta por Bretón porque sabía que su sentido de
fragmentación no provenía solo del mundo del inconsciente sino que estaba
inscrito en el dolor consciente de su cuerpo.
Seducida desde joven por
las ideas comunistas que recibió de Tina Modotti y del dirigente cubano Julio
Antonio Mella, Frida cultivó una conciencia política mantenida hasta su muerte.
En su obra se combinan el dolor y la militancia política como se ve en la serie
de corsés en los que se encuentran inscritos la hoz y el martillo. Sus
experimentaciones mostraban el importante papel terapéutico del arte y su
capacidad redentora de la dignidad.
Tomando como referencia
principal la experiencia de su vida, Kahlo indagó sobre la condición americana y mexicana con un profundo sello
personal. Alejada de todo chovinismo, indagó en el mestizaje desde su posición
política en el mundo, desde su propio amor y desde su propio dolor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario