María
Corina Machado siempre ha estado vinculada a personajes injerencistas,
violadores de derechos humanos y promotores del terror. La amistad con George
W. Bush data desde el 2005, cuando el entonces presidente la recibió en la
Oficina Oval.
Ángel Bravo / Especial para Con Nuestra América
María Corina Machado y Georg W. Bush en la Casa Blanca, en el año 2005. |
En los
últimos tres lustros, desde que Hugo Chávez alcanzara el poder en Venezuela, y seguidamente
el “fantasma” revolucionario recorriera América del Sur y parte de
Centroamérica, las grandes corporaciones mediáticas defensoras del sistema
capitalista, pasaron de tener un papel “discreto” a uno abiertamente
partidarizado con los intereses de Washington en la región. Fueron decisivos en
varios procesos electorales, satanizando y/o santificando personajes políticos.
Y como si no fuera suficiente, contaron con el papel muy activo de los sectores
más conservadores de la iglesia católica, que acuerparon y defendieron a
gobiernos violadores de derechos humanos, incluyendo asesinatos y
desapariciones. Los ejemplos más cercanos son las del cardenal Juan Luis
Cipriani a la dictadura de Alberto Fujimori en Perú y la del cardenal Oscar
Andrés Rodríguez involucrado en el golpe de Estado de Roberto Micheletti al
presidente Manuel Zelaya en Honduras. A propósito, el flamante y “reformador”
Jorge Mario Bergoglio, con más de un año en el papado, nada ha dicho de la
participación de los lobos de su rebaño a favor de esos y de otros gobiernos.
Existe
una industria mediática encargada de fabricar candidatos políticos, donde el
más ignorante es presentado como el más capaz, y el más corrupto como el más
honesto; es el mundo al revés diría Eduardo Galeano. Dicha industria promueve actores
con rostros nuevos quienes presumen de atractivos e imprescindibles; les dan
toda la cobertura necesaria para llevarlos a la presidencia. Aunque la
industria fracasa, no se da por vencida, no aprende la lección; cada vez que
apuesta a esos “nuevos” actores, naufraga; en los últimos años sus candidatos
perdedores han sido: Luis Alberto Lacalle en Uruguay (2009), Keiko Fujimori en
Perú (2011), Guillermo Lasso en Ecuador (2013), Henrique Capriles en Venezuela
(2013), Evelyn Matthei en Chile (2013) y Norman Quijano en El Salvador (2014). Apuestan
por ellos, derrochando dinero, publicidad, activismo y les va mal.
Pero la
industria no actúa de manera independiente, sino que responde a las directrices
de Washington; América Latina no puede terminar de escapársele de las manos. Para
Estados Unidos, los países claves en la región –por sus recursos, dimensiones geográficas y economías-
son Brasil, México, Argentina y Venezuela, y este último es el que posee las
mayores reservas de crudo del mundo. El ascenso de Hugo Chávez al poder en 1999
y el gobierno que ejerció hasta el 2013 se constituyó en un gran revés para los
intereses norteamericanos. Hoy es de conocimiento mundial que el líder
bolivariano con sus reiteradas victorias electorales enterró todas las
esperanzas de la burguesía venezolana de volver al poder. Era evidente que
mientras hubiera elecciones y viviera Hugo Chávez, los venezolanos de a pie y
los ninguneados siempre estarían representados en Miraflores. Por eso el 05 de
marzo, cuando el líder bolivariano falleció, la burguesía desalmada venezolana
que escapó con sus capitales de Venezuela, estalló en jolgorio en distintas
ciudades de América.
En el
nuevo escenario, sin la presencia de Hugo Chávez, la derecha cavernícola se
sintió ganadora, y creyó llevarse fácil las elecciones presidenciales el 2013;
esta vez el pueblo bolivariano encabezados por Nicolás Maduro le propinó otra
derrota. Los “maestros” de la democracia, no quisieron reconocer los resultados
electorales. En las elecciones municipales de ese mismo año el PSUV volvió a
ganar, obteniendo la mayoría de los consejos.
La
derecha no soportó que aún “ausente”, Chávez les siga ganando. Nunca lograron
entender cuando el comandante le dijo al indígena, al estudiante, al campesino,
al ama de casa, al obrero, al pueblo trabajador: “¡Chávez eres tú!” Para la
burguesía la única forma de poner fin al chavismo, es promoviendo un golpe de
Estado, con el apoyo de la Casa Blanca y de la tiranía mediática. La carta que siguieron
usando fue la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que nació para morir
tempranamente.
Henrique
Capriles, hasta ayer, “glorioso” candidato demócrata, experto en asaltar
Embajadas, hoy es un apestado, y tildado de cobarde por la MUD. El otro,
“valiente” y “heroico” combatiente Leopoldo López, está preso desde hace más de
un mes por actos terrorista, los cuales provocaron la muerte de treinta y cinco
personas. Pero la industria comercial dice que es inocente.
El último
personaje visible y nefasto que todavía le queda a la MUD es María Corina Machado,
con su nuevo estatus de ex diputada, por neófita, prepotente e ignorante. Al
igual que sus antecesores, ella también es marioneta de Washington. Aunque se
atraganta hablando de democracia, paz, libertad y derechos humanos, se
caracteriza por ser agitadora de la violencia, el terror y la subversión. Su
dependencia del Norte no solamente evidencia los intereses imperialistas sobre
Venezuela, sino la incapacidad de generar una propuesta alternativa al chavismo
que sea propia y auténtica. Machado es más de lo mismo, es el pasado.
Su
reciente actitud apátrida, tratando de representar a Panamá en la OEA, para
continuar agrediendo al pueblo venezolano la pinta de cuerpo entero. Machado
cree estar por encima de la ley. Es un personajillo fabricado por la gran
industria, sin ninguna posibilidad política de dirigir Venezuela.
María
Corina Machado siempre ha estado vinculada a personajes injerencistas,
violadores de derechos humanos y promotores del terror. La amistad con George
W. Bush data desde el 2005, cuando el entonces presidente la recibió en la
Oficina Oval. En Venezuela es conocida las relaciones políticas que tiene con Juan
José Rendón en los planes de subversión y desestabilización del país. Dice el
dicho popular que “la mona aunque se vista de seda, mona se queda”. La
“ingenua” no se ha dado cuenta que la industria mediática le hace el favor de presentarla
acuerpada de dos famosos ampones ligados al terrorismo en América Latina, ellos
son Álvaro Uribe y Carlos Alberto Montaner.
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