Podemos coincidir con Obama y sus corifeos en que
Venezuela y Ucrania se parecen. Pero por razones distintas: Washington es la
mano que mece la cuna.
Carlos Figueroa Ibarra /Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
El domingo 2 de marzo,
viendo la entrega de los premios Oscar, observé que uno de los ganadores al
recibir la estatuilla exhortó a los pueblos de Ucrania y Venezuela a seguir
luchando y “a soñar lo imposible”. Jared Leto simplemente repitió la
equiparación entre Venezuela y Ucrania que está en el libreto de la Casa
Blanca. En ocasión de su visita a México para conmemorar los 20 años del TLCAN,
Barack Obama dijo: “Quiero hablar sobre la situación en Venezuela y en Ucrania,
y la violencia inaceptable que se está dando en esos dos países, que Estados
Unidos condena firmemente”. El cinismo resulta inaudito cuando se escucha al
Secretario de Estado John Kerry decir: “No
es apropiado invadir un país… esa no es una conducta de una nación del G8,
esperamos que Rusia modifique sus
conductas para evitar un enfrentamiento”. Estas conmovedoras frases anti intervencionistas las dice el gobierno
de la potencia imperialista que asoló
durante el siglo XX diversas partes del mundo con sus intervenciones
abiertas y encubiertas. Sí, son los
mismos representantes de la potencia que ha ahogado en un mar de sangre y fuego
a Irak, Afganistán y Libia en los
últimos diez años.
Descaros aparte, hay que rebatir la inaceptable comparación entre lo que
acontece en Ucrania y Venezuela. En el primer país observamos -esquemáticamente
hablando- una guerra civil en ciernes
derivada de las preferencias pro
occidentales y pro rusas. Existe una intervención encubierta de los Estados
Unidos de América y Alemania particularmente,
para debilitar a una potencia que se está levantando después del
derrumbe soviético. Y esa potencia ha reaccionado ocupando Crimea que es
estratégica en su defensa. Cuando se menciona que la época de los imperialismos
ha terminado, observamos un clásico enfrentamiento inter imperialista. El gobierno ucraniano depuesto por la
sublevación de febrero de 2014, era corrupto y autoritario según los informes
que he leído. Los opositores que llenaron las calles y plazas de Kiev, en gran medida eran grupos ultraderechistas
de filiación nazi que ahora se han visto acotados por otras fuerzas que son las
que están en el nuevo gobierno. La sangre que corrió con el asesinato de más de
setenta personas en los últimos días fue una acción compartida por el gobierno
del depuesto Yanukovich y los francotiradores fascistas que lograron su
objetivo.
Venezuela en cambio es objeto de
una embestida de la derecha local apoyada por Washington. Ambos creyeron que
tras 16 derrotas en las 17 elecciones que se celebraron en vida de Chávez,
había llegado el momento de sacar al chavismo del gobierno por la vía electoral
porque el dirigente había muerto. La raspada victoria de Maduro en abril de
2013 y luego la victoria por casi diez puntos en las elecciones municipales de
diciembre de ese mismo año, han sido un
balde de agua fría para la oposición derechista.
Es este el contexto en el cual
el fantasma del golpismo ha surgido nuevamente y el libreto es sumamente
parecido al que terminó derrocando a Allende en 1973: desabastecimiento
inducido por los sectores patronales, ofensiva mediática haciendo aparecer al
gobierno como asesino y dictatorial,
desestabilización por fuerzas auspiciadas por
Washington, manifestaciones que pretenden provocar el caos. Hay un hecho similar en Ucrania y
Venezuela: los francotiradores ultraderechistas le dispararon a la multitud para culminar el
golpe de estado. De los 14 muertos que se observaron en los disturbios de
febrero último en Venezuela, solamente 3 han sido imputables a policías. Estos
han sido removidos de sus cargos y se encuentran procesados por la Fiscalía
Podemos coincidir con Obama y sus corifeos en que Venezuela y Ucrania se
parecen. Pero por razones distintas: Washington es la mano que mece la cuna.
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