Ya sea que se trate de
una estrategia de “reconversión productiva”, de un fenómeno provocado por “un
nuevo ciclo de acumulación y dominio”, o bien que se trate de una nueva forma
de expansión y acumulación de capital, lo cierto es que en Guatemala, desde
hace menos de una década, está teniendo lugar la expansión inusitada de enormes
plantaciones de caña de azúcar y palma africana para la producción de
agrocombustibles.
Jorge Murga Armas*
/ Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de
Guatemala
Introducción
La existencia en los
años 1970 de plantaciones de palma africana en regiones de la FTN[1]
y los departamentos de Izabal y El Petén, era prácticamente desconocida. Salvo
por el surgimiento de unas pocas en el contexto de la crisis energética de
1973, las zonas que hoy sufren las consecuencias de la expansión incontrolada
de plantaciones de caña de azúcar y palma africana para la producción de
“biocombustibles”,[2]
conservaban hasta hace poco tiempo la fisonomía del paisaje agrario regional:
extensas áreas de bosques y humedales ricos en recursos naturales renovables
contribuían a satisfacer las necesidades básicas de las economías campesinas y
familiares que, además de producir para su sustento, ayudaban en niveles
diversos a las producción de granos básicos para el consumo nacional.
Con la expansión del
cultivo de caña de azúcar y palma africana en estas regiones, un fenómeno sin
precedentes está teniendo lugar: la pérdida de tierras agrícolas para la
producción de alimentos se acompaña del cambio de uso del suelo de extensas
zonas que, hasta hace menos de una década, se conservaban como bosques y
humedales.[3]
Este fenómeno, que en
apariencia se circunscribe al ámbito regional, tiene en realidad alcance
nacional. En la última década, Guatemala se convierte en país dependiente de la
importación de maíz amarillo, arroz, trigo y soya de los Estados Unidos, lo cual
la sujeta cada vez más a las condiciones de los precios internacionales de los
alimentos y la vuelve dependiente de su disponibilidad en el mercado mundial.[4]
¡Triste realidad para un país que hasta hace algunos años era autosuficiente en
la producción de alimentos!
Esta situación es tanto
más grave cuanto que las empresas agroindustriales que impulsan el cultivo de
caña de azúcar y palma africana en la FTN, Izabal y El Petén, declararon
abiertamente su intención de ocupar toda la tierra “apta” disponible en el
país.
Los procesos de concentración de la
propiedad agraria
Ya sea que se trate de
una estrategia de “reconversión productiva”,[5]
de un fenómeno provocado por “un nuevo ciclo de acumulación y dominio”,[6]
o bien que se trate de una nueva forma de expansión y acumulación de capital,
lo cierto es que en Guatemala, desde hace menos de una década, está teniendo
lugar la expansión inusitada de enormes plantaciones de caña de azúcar y palma
africana para la producción de agrocombustibles.
Este fenómeno,
provocado entre otras cosas por el interés de los Estados Unidos y la Unión
Europea de incentivar la producción de “biocombustibles” en otros países para
reducir paulatinamente su dependencia en el suministro de petróleo de Rusia,
Irán y Venezuela, ha generado un proceso de concentración y reconcentración de
la propiedad agraria en manos de un reducido número de empresarios y grupos
corporativos que compran o arriendan tierras para establecer sus plantaciones
en los municipios de Ixcán (El Quiché), Sayaxché y San Luis (El Petén), Chisec,
Fray Bartolomé de Las Casas, Chahal y Panzós (Alta Verapaz) y El Estor
(Izabal).[7]
Aun cuando las
estadísticas nacionales no reflejen todavía la dimensión de ese fenómeno, la
comparación de los datos del IV Censo Nacional Agropecuario 2003 y la Encuesta
Nacional Agropecuaria 2007, ambos del Instituto Nacional de Estadística (INE),
nos ayudará a comprender mejor lo que está ocurriendo en el país.
Hasta el 2003, según el
IV Censo Nacional Agropecuario, 49 fincas con una superficie total de 31,185
hectáreas sembradas de palma africana, produjeron 7,040,225 quintales de
materias primas destinadas especialmente a la producción de aceites esenciales
y grasas para la industria alimenticia y de jabones. En 2007, en cambio, la Encuesta
Nacional Agropecuaria estableció que el número de fincas dedicadas a ese
cultivo había aumentado a 1,049 y que la superficie cultivada alcanzaba 65,340
hectáreas, o sea, el doble de lo reportado por el censo.
Este hecho, sin
embargo, ha sido estudiado por varios autores. Laura Hurtado, por ejemplo,
afirma que aunque ya existían plantaciones de ese tipo en la Costa Sur, desde
el 2003 el auge del mercado global de agrocombustibles está provocando una
expansión acelerada de las plantaciones de caña de azúcar y palma africana que
está transformando dramáticamente el paisaje regional.[8]
Según ella, a junio de 2008 existía un total estimado de 83,385 hectáreas
sembradas de palma africana para la producción de agrodiésel[9]
y en ese mismo año la prensa escrita preveía que para el 2010 la superficie
cultivada podría llegar a 100,000 hectáreas.[10]
Decíamos que el
acaparamiento de tierras en la FTN, Izabal y El Petén estaba relacionado
también con el aumento en los últimos años de la producción de caña de azúcar.
Dos razones explican este fenómeno. Por un lado, la ampliación de la cuota
azucarera asignada a Guatemala por los Estados Unidos (Guatemala es el tercer
proveedor de azúcar a los Estados Unidos, detrás de la República Dominicana y
Brasil). Por el otro, el impulso a la producción de agrocombustibles en los
países en desarrollo por los Estados Unidos y la Unión Europea y el incremento
de la demanda de etanol en el mercado internacional.
En 2003, según el Censo
Nacional Agropecuario, existían 188,775 hectáreas cultivadas de caña de azúcar
en todo el país. De ellas, el departamento de Escuintla tenía sembradas 154,620
hectáreas y concentraba el 87% de la producción. Suchitepéquez, por su parte,
contaba con 20,970 hectáreas plantadas y reunía al 8.25% de la producción. En
otras palabras, en ambos departamentos se concentraba el 93.0% de las tierras
dedicadas a ese cultivo.
Por otro lado, la
Encuesta Nacional Agropecuaria del 2007 reveló incrementos tanto en la
producción como en el número total de hectáreas sembradas. Las cifras, en
efecto, reflejan un incremento de 1.55% en la producción y un aumento de 38.2%
en el total de tierras plantadas (260,896 hectáreas en total).
No se sabe en realidad
cuál será el límite de tierras de las plantaciones productoras de
agrocombustibles. En febrero de 2007, cuando el Ingenio Chabil Utzaj terminó la
ocupación de la región del valle del río Polochic, el sector azucarero parecía
haberlo encontrado. Eso indicaba el gerente de la Asociación de Azucareros de
Guatemala (ASAZGUA), Armando Boesche, quien en declaraciones a la prensa
afirmaba que ya no había disponibilidad de tierras. Pero Laura Hurtado observó
posteriormente cierta expansión adicional en los municipios de Sayaxché e Ixcán
y tuvo noticias sobre la posibilidad de que se crearan nuevas plantaciones en
el municipio de Fray Bartolomé de Las Casas.[11]
Los empresarios
dedicados al cultivo de palma africana, por su parte, se mostraban optimistas:
“Nosotros aún no hemos encontrado límite de tierras para sembrar palma africana,
sin embargo, podríamos llegar a tal extremo en unos diez años”, afirmaba
Eduardo Castillo, director de aceites de la Gremial de Frabricantes de
Alimentos, en julio de 2008.[12]
Se trataba, en realidad, de una expectativa centrada en la posibilidad de adquirir
tierras incluso de los pequeños propietarios que todavía quedan en la región.
Asistimos, en realidad,
a un nuevo proceso de acumulación de tierras en manos de un reducido grupo de
empresas agroindustriales de capital nacional y transnacional. Lamentablemente,
el avance incontenible de esas plantaciones se da en detrimento de extensiones
importantes de tierras anteriormente dedicadas a la producción campesina y de
alimentos para el consumo local y nacional.
Métodos de acumulación de tierras
Si los acuerdos de paz,
especialmente el Acuerdo sobre Aspectos Socioeconómicos y Situación Agraria,
abogaban en 1996 por la democratización de la tenencia de la tierra y el acceso
de los campesinos a la tierra y los recursos naturales, ¿cómo se explica que algunos
años después se inicie un proceso diametralmente opuesto, es decir, un proceso
de acaparamiento de tierras por los agroindustriales de la caña de azúcar y
palma africana? ¿Cómo hacen los capitalistas para lograr sus objetivos? ¿Qué
pasa con la pequeña propiedad campesina y familiar?
En un trabajo anterior[13]
explicamos cómo la oligarquía guatemalteca había maniobrado los acuerdos de paz
para beneficiarse. También mostramos cómo la inspiración neoliberal del mercado
de tierras había favorecido su consolidación, en un contexto donde buena parte
de la población esperaba la democratización económica y política de la
sociedad. Veamos ahora cuáles han sido los procedimientos utilizados por las
empresas agroindustriales para monopolizar las propiedades agrarias en las
regiones escogidas para la siembra de palma africana y caña de azúcar.
Previo a describir los
métodos utilizados por las empresas agroindustriales para agenciarse de
tierras, advirtamos que la concentración de propiedades agrarias implica a parcelas
campesinas y de pequeños y medianos agricultores y ganaderos, con el fin de
conformar propiedades lo suficientemente grandes para poner en pie plantaciones
de caña de azúcar, palma africana, piñón y otros. Ese proceso se desarrolla
especialmente en los municipios de Ixcán, Chisec, Fray Bartolomé de las Casas y
Sayaxché, región de pequeñas y medianas parcelas cuyos propietarios fueron
beneficiarios de los programas estatales de colonización de tierras durante los
años sesenta y setenta, o grupos de familias desplazadas por la guerra interna
en los años setenta y ochenta. Todos, ya sea que fueran propietarios
individuales o colectivos, habían regularizado la tenencia de su parcela y
obtenido escrituras antes de 1996.
El proceso de
reconcentración de propiedades agrarias, en cambio, reúne antiguos latifundios
en propiedades mucho más grandes. Así sucede en el valle del río Polochic, en
los municipios La Tinta y Panzós en Alta Verapaz, y en el municipio de El Estor
en Izabal, donde el Ingenio Chabil Utzaj ha comprado la mayor parte de fincas
antiguas de extensiones diversas entre 90 y 1,350 hectáreas hasta completar las
5,400 hectáreas que se propone adquirir.
Algo similar ocurre en
los municipios de Chisec, Fray Bartolomé de Las Casas y Chahal, en la Franja
Transversal del Norte, donde las empresas de palma africana propician la
reconcentración de latifundios ganaderos y tierras privadas improductivas para
crear sus plantaciones.
Los métodos utilizados,
lo veremos enseguida, varían según los contextos y lógicas definidas por las
empresas agroindustriales. Primero intentan comprar la tierra para asegurar sus
inversiones. Si los propietarios de la tierra se niegan a vender, buscan la
suscripción de contratos de arrendamiento por períodos de tiempo que coincidan
con la vida útil de la plantación. En este caso los costos de una eventual
rescisión de los contratos son tan elevados para los propietarios de la tierra,
que los pequeños parcelarios preferirían no revocarlo con tal de no perder un
terreno que al final del plazo fijado (25 años para la palma africana,
normalmente) le será devuelto sin vegetación y totalmente agotado. Ese es el
caso del cultivo de palma africana que seca literalmente la tierra, y también
el de la caña de azúcar que la degrada a tal punto que necesita revitalizarse
frecuentemente con métodos y productos químicos fuera del alcance del
campesinado.
Los procedimientos para
agenciarse de tierras, decíamos, varían según los contextos. En El Petén, por
ejemplo, los compradores utilizan mecanismos que van desde el pago inmediato de
sumas de dinero que superan el precio local de la tierra, hasta amenazas,
coacción y violencia contra los propietarios que se niegan a vender sus
parcelas. Ha sido frecuente, además, que la empresa compradora encierre la
parcela del propietario renuente mediante la compra paulatina de las parcelas
vecinas, de tal manera que la imposibilidad de utilizar las vías de acceso
(pasajes, caminos, carreteras) y el acceso a fuentes de agua les obligue a
vender el pedazo de tierra que aseguraba el sustento de sus familias.
Caso distinto es el de
Fray Bartolomé de Las Casas, donde la empresa de palma africana intenta primero
persuadir a los pequeños propietarios recurriendo a la ascendencia que tenga
sobre ellos otro que les sirve de intermediario. Como en El Petén, el
empresario ofrece distintas opciones de arrendamiento cuando el pequeño
propietario se niega a vender. En todos los casos, el precio o la renta pagada
por la empresa resulta atractiva para las economías campesinas y familiares
que, a menudo, subestiman las consecuencias futuras de la venta o arrendamiento
de sus parcelas. La proletarización, la depreciación de la moneda, el alza
constante de los alimentos, la degradación del suelo al final del contrato, son
realidades muchas veces no previstas por las familias campesinas que acceden
ante las “tentadoras” ofertas de los agroindustriales.
En el valle del
Polochic, donde el establecimiento del Ingenio Chabil Utzaj provocó desalojos
violentos de campesinos en marzo de 2011,[14]
los empresarios compran directamente a los finqueros de la zona. Así se inicia
el proceso de expulsión o redefinición de condiciones de trabajo de cientos de
familias de antiguos colonos que, todavía bajo un régimen semifeudal o
semicolonial, vivían y trabajaban en la finca a cambio del usufructo o
arrendamiento de un pedazo de tierra que les asegurara el sustento.
El resultado de este
proceso es evidente. Cientos de campesinos sin tierra tendrán que vender su
fuerza de trabajo en alguna de las nuevas plantaciones de la zona, en un
contexto donde la sobreoferta de mano de obra determina las condiciones del
empleo. Algunos campesinos se beneficiarán con el pago de prestaciones y/o el
traspaso de pequeñas extensiones de tierra contiguas a las fincas, lo cual no
les libra de la tendencia a proletarizarse en condiciones poco favorables para
ellos y, en todos los casos, se pone fin al sistema de economía campesina que,
con matices y variantes según las regiones, funcionó durante muchos años
combinando el trabajo en la finca, la producción familiar y el pequeño comercio
local.
Ahora bien, la
destrucción de cientos de economías campesinas y familiares se hace en provecho
de un reducido grupo de empresas y grandes corporaciones nacionales y
multinacionales.
El nuevo oligopolio de los agrocombustibles
En Guatemala, el
surgimiento de monopolios u oligopolios (de personas, gremiales y
corporaciones) no es natural, como afirman sus defensores. Nacen de una cultura
empresarial originada en la época colonial con el establecimiento de los
estancos —industrias fiscales protegidas por la Corona española como el
comercio de licores, tabaco y pólvora—, y se consolidan gracias a la protección
y privilegios fiscales del Estado y a los beneficios que les deja el modelo
concentrador de la tierra que impulsó las exportaciones de café, azúcar, banano
y algodón bajo el control de una clase dominante que instituyó las relaciones
sociales de producción que prevalecen hasta hoy.
Así, y a pesar de que
Guatemala es oficialmente una economía de libre mercado desde el 21 de julio de
1995 —fecha en que ingresa a la Organización Mundial del Comercio (OMC)—,[15]
nuevos monopolios y oligopolios vienen a sumarse a los ya existentes en la
producción, exportación, importación y comercialización de cerveza, cemento,
pollo, azúcar, licores, banano, acero, aceite vegetal, pastas y harina de
trigo, arroz, la banca, fertilizantes, generación de energía, gas licuado,
jabones, telecomunicaciones, prensa, radio, televisión... Los cuales, además de
crear grupos de presión que luchan entre sí para controlar al Estado en vistas
de obtener protección y privilegios fiscales para sus negocios, 1) imponen los
precios del mercado afectando a los consumidores, 2) frenan el crecimiento
económico —porque se benefician con la existencia de altos aranceles que
contienen la entrada al mercado de nuevas empresas que inviertan y generen
empleo—, y 3) constituyen un factor de desigualdad en la repartición de la
riqueza —puesto que controlan los sectores más rentables de la economía
guatemalteca.
En ese contexto, el
acaparamiento de tierras en la FTN, Izabal y El Petén trae consigo la
concentración de la producción de agrocombustibles en pocos grupos económicos,
es decir, la conformación de un nuevo oligopolio sobre la base de los
monopolios u oligopolios ya existentes.
La producción de palma
africana, ciertamente, la concentran 1) el Grupo HAME/REPSA; 2) INDESA/PADESA;
3) AGROCARIBE; 4) Palmas del Ixcán; 5) Grupo Kong; y 6) Agroforestadora
Raudales “La Cachimba”. Todas poseen plantaciones en plena expansión y plantas
procesadoras de aceites esenciales y grasas comestibles, cuya producción
proveía hasta hace poco tiempo las necesidades del mercado interno,
exportándose además a El Salvador y Estados Unidos. Fue en realidad con la
crisis energética desatada recientemente, y con el auge de los agrocombustibles
en el mercado global, que los productores de palma africana decidieron ampliar
sus plantaciones, instalar plantas generadoras e iniciar operaciones para producir
agrodiésel. En ese contexto, y aunque todavía no se tengan datos sobre la
producción de agrodiésel en el país, se sabe que dos plantas enlazadas a las
empresas AGROCARIBE e INDESA fueron instaladas en Izabal.[16]
La producción de caña
de azúcar, por su parte, está concentrada en catorce ingenios: Pantaleón,
Concepción, El Baúl, Magdalena, Santa Ana, Palo Gordo, Los Tarros, La Unión,
Madre Tierra, San Diego, Trinidad, El Pilar, Santa Teresa y La Sonrisa (El
Ingenio Guadalupe fue cerrado en el 2005 y será trasladado de Escuintla al
valle del Polochic para reiniciar operaciones posiblemente en el 2012 con el
nombre comercial Chabil Utzaj, S. A.[17]).
Sin embargo, la producción de etanol de caña de azúcar está concentrada en sólo
cinco plantas: la Destilería BioEtanol del Ingenio Pantaleón (150,000 lt/día),
del Ingenio Palo Gordo (100,000 lt/día), del Ingenio Magdalena (300,000
lt/día), Servicios Manufactureros de la sociedad de los ingenios Magdalena y
Madre Tierra (125,000 lt/día) y la Destilería de Alcoholes y Rones, S. A.
(DARSA) (100,000 lt/día).[18]
En total, pues, se producen 775,000 litros diarios de etanol de caña de azúcar,
pero se sabe que la capacidad instalada para la producción de etanol a 2009
alcanzó 199,350,00 lt/año y llegará a 269,100,000 lt/año en el 2011.[19]
Protegidas por el
Estado, con el control total del mercado, impulsadas e incluso financiadas por
instituciones financieras internacionales, y en un contexto donde las
corporaciones y grandes empresas dictan las políticas económicas del gobierno,
no sorprende que la expansión de las plantaciones de caña de azúcar y palma
africana esté provocando uno de los desastres ambientales más grandes de la
historia del país.
* Investigador en el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales
de la Universidad de San Carlos de Guatemala.
NOTAS
[1] La Franja Transversal
del Norte (FTN) comprende las tierras del norte de los departamentos de
Huehuetenango, El Quiché, Alta Verapaz e Izabal.
[2] Nosotros, al igual que
otros autores, preferimos llamarlos agrocombustibles. Esto en virtud de que el
prefijo “bio”, antepuesto a la palabra “combustibles”, crea la quimera de que
su producción es buena para la vida: bio = vida. La palabra agrocombustibles,
en cambio, se limita a definir el carácter de los combustibles derivados de la
producción de maíz, caña de azúcar, palma africana, piñón y otros. Indica
simplemente que se trata de combustibles producidos en el agro.
[3] Laura Hurtado, Las plantaciones para agrocombustibles y la
pérdida de tierras para la producción de alimentos en Guatemala, Actionaid,
Guatemala, agosto de 2008, p. 4.
[4] Ibid.
[5] Luis Solano, Reconversión productiva y agrocombustibles,
en El Observador, Análisis alternativo sobre política y economía, No. 14, año
3, septiembre, Guatemala, 2008, pp. 31-61.
[6] Alberto
Alonso Fradejas et al, Caña de azúcar y
palma africana: combustibles para un nuevo ciclo de acumulación y dominio en
Guatemala, IDEAR-CONGCOOP, Guatemala, 2008.
[7] Laura Hurtado, op. cit., p. 6.
[8] Laura Hurtado, Guatemala en el mercado global de
agrocombustibles, en El Observador, Análisis alternativo sobre política y
economía, No. 19, año 4, julio-julio, Guatemala 2009, pp. 73-83. Véase también:
Luis Solano, El mercado de los
agrocombustibles: Destino de la producción de caña de azúcar y palma africana
de Guatemala, Actionaid, (Laura Hurtado, Coordinadora de investigación),
Guatemala, noviembre de 2010.
[9] Laura Hurtado, op. cit., 2008, p. 7.
[10] El Periódico, 15/07/08.
[11] Laura Hurtado, op. cit., 2008, p. 9.
[12] El Periódico, 13/07/08.
[13] Jorge Murga Armas, La cuestión agraria diez años después de la
firma de la paz en Guatemala, Revista Economía, No. 172, abril-junio,
IIES-USAC, Guatemala, 2007, pp. 73-108.
[14] Véase especialmente:
Luis Solano, Valle del Polochic: el poder
de dos familias, Enfoque, Análisis de situación, No. 16, año 2, 9 de mayo
de 2011, Guatemala.
[15] El ingreso de Guatemala
a la Organización Mundial del Comercio (OMC) marcó el inicio del proceso de
apertura y desmantelamiento de los altos aranceles que protegían a las
industrias y sectores agrícolas desde la época del Mercado Común
Centroamericano (MCCA) y el modelo de sustitución de importaciones de las
décadas 1960-1970.
[16] Luis Solano, op. cit., 2008.
[17] Prensa Libre, 09/04/11.
[18] Luis Solano, op. cit., 2008.
[19] Luis Solano, op. cit., 2010, p. 22.
1 comentario:
Totalmente de acuerdo con las afirmaciones del impacto que tienen estas agroindustrias en lo económico y social. Me gustaría saber sobre el impacto ambiental: ¿Hasta que punto quedan dañados los suelos?, ¿Qué sucede con los mantos friaticos, pues utilizan mucha agua para regar los cultivos de caña?, ¿Cuál es el impacto en la biodiversidad (flora y fauna), al destruir los bosques y dejar él suelo limpio de árboles?, La destrucción de esa masa boscosa (¿se sabe de cuánto es?), ¿tiene impacto en el clima (lluvias, temperatura)? ¿La quema de los cañaverales qué contaminación deja (se ha medido)?. Hay otro aspecto que me inquieta: los cortadores de caña trabajan en jornadas extenuantes, que para soportarlas me he enterado que toman algún fármaco, de ser cierto esto, ¿qué impacto tiene en su salud a largo plazo?.
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