Al proponernos los
conceptos de biosfera y noosfera, en sí mismos y en su fecunda vinculación,
Vernadsky nos ofrece nuevas posibilidades para comprender de manera más
integral la historia ambiental como historia general (natural y social) de la
especie humana.
Guillermo Castro H. / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
“Donde yo encuentro poesía mayor es en los
libros de ciencia, en la vida del mundo, en el orden del mundo, en el fondo del
mar, en la verdad y música del árbol, y su fuerza y amores, en lo alto del
cielo, con sus familias de estrellas, - y en la unidad del universo, que
encierra tantas cosas diferentes, y es todo uno, y reposa en la luz de la noche
del trabajo productivo del día.”
José
Martí: carta a María Mantilla, 1895.[1]
Vladimir Vernadsky
nació en la Ucrania zarista en 1863, y murió en la Rusia soviética, en 1945. Su
vida transcurrió en un periodo especialmente convulso de la historia
contemporánea, que comprendió dos guerra mundiales y dos grandes procesos
revolucionarios en su tierra natal: el de la revolución liberal democrática de
1905 – 1907, y el de la revolución bolchevique de 1918 – 1924, que condujo a la
creación de la Unión Soviética. Esa vida, al propio tiempo, transcurrió también
en lo que fue de la publicación de El
Origen de las Especies, de Charles Darwin, en 1859, y la del primer tomo de
El Capital, de Carlos Marx, en 1867,
a la de la Teoría General de la
Relatividad, de Albert Einstein, en 1915, por sólo mencionar algunos de los
logros más relevantes que abrieron paso al desarrollo de la moderna producción
científica.
De esa época, también,
datan algunos aporte que confirma aquel veritas
filia temporis – la verdad es hija del tiempo (que la confirma o la niega
en la práctica, agregaríamos), tan característico del quehacer científico.
Eduard Suess y Alfred Wegener, por ejemplo, propusieron en 1885 y 1915,
respectivamente, que la forma y distribución de las grandes masas terrestres en
la superficie del planeta Tierra podía ser explicada a través del
desplazamiento continental, una propuesta rechazada por la mayor parte de la
comunidad científica, que solo vino a quedar demostrada en la década de 1960.
El propio Suess adelantó en 1875 la primera aproximación al concepto de
biosfera –en su sentido más sencillo de ámbito del planeta en que es posible la
existencia de la vida -, que Vernadsky elaboraría en la década de 1920 hasta
llevarlo a definir el lugar que ocupaba la materia viviente en la producción de
las condiciones que hacen posible la vida en la Tierra, y el papel de la
materia así evolucionada en la formación y las transformaciones de la propia
corteza terrestre.[2]
Vernadsky, geoquímico
de formación convertido en biogeoquímico por su labor científica, desarrolló el
concepto de biosfera, complementado en la década de 1930 por el de noosfera - que designa el proceso de
transformación de la biosfera por la actividad productiva de los humanos, en
particular a partir del dominio del fuego por éstos en aquella primera
instancia en la que un organismo viviente se apropia de una de las fuerzas de
la naturaleza, y la domina”- cuando aún se carecía de datos precisos sobre la
antigüedad de la Tierra.[3]
Entre fines del siglo XIX y comienzos del XX, en efecto, las estimaciones sobre
el origen y desarrollo de nuestro planeta no excedían los 800 millones de años,
mientras los datos disponibles hoy nos remiten a unos 4500 millones de años.
Tampoco se contaba entonces con una estimación bien fundamentada de la
antigüedad de la vida – calculada hoy en unos 3500 millones de años -, y
persistían las dudas y debates en torno a su origen y los mecanismos de su
evolución.
Aún transcurriría más
de medio siglo tras la muerte de Vernadsky para despejar lo esencial de esos
debates. Eso ocurrió a lo largo del camino que fue de la llamada síntesis
darwiniana - elaborada en lo fundamental por los zoólogos Julian Huxley y Ernst
Mayr; el genetista Theodosius
Dobzhansky; el paleontólogo George Simpson y el botanico George Stebbins, a
fines de la década de 1940 -; el anuncio del descubrimiento de la estructura
del ADN por James Watson y Francis Crick en 1953, y el desarrollo del concepto
de simbiogénesis por biólogos como Lynn Margulis en las últimas décadas del
siglo XX.
Esos logros
científicos, aunados a la creciente preocupación por los problemas generados
por la crisis ambiental global, crearon una circunstancia en la que los temores
por el futuro de la especie humana renovaron el interés por la obra de pioneros
en el tratamiento de las relaciones entre nuestra especie y su entorno natural.
De entre ellos, Vladimir Vernadsky destaca de manera creciente. Su manera de
definir a la biosfera y abordar su formación y sus transformaciones hace de
ésta, como lo dijera él mismo, el equivalente “a la “naturaleza” en el sentido
común del término”, al tiempo que amplía significativamente su alcance. La
noosfera, por su parte, se presenta de igual manera en relación a lo que
usualmente llamamos el “ambiente”.
Se ha insistido mucho
en la necesidad de un diálogo entre las ciencias naturales, las ciencias
sociales y las Humanidades que permita sustentar el desarrollo de un nuevo
pensamiento ambiental que trascienda las definiciones por exclusión propias del
viejo pensamiento positivista. Ese pensamiento ambiental, por su parte, será
nuevo en la medida en que lo sea su capacidad para hacer suya interdependencia
universal de los fenómenos a que se refería Engels en su borrador de 1876, al
recordarnos que
En
la naturaleza nada ocurre en forma aislada. Cada fenómeno afecta a otro y es, a
su vez, influenciado por éste; y es generalmente el olvido de este movimiento y
de ésta interacción universal lo que impide a nuestros naturalistas percibir
con claridad las cosas más simples.[4]
Dentro del nuevo
pensamiento ambiental ocupa un lugar de creciente importancia el estudio de las
interacciones entre los sistemas naturales y los sistemas sociales a lo largo
del tiempo, y de las consecuencias de esas interacciones para ambos. A ese
campo del saber se le llama historia ambiental. Al proponernos los conceptos de
biosfera y noosfera, en sí mismos y en su fecunda vinculación, Vernadsky nos
ofrece nuevas posibilidades para comprender de manera más integral la historia
ambiental como historia general (natural y social) de la especie humana. O, si
se quiere, de comprender a la historia ambiental como historia de la noosfera,
y a ésta como fase superior y más compleja del desarrollo de la bisofera.
El lector bien
informado encontrará, sin duda, afirmaciones de Vernadsky con las que no es
posible estar de acuerdo hoy, sea porque el progreso de la ciencia ha venido
acotando y negando algunas de sus ideas, sea porque el desarrollo de la
sociedad en que vivimos ha venido a desembocar en una situación que bloquea el
potencial que él veía en la ciencia para mejorar por sí misma la vida de
nuestra especie y contribuir al desarrollo de nuestras mejores cualidades. Lo
fundamental, sin embargo, es que los conceptos de biosfera y noosfera desbordan
las limitaciones que los azares de su tiempo le hubieran podido imponer a
Vernadsky, y comprueban hoy mejor que nunca que una verdad, una vez puesta en
movimiento, sigue avanzando hasta que deja de serlo.
Ciudad del Saber, Panamá, mayo de 2015.
[2] “Vernadsky”, nos dicen
Lynn Margulis y Dorion Sagan, “presentó a la materia viviente como una fuerza
geológica – de hecho, como la mayor de las fuerzas geológicas. La vida mueve y
transforma la materia a través de los continentes y los océanos.[…] Al percibir
la vida no como tal, sino como “materia viviente”, estaba en libertad de
ampliar el estudio de la vida más allá de la biología o cualquier otra
disciplina tradicional.” De este modo, “contrastó a la gravedad, que empuja
verticalmente a la materia hacia el centro de la Tierra, con la vida que crece,
corre, nada y vuela. La vida, desafiando a la gravedad, mueve horizontalmente a
la materia a lo largo y ancho de la superficie.” Así, dicen, “Vernadsky hizo
por el espacio lo que Darwin había hecho por el tiempo: tal como Darwin mostró
al conjunto de la vida como descendiente de un ancestro remotro, Vernadsky
mostró que toda la vida habitaba un lugar materialmente unificado, la biosfera.
La vida era una misma entidad, que transformaba en materia terrestre las
energía cósmicas del sol. Vernadsky presentó a la vida como un fenómeno global
en el que la energía del sol era transformada.” Margulis, Lynn y Sagan, Dorion
(1995): What is Life? University of
California Press, 2000, pp. 48 – 52. Traducción de Guillermo Castro H.
Al respecto, por
ejemplo: Vernadsky, V.I. (1998)(1926): The
Biosphere. Complete annotated edition. Copernicus, New York; (1997) (1938):
Scientific Thought as a Planetary
Phenomenon. Nongovernmental Ecological V.I.. Vernadsky Foundation. Moscow.
De allí fue tomado y traducido el fragmento “La transición de la Biosfera a la
Noosfera”, publicado por 21st Century Science & Technology. Special
Anthology. 150 Years of Vernadsky: The Noösphere (Volume 2). 2014. www.21stcenturysciencetech.com . Traducción: gch
[3] Para Vernadsky, dicen
Lynn Margulis y Dorion Sagan, “una capa especial de materia organizada pensante,
asociada a los humanos y a la tecnología, crece y cambia la superficie
terrestre. Para describirla, adoptó el término noosfera, del griego noos,
mente.” Con ello, añaden, “la noosfera se refería a la Humanidad y la
tecnología como partes integrantes de la biosfera planetaria.”
[4] “El
papel del trabajo en la transformación del mono en hombre”. C. Marx y F.
Engels: Obras Escogidas (1 tomo).
Editorial Progreso, Moscú, 1964, p. p. 385.
No hay comentarios:
Publicar un comentario