Qué razón tenía Ernesto, no sólo en
la necesidad del hombre nuevo, sino también en la exaltación de la utopía: “vale mucho
más tener en la boca el sabor agridulce de una frustración querida, que la
imagen alambicada de lo que pudo ser…”; ¡qué sería de los pueblos del mundo sin
la búsqueda de otra realidad, que sería de la humanidad si renunciáramos a la
utopía de otro mundo!
Cristóbal
León Campos / Especial para Con Nuestra América
Desde Yucatán, México
Para ti
I
El Che y el trabajo voluntario: uno de los pilares de su visión del socialismo y el hombre nuevo. |
En estas fechas viene a mi memoria
la síntesis de la utopía plasmada en el Congo en 1965 por Ernesto Che Guevara,
una de sus tesis fundamentales: El
socialismo y el hombre en Cuba, que cumplió cincuenta años de haberse
publicado en el semanario Marcha de
Uruguay el 12 de marzo. En forma de carta vio la luz lo que posteriormente
conoceríamos como el ensayo que reúne las reflexiones sobre el hombre nuevo que
el Che planteó no sólo para Cuba, sino para todo el orbe. La esencia ética
revolucionaria, la construcción del socialismo y la necesidad de un hombre
nuevo, son no menos que provocaciones que el Che lanzó a todo aquel que se
precie de estar a favor de la transformación de la sociedad; no son palabras
menores, es un acto de rebeldía mayor, teóricamente es una ruptura y propuesta
fundamental para los procesos revolucionarios de la época pero también para los
actuales; hay vigencia en esa provocación, hay luz aún en esas ideas
transformadoras.
¿Qué sería de éste mundo si en vez
de creer en la idea de la maldad natural del hombre nos formáramos con la
seguridad del bienestar humano? Más grande seria el desarrollo humano si
elimináramos la competencia de entre nosotros y forjáramos el espíritu de
solidaridad que ha guiado a los hombres y mujeres que con sus actos e ideas rompieron
cadenas y abrieron caminos. Hombres y mujeres nuevos sembrarán las semillas de
ese mundo mejor al que aspiramos. No hay perfil único de ese otro mundo, no hay
una idea sobre otra, no puede ser así, construcción heroica ha de ser como José
Carlos Mariátegui anunciara al escribir sobre la realidad peruana.
II
Entre tanto he releído a ese gran poeta de
América que fue Pablo Neruda, su Canto
General es obra maestra de la poesía y síntesis de nuestra historia, que
dolor y esperanza conjugadas en poema, no por menos el propio Ernesto Guevara
(antes de ser el Che) le recitó a Fidel Castro al conocerlo en México en casa
de María Antonia, un párrafo formidable que resume la trágica intervención de
la los Estados Unidos sobre los países centroamericanos, ese que dice: “Cuando
sonó la trompeta, estuvo todo preparado en la tierra, y Jehová repartió el
mundo a Coca-Cola Inc., Anaconda, Ford Motors, y otras entidades: la Compañía
Frutera Inc. se reservó lo más jugoso, la costa central de mi tierra, la dulce
cintura de América”. ¿Cómo olvidar cuanto ha constado la libertad a nuestros
pueblos? ¿Cómo no pensar en lo justo de quien ha alzado la mano y dicho basta?
¿Cómo olvidar a quienes se ofrendaron por nosotros?
El mimo Che hizo saber a Neruda de la influencia
ejercida por su poesía a tal grado, que al ser capturado y asesinado por el
ejército boliviano, en su mochila llevaba una vieja y muy leída edición del Canto General. ¿Sabrán los poetas la
forma en que influyen? ¿Serán consientes de que cada verso puede guiar incluso
al alma más rebelde? Neruda lo sabía, dedicó sus versos a la libertad y a la
consagración de un ideal, el mismo se sorprendía cuando al llegar a recitales
en fábricas y talleres llenos de obreros cansados por la jornada en una sola
voz repetían sus versos con esperanza. No por nada “La poesía es un arma
cargada de futuro” como dijera el español Gabriel Celaya.
III
Revisando viejas lecturas me encuentro con la
Carta que Ernesto Guevara envío a su amiga Tita Infante desde México el 29 de
noviembre de 1954, años antes de convertirse en el Che, donde le decía con la
agudeza que lo caracterizó que “…los pudores tírelos siempre por la borda
porque complican el asunto. Vale mucho más tener en la boca el sabor agridulce
de una frustración querida que la imagen alambicada de lo que pudo ser…”. Que
profunda amistad los unió, al grado de que Tita al enterarse de la muerte del
Che se dejó morir al poco tiempo, no sin antes, dedicarle un hermoso
recordatorio a un año de la partida heroica de Guevara. Tita fue su confidente
del alma.
Qué razón tenía Ernesto, no sólo en la necesidad
del hombre nuevo, sino también en la exaltación de la utopía: “vale mucho más tener en
la boca el sabor agridulce de una frustración querida, que la imagen alambicada
de lo que pudo ser…”; ¡qué sería de los pueblos del mundo sin la búsqueda de
otra realidad, que sería de la humanidad si renunciáramos a la utopía de otro
mundo!
Otra sería América sí en las escuelas básicas se
leyera de manera permanente la “Carta de Jamaica” de Simón Bolívar, el ensayo
“Nuestra América” de José Martí y
El socialismo y el hombre en Cuba de Ernesto
Che Guevara, junto a nuestras historias libertarias.
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