Nuevas
fuentes de inspiración macroecuménica, como expresión del panorama
pluri-religioso y cultural, son motivo de inspiración desde el cual se tejen
relaciones sociales y de producción soberana desde Latinoamérica y el Caribe.
José Toledo
Alcalde / Especial para Con Nuestra América
"¡Qué bello sería
que el Istmo de Panamá fuese para
nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojalá que algún día tengamos la
fortuna de instalar allí un augusto congreso de los representantes de las
repúblicas, reinos e imperios a
tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de las otras partes del
mundo". Simón Bolívar
Las
expresiones de convivencia y movilidad social en Latinoamérica y el Caribe (en adelante
Abya Yala) desde ejes en común como
tierra, alimentación, educación, salud, comunicación y espiritualidad,
(extramuros eclesiásticos) nos abrieron amplias dimensiones de compresión sobre
los retos y desafíos del ecumenismo a mediados de la segunda década del siglo
XXI. Termino de raíces griegas, usado comúnmente desde una connotación religiosa,
el cual incómodamente nos interpela en medio de la búsqueda de los nuevos
rostros de interacción social y sus manifestaciones sincréticas y seculares las
cuales trascienden los límites de la
institucionalidad religiosa (católica o protestante). La necesidad de
reapropiación del vocablo ecuménico, no solo desde su naturaleza filológica,
sino socio-política y ética, surge no desde el laboratorio de la realeza
lingüística, sino emerge desde la misma dinámica de los movimientos sociales y
la creación de sus alianzas y redes estratégicas. Macroecumenismo o ecumenismo
secular, estos espacios trans-eclesiasticos de interdependencia se nutren de la
fuerza, sabiduría y del respeto por la más amplia variedad y diversidad de
expresiones religiosas-espirituales, de género-transgénero y cultural. Nos
ocuparemos en medio de la insurgencia de esta nueva perspectiva ecuménica
sincrética y secular de realizar una somera y superficial revisión de conceptos
como ecumenismo, dialogo interreligioso y macroecumenismo.
Memoria. Desde la
interpretación del pueblo Kuna Yala
de Panamá, Abya significa sangre y Yala montaña, tierra en plena madurez
o tierra de sangre vital,
nombre
atribuido a las Américas antes de la llegada de las expediciones invasoras
provenientes de Europa. Por otro lado, oikoumene,
de la raíz griega oikos “casa”,
interpretada como “[tierra] habitada”, “casa común” fue en donde se desarrolló
la vida domestica. Nombre designado por los griegos al mar Mediterráneo,
ambiente geográfico, espacio vital de todos y todas. En un primer momento, el
vocablo oikoumene, fue entendido
desde una perspectiva geográfica. Filósofos como Herodoto, Demóstenes,
Aristóteles, etc. lo usaron para diferenciar el mundo helénicamente habitado y
los otros mundos desconocidos. Fue a fines del siglo IV a.C cuando, desde la
expansión invasora de Alejandro Magno, fue usado frecuentemente el concepto oikoumene haciendo alusión al mundo
habitado y en expansión. Es desde la expansión de los límites helénicos y el
reconocimiento de otras culturas que el concepto oikoumene adquirió significado cultural. Esta precaria unidad de
diversas expresiones culturales encontró sus primeras manifestaciones en el
surgimiento de la referencia unificadora del globalizante poderío griego: el
ser humano helénico como modelo superior. Este individuo cosmopolita,
continuado en el Imperio romano, será la futura antítesis del bárbaro,
ignorante, e incivilizado de las poblaciones por subyugar. De las pequeñas
polis (ciudades) griegas, la expansión de la “casa habitada” del poderío griego
se entendió geográfica y culturalmente como oikoumene.[1]
Es
a partir de la caída del poderío helénico y la instauración del imperio romano
en donde oikoumene se entendió desde
su visión política acompañando el voraz y avasallante crecimiento de los
límites del imperio al cual denominaron Mare
Nostrum (Mar nuestro). Cabe resaltar, que a pesar del poderío
político-militar de Roma, la lengua universal de la época fue el koiné, habla común o griego helenístico,
con toda su implicancia cultural helénica. De allí que cuando hablamos de
ecumenismo su comprensión histórica desde las esferas geográfica, cultural y
política es clave. En palabras de teólogo Julio de Santa Ana: “La totalidad de
las experiencias humanas revela su complejidad, su variedad, su gran
diversidad, lo cual es aun más evidente cuando se observa cuando se observa la
forma como las diversas sociedades a través de la historia han intentado
organizarse e institucionalizar el uso del poder sobre la sociedad”.[2] El
imperio se convirtió en el epicentro del universo y la fusión de los pueblos
giraba, sometidamente, en torno al poder absoluto de Roma. Fue con Constantino
(272-337), su conversión al cristianismo y la asunción de la cristiandad como
religión oficial del imperio en el periodo del emperador Teodosio (347-395) ,
con el cual el oikoumene
geográfica-cultural y políticamente se consolida. Ese carácter universal de la
cristiandad como religión imperial fue el que persistió hasta las
confrontaciones entre la Iglesia Católica y la disidencia clerical europea
entendida como Reforma. Europa en el siglo XVI estuvo plagada de sangrientas
guerras religiosas entre el papado y los reformadores. La necesidad de la
unificación religiosa (ecumenismo religioso) surge desde Europa y a partir de la
crisis de la cristiandad occidental, aspecto que fue antepuesto a su histórica
significación geo-cultural-política.
La
fusión eclesiástica tuvo la impostergable tarea de recrearse en espacios
visibles y protagónicos en un nuevo escenario histórico, diametralmente
diferente a sus inicios allá por los años 1795 en el cual se formó la Sociedad
Misionera de Londres conformada por la Sociedad bíblica británica y
agrupaciones misioneras de Norteamérica. Es en 1846 en donde se dan las bases
del naciente movimiento ecuménico, la Alianza Mundial de Londres será la
antesala de la Conferencia Misionera de Edimburgo celebrada en 1910. Histórico
evento del cual surgieron al Concilio Mundial de Iglesia (CMI). Cuatro
esfuerzos fueron los que precedieron a su constitución: en 1921 el Concilio
Misionero Internacional; de Vida y Acción en 1925 en Estocolmo; de Fe y
Constitución en Lausana, Suiza 1927 y la formación del CMI constituida en
Ámsterdam, Holanda en 1948. Todo esto desde los esfuerzos de las diferentes
expresiones denominacionales de las iglesias provenientes de la Reforma
protestante. Por otro lado, en 1920 la Iglesia Ortodoxa había promulgado una
encíclica a “todas las Iglesias del Mundo” proponiendo la creación de una “Liga
de Iglesias”. Desde la perspectiva Católica, no obstante, los esfuerzos entre
anglicanos, católicos romanos y ortodoxos (patriarcado de Constantinopla)
creando en 1857 la Asociación para la promoción de la unidad de la cristiandad
(APUC) y no fue hasta el Concilio Vaticano II, convocado por Juan XXIII
(1962-1965), que la apertura ecuménica cristiana-interreligiosa adquiere
preponderancia.
En
1964 el Concilio Vaticano II promulgó tres textos conciliares: Unitatis redintegratio (UR) sobre el
ecumenismo, Dignitatis Humanae (DH) sobre
la libertad religiosa y Orientalium
Ecclesiarium (OE) sobre las Iglesias Orientales. UR en su introductoria
declaración de principios declaraba su naturaleza exclusivamente cristiana: “En
este movimiento de unidad, llamado ecuménico, participan los que invocan al Dios
Trino y confiesan a Jesucristo como Señor y Salvador” (1964). La clara posición
central de la Iglesia Católica fue el punto vector de todo intento de unidad,
como otrora lo fue el imperio romano, fuera del imperio todo era contrario a su
supremacía, dentro, todo bajo sus pies. De allí la historia de los “hermanos
separados” y los que ni siquiera llegan a ser primos, los completamente
perdidos de la gracia divina. En el imperio la supremacía de las divinidades
romanas y la deidad encarnada, el César. La declaración DH señaló: “todos los
hombres y grupos sociales, en el ejercicio de sus derechos, están obligados por
la ley moral a tener en cuenta los derechos de los demás y sus deberes para con
los otros y para con el bien común de todos. Con todos hay que obrar conforme a
la justicia y al respeto debido al hombre” y en el texto OE se remarcó a las
iglesias orientales como “hermanos separados” con derecho al ejercicio del
sacerdocio dentro de los parámetros cristocentricos.
Ecumenismo y dialogo inter-religioso.
Desde los documentos del Concilio solo se puede hablar de ecumenismo y diálogo
interreligioso desde una perspectiva cristiana, sujeta a los documentos de la
Iglesia y contando con la Biblia como normatividad directriz. La apertura a
organizaciones religiosas no cristianas (Judaísmo, Islamismo, etc.) ingresaron
dentro de un marco de relaciones entendido como dialogo inter-religioso, más no
como ecumenismo propiamente dicho, ya que el término fue exclusivamente
reservado a acciones provenientes del ámbito cristiano. Entonces, tenemos a
estos dos grandes ejes ecuménicos de la cristiandad: el representado por el
Concilio Mundial de Iglesias (CMI, Ginebra, 1948) y en de la Iglesia Católica
con su larga historia de Concilios ecuménicos. Fuera de allí todo es dialogo
inter-religioso y relación con los “hermanos separados” como lo aseveró el
Concilio Vaticano II: “Es necesario que los católicos reconozcan con gozo y
aprecien los bienes verdaderamente cristianos, procedentes del patrimonio
común, que se encuentran en nuestros hermanos separados”. El primer encuentro interreligioso organizado
por el CMI se celebró en el Líbano en 1970 con representantes budistas, hindúes
y musulmanes. En 1975 se realizó en Nairobi y en 1977 un grupo de especialistas
formularon “directrices para el dialogo”, en 1979 el CMI recomendó las
directrices para su “estudio y acción”. En palabras del teólogo Gustavo
Gutiérrez[3]:
“El hecho es que ante el tema de la pluralidad religiosa es claro que una
aproximación ecuménica es de primera importancia…es lo que se ha llamado el
“ecumenismo ecuménico” que no se limita a las relaciones entre confesiones
cristianas, sino que plantea un amplio dialogo con otras tradiciones
religiosas…”.[4]
A pesar de la apertura extramuros , en donde la salvación fuera de la iglesia
era entendida como posibilidad, la propuesta ecuménica siempre insistió en su
perfil doctrinal y dogmáticamente cristiano como bien lo resumió Gottfried
Brakemeier: “El ecumenismo significa exactamente eso, es decir, concientizar a
las personas de los fundamentos de la comunión humana, catapultados por la obra
del trino Dios, para construir sobre ellos una ‘comunidad’ que sepa ser grata a
Dios, que sea solicita en el cumplimiento de la voluntad divina y que tenga,
exactamente así, la promesa de bendición”. [5]
En
la búsqueda de nuevos paradigmas de unidad, el teólogo Theo Buss[6]
abordó el movimiento ecuménico desde una perspectiva liberadora en la cual
observamos su alusión al teólogo Hans Kung quien reconoció en las religiones la
existencia de máximas y preceptos fundamentales: “cada religión tiene normas
éticas no negociables, máximas basadas en una fe incondicional, un absoluto,
validas para centenares de millones de creyentes”.[7] Es así como, para el teólogo, desde el perfil
religioso, existen 5 ejes transversales que cruzan el panorama ético
interreligioso y una regla de oro: Desde la normatividad judeo-cristiana existe
el Decálogo en Exodo20, Deuteronomio 5 y Mateo 22, 36-40 o desde la cosmovisión
andina Ama Sua (no seas ladrón), Amma Llulla (no seas mentiroso) y Ama Khella (no seas flojo). Según Hans Kung existen cinco claves
éticas aplicables a todos los campos de interrelación: No mataras, No mentiras,
no robaras, no fornicaras y respetaras y amaras a tus padres e hijos. La regla
de oro empezando desde el filósofo chino Confucio (551-479 a.C) señala: “Lo que
tú mismo no deseas, no lo hagas a otros”. El judío Hillel sostuvo: “No hagas a
otros lo que no quieras que te hagan a ti. Para el cristianismo desde el Sermón
de la montaña sentenció: “Todo lo que ustedes desearían de los demás, háganlo
con ellos: ahí tienen toda la ley y los profetas (Mateo 7,12).
El
ultimo Concilio ecuménico, Vaticano II, respondió a su época (1960-1964). La
Iglesia abrió sus ventanas a nuevos vientos; Medellín (1968) y Puebla (1972)
definieron los nuevos derroteros teológico-pastorales donde se rediseño el
perfil eclesiológico de un caminar en donde la Iglesia comenzaba asumir la opción preferencial por los pobres desde
las entrañas de su propia institucionalidad. Fue a inicios de los ‘70 en Chile
que se conforma el grupo Cristianos por
el Socialismo (CPS) compuesta por un grupo de sacerdotes católicos quienes
responden desde la Teología de la Liberación y los movimientos sociales las
demandas de unidad como resistencia a la política represiva desatada con el
derrocamiento de Salvador Allende. Como resultado de esta suerte de ecumenismo
secular, muchos sacerdotes, religiosas y laicos comprometidos sufrieron
persecución, torturas y asesinatos como consecuencia de esta nueva opción
política desde la opción por el proyecto político de las clases explotadas. En
palabras del sacerdote peruano Alejandro Cussianovich: “La opción político de
las clases explotadas pone en crisis, es decir en tela de juicio, una
perspectiva individualista tan marcante aun en la vida espiritual y en las
formas de vida religiosa; el mundo de lo político desde los sectores populares
cuestiona y pone de manifiesto las limitaciones de cierta perspectiva
personalista…lo político y popular conllevan a una perspectiva más bien
colectiva, comunitaria y universal”.[8]
Esta visionaria interpelación de Cussianovich colocó una de las bases fundantes
del ecumenismo sincrético y secular como paradigma de unidad e integración
desde Abya Yala para el mundo.
No
obstante todos estos avances tuvieron que surgir reflexiones como Iglesia, Carisma y Poder (1982) del
teólogo brasilero Leonardo Boff el cual puso en evidencia la decadencia de la
estructura religiosa católica. Más allá de los esfuerzos ecuménicos surgidos de
las elites religiosas y las aperturas teológico-pastorales desde métodos de
interpretación antagónicos al fundamentalismo hermenéutico de teologías
sistemáticas de orden liberal, el ecumenismo surgido desde la experiencia de
las Comunidades de Base en el Brasil (CBs), su presencia en el Movimiento Sem Terra, y en el Partido dos Trabalhiadores (PT), marcó
una clara diferencia en la propuesta ecuménica de las organizaciones populares
con base de fe y sus planteamientos ortodoxos sobre prácticas ecuménicas espontaneas
y solidarias surgidas desde la periferias del poder central, insurgiendo – de
esta manera - nuevos márgenes del poder socio-político desde ejes alternativos
contra hegemónicos. Ecumenismo espiritual, socio, político, económico y ético donde a partir de la esperanza y resistencia
de los pobres la creación de redes comunitarias extrapoló el exclusivo enfoque
religioso.
El
ecumenismo militante de las iglesias populares y comunidades de bases fue
cruentamente perseguido en años de las dictaduras militares en América Latina y
el Caribe. Laicos y laicas y el clero en su conjunto sufrieron la sangrienta
cacería del sector burgués-militar financiado directamente por los EE.UU.
Chile, Perú, El Salvador, Colombia, Bolivia fueron testigos del sistemático acoso
de la jerarquía religiosa por parte de uno de sus más radicales representantes
conservadores el Papa Juan Pablo II, miembro del Opus Dei y amigo de
sanguinarios dictadores como Pinochet o Videla. ¿En estas circunstancias que
mensaje ecuménico de justicia y opción preferencial por los pobres y excluidos
podría surgir de una institución eclesiástica infectada por opciones políticas
cómplices del statu quo
político-religioso?
Ecumenismo financiero.
Después de la caída del muro de Berlín y la crisis del Socialismo histórico se
dio inicio a la fase más cruel e inicua del rostro del capitalismo, el
paradigma neoliberal y la concomitante globalización de la religión del consumo
y el ecumenismo corporativamente financiero, ecumenismo entendido como la
ocupación de los espacios vitales y la homogeneidad de las diversidades. En
este contexto nuevas corrientes teológicas surgieron, la teología del progreso,
del desarrollo y corrientes para-teológicas de crecimiento personal llenaron un
mercado en donde el vacio de valores éticos fue imprescindible llenarlo con
nuevas ideologías de control a través de filosofías del éxito. Pragmáticas
visiones de la hegemonía del mercado como nuevo sujeto eje de un ecumenismo
invisible, el de los ricos y pobres en torno a la teoría de la acumulación y el
consumo. Es así como una suerte de neo-ecumenismo secular aparece en donde la
simbología religiosa fue reemplazada por un nuevo paradigma ecuménico el
económico. La imagen de Dios reemplazada por los poderes omnipresentes y
omniscientes de entidades todopoderosas y reguladoras de todo tipo de
existencia, las corporaciones financieras y gurúes,
profetas de un sistema basado en el libre mercado globalizan con el Capital
como ídolo supremo se convierte en una nueva religiosidad fuente de un
ecumenismo secular sostenedor del establishment.
Paradigma económico confrontado desde Abya Yala por la puesta en escena de
nuevas propuestas de unidad y creación de frentes alternativas de unidad e
integración como el surgimiento del Movimiento Bolivariano 300 (M300)
aglutinador de expresiones de las sociedad de la región provenientes de
diferentes frentes socio-político-religioso.
Fue
a inicios de los ’90, en la fase de la consolidación del neoliberalismo
ensayado desde el ‘73 en Chile, en donde el M300, liderado por el otrora
teniente Hugo Chávez Frías, insurgen fallidamente en lo que vendría a ser la
aparición del Bolivarianismo, fase
inicial de lo que algunos analistas califican como el ingreso al Socialismo del
siglo XXI. Es en este nuevo contexto regional en donde nuevas coaliciones y
convergencias sociales son constituidas. La aparición de la utopía Bolivariana
reaviva un discurso teológico que surge a partir de principios evangélicos como la justicia, equidad
y paz siendo asociados permanentemente como base de una experiencia, no más
exclusiva y excluyente cristiana, sino interreligiosa y popular. Las
coaliciones sociales integradas en torno a los valores revolucionarios del
proyecto bolivariano hizo posible que las diferencias de fe, creencias, credos
y dogmas no sean más una limitación para la unidad y no solo del sector
confesionalmente cristiano, estamos hablando de la sociedad en su conjunto.
Esto no quiere decir que no existan diferencias irreconciliables aun dentro del
proceso de transformación socialista, las existe y su existencia es reflejo
fiel de la multidiversidad y las luchas por crear situaciones de unidad en
medio de la diversidad y pluralidad como reacción de principios ante toda
perspectiva de ecumenismo económica y religiosamente excluyente.
En
anecdótica analogía nos coloca la historia al releer los esfuerzos de unidad e
integración americana, en la cual se involucró el libertador Simón Bolívar en
1826 cuando convocó al primer Congreso Americano. Intento que fueran seguidos
por el Congreso Americano en Lima (1847), el Congreso Continental en Santiago
de Chile (1856) y el segundo Congreso Americano de Lima (1864). No se dejo
esperar la reacción hegemónica de Washington y en 1889 convoco a la I
Conferencia Panamericana en donde se propuso la Unión Aduanera y la creación de
una moneda en común. No obstante, los esfuerzos de integración – pan-ecumenismo
regional – de parte del libertador no dejaron de contar con ese perfil
uni-versal, eclesiocentrico y culturalmente excluyente, en donde la diversidad
de credos, confesiones y expresiones culturales fueron – hasta cierto punto –
invisibilizadas imponiendo, de esta manera, la normatividad
cultural-teológico-religiosa, como clave de integración ecuménica. En palabras
de Simón Bolívar: “Yo deseo más que
otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su
extensión y riquezas que por su libertad y gloria. Es una idea grandiosa
pretender formar de todo el mundo nuevo una sola nación con un solo vínculo que
ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un
origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería por
consiguiente tener un solo gobierno que confederase los diferentes Estados que
hayan de formarse; mas no es posible porque climas remotos, situaciones
diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes, dividen a la América”. [9]
El
ecumenismo con base religiosa y teológica excluyente, desde y hacia el
cristianismo, empoderó y empodera la lógica de la fragmentación de las
espiritualidades desde la óptica hegemónica del pensamiento único. Estructura
de control y dominio occidental el cual se nutre de sociedades fragmentadas
unidas en torno a un único valor, el pensamiento único en torno a una
alternativa resolutiva de conflictos como es la teoría del mesianismo
cristiano. Son excepciones, a la regla ecuménica unilateral, como Monseñor
Oscar Arnulfo Romero (asesinado en El Salvador), Leonardo Boff, Frei Beto o
Gregorio López Gorostieta (asesinado en México) y reflexiones de grupos
ecuménicos de base quienes emitieron y emiten juicios de valor y apoyan
procesos de transformación desde los movimientos sociales donde asumieron sus
compromisos políticos en favor de la defensa de los débiles y excluidos y en
pro de nuevos conceptos y modelos de convivencia con equidad y justicia global.
Nuevo paradigma.
De la misma forma y como respuesta a la hegemonía del desequilibrio planetario,
nuevas respuestas teológicas dan sus frutos. Verbi gratia, la corriente eco-teológica, el reflexionar sobre la
tierra y su entorno cósmico desde la perspectiva de la fe adquiere notable
relevancia desde un singular marco teórico discurso teórico y la intensa
búsqueda de articulación organizacional a escala global y el relevante esfuerzo
del Departamento Ecuménico de Investigaciones en el DEI, en San José, Costa
Rica, el cual desde encuentros como el taller socio-teológico “Desconexiones
decoloniales: luchas y espiritualidades de los pueblos originarios y
afrodescendientes de Abya Yala” promueve el encuentro ecuménico en donde
expresiones de movimientos sociales políticos y religiosos discuten pautas de
integración y construcciones de redes ecuménicamente solidarias en torno a sus
tradiciones culturales, resistencias decoloniales, espiritualidades,
construcciones de esperanzas y códigos éticos.
Enfoques
pastorales como la pastoral de personas en situación de refugio, migración o de
orientaciones sexuales diversas cumplen un esperanzador rol dentro de este
nuevo enfoque de análisis surgido dentro del gran esquema de fragmentación de
la espiritualidad de los pueblos en base al pragmatismo ortodoxo de la
institucionalidad religiosa y el interés del statu quo por perpetuar una religiosidad espiritualmente
ahistórica, acrítica y apolítica. Nuevas fuentes de inspiración macroecuménica,
como expresión del panorama pluri-religioso y cultural, son motivo de
inspiración desde el cual se tejen relaciones sociales y de producción soberana
desde Latinoamérica y el Caribe.
En
medio de un contexto regional en donde el resurgir de nuevos modelos de
relaciones socio-político-económica son articulados desde experiencias como
UNASUR, ALBA-TPC, CELAC, MERCOSUR, etc., se impone la necesidad de unir
esfuerzos éticos antes de marcar diferencias religiosas o confesionales. Unidad
regional, macroecumenismo ético-político, en torno a los intentos de perpetuar
la idolatría del Capital como religión. Walter Benjamín señaló: “Hay que ver en el
capitalismo una religión. Es decir, el capitalismo sirve esencialmente a la
satisfacción de las mismas preocupaciones, penas e inquietudes a las que daban
antiguamente respuesta las denominadas religiones. La comprobación de esta
estructura religiosa del capitalismo, no sólo como forma condicionada
religiosamente (como pensaba Weber), sino como fenómeno esencialmente
religioso” (1921).[10]
El cambio de clave normativa, pasar del imaginario salvífico espiritual al
económico, del dogma religioso al financiero, del pago del diezmo a las letras
de crédito, es el camino por desmitificar que el ecumenismo sincrético-secular,
signo de unidad del siglo XXI tiene por delante, proyecto inclusivo e
integrador resultado del legado bolivariano y martiano.
Ya,
José Martí avizoraba la unidad de los contrarios en miras a un ecumenismo
basado en principios éticos: ¡Pues nada menos proponemos que la religión nueva
y los sacerdotes nuevos! ¡Nada menos vamos pintando que las misiones con que
comenzará a esparcir pronto su religión la época nueva! Revelar…la Ley
ineludible, la razón triunfante, el porvenir seguro, la esterilidad de la precipitación,
la reacción que acarrea la rebelión inculta, el triunfo definitivo de la calma
activa, es ser caballero de los hombres, obrero del mundo futuro, cantor del
alba, y sacerdote de la iglesia nueva. Una iglesia sin credo dogmático, sino
con ese grande y firme credo que la majestad del Universo y la del alma buena e
inmortal inspiran, ¡qué gran iglesia fuera! ¡y como dignificaría a la religión
desacreditada! Esa es la iglesia nueva que reemplazará a la que se va”. [11]
Paradoxalmente, es en los EEUU en donde hemos encontrado una propuesta
secular-eclesiástica de praxis ecuménica desde un perfil sincrético-secular.
La propuesta ecuménica de la Iglesia Unitaria
Universalista de los EE.UU nos da ideas de ese poliedro códigos éticos propuestos en la consolidación
de procesos ecuménicos sincréticos-seculares en donde el factor religioso sea
tan solo un componente más de una serie de transversalidades éticas. Esta
inusual propuesta eclesiástica, carente del credo de los apóstoles, manifiestos
conciliares y dogmaticas teologías propone una experiencia ecuménicamente
comunitaria basada en la construcción de espacios de interacción social e incidencia política desde valores y
principios ético-político-transversales. Principios como la dignidad y valor
propio de cada persona; la justicia, equidad y compasión en las relaciones
humanas; la aceptación del uno al otro y el estímulo del crecimiento espiritual
en nuestras congregaciones; búsqueda libre y responsable por la verdad y el
sentido; el derecho de la conciencia y el uso del proceso democrático dentro de
nuestras congregaciones y en la sociedad en general; la meta de una comunidad
mundial con paz, libertad y justicia para todos; el respeto por la gran red
interdependiente de nuestra Planeta Tierra de la cual somos
una parte. Dentro del compromiso que asumen notamos siete
lineamientos: 1. Vivir con integridad, tanto intelectual, como moral; decir lo que sabemos que
es así y hacer lo que sabemos que es correcto. 2. Vivir con compasión; identificarse como
los otros seres humanos y criaturas sobre la tierra; ayudar y ser amables.3.
Vivir con percepción; ser
sensibles a la belleza, a los sentimientos y a las verdades ocultas.4.Vivir en relación; estar abiertos a la
intimidad y participar en la comunidad.5. Vivir con propósito; establecer un compromiso continuado con el crecimiento,
y perseverar en los esfuerzos para asimilar nuevas habilidades, y usar nuestras
capacidades productivamente para cambiar el mundo de maneras útiles. 6. Vivir
con atención; ser consientes de nuestro dolor y nuestro gozo, ser reflexivos en
nuestro conocimiento de nosotros mismos, y saborea todos los momentos de la
vida y la última, 7. Vivir con profundidad;
mantener un sentido de conexión con nuestro propio pasado y futuro, con
el mundo que nos rodea, con aquellos que amamos, y con aquella fuente de vida
que hace posible el resto.[12]
Desde esta perspectiva no hay lugar para salvación y perdición, para mesías o
programas proselitistas de unidad.
Frente a la
unicidad de pensamiento de un ecumenismo religioso, en donde fuera de la
Iglesia Católica no hay salvación, como lo señaló Joseph Card. Ratzinger, “la acción del Espíritu no está fuera o
al lado de la acción de Cristo. Se trata de una sola economía salvífica de Dios
Uno y Trino…serían contrarias a la fe cristiana y católica aquellas
propuestas de solución que contemplen una acción salvífica de Dios fuera de la
única mediación de Cristo”.[13]
Leonardo Boff reaccionó a esta unilineal comprensión de la espiritualidad: “el Cardenal
Ratzinger, después Papa Benedicto XVI, destrozó 50 años de ecumenismo Dominus Iesus, que es uno de los
documentos más retrógrados y más dañinos a la Iglesia. ¿Por qué? Porque
resucita la vieja idea medieval: que fuera de la Iglesia no hay salvación, y de
cara a las demás iglesias dice: no son iglesias. Tiene elementos eclesiales,
porque ha ofendido a todas las iglesias. A las religiones dice: todas ellas
están en peligro de salvación, porque no pertenecen a la iglesia. Entonces,
repetir en el siglo XXI esa típica doctrina, yo diría que es casi una blasfemia
contra el Espíritu Santo, destrozó todo el ecumenismo”. [14]
Gran abismo separa la sectaria posición del ex Sumo Pontífice con la franca
apertura del Papa gaucho Francisco quien desde su radical postura ético-moral a
favor de los valores fundantes de la religiosidad judeo-cristiana libra una
importante lucha ecuménica al parecer mas sincrético-secular que
religiosa.
Ecumenismo y teología de la triple “T”.
La elección del Papa Francisco, primer pontífice latinoamericano, y el
innegable giro de la Iglesia hacia caminos de apertura e inclusividad, nunca
antes vistas, cambian el rostro alicaído de una de las primeras potencias
religiosas del mundo trastornado por una historia corroída por la corrupción
generalizada y la negación de sus principios de fe. El acercamiento del Sumo
Pontífice al teólogo peruano Gustavo Gutiérrez Merino, uno de los gestores
principales de la Teología de la Liberación Latinoamericana, abrió un nuevo capítulo
de relaciones teológico-pastoral con una perspectiva de la fe asumida como
sepultada y superada por la vorágine de corrientes de razonamiento post-moderno
dentro del marco acrítico, apolítico y ahistórico rasgos ideológicos fundantes
del neoliberalismo imperante el cual
asumimos se encuentra en su última fase.
Fue en su encuentro con los Movimientos Populares celebrada en el Aula
Vieja del Sínodo el martes 28 de octubre de 2014[15]
en donde el Papa Francisco mostró el rostro decolonizador de un perfil ecuménico
basado en códigos éticos antes que en apologías eclesiológicas o ilustradas
campañas proselitistas. Para Leonardo Boff: “Francisco pronunció palabras que
fueran leídas por muchos analistas como una exhortación a los excluidos para
que luchen, como un llamado al derecho a la rebelión de quien no tiene tierra,
vivienda ni trabajo para que los consiga a través de la lucha social”.[16]
Nuevo e insurgente rostro ecuménico. Quedó demostrado en el histórico encuentro que el nuvo rostro del
ecumenismo parte de los movimientos sociales de sectores empobrecidos y
excluidos de nuestras sociedades, así como de sus luchas como sujetos de
transformación y más nunca como objetos de proselitismo religioso. La
teoría del ecumenismo religioso y evangelísticamente proselitista cayó por los
suelos del obsoleto paradigma colonialista de la cristiandad. No hubo llamado
al arrepentimiento, ni alusión a la Iglesia como la “santa madre” y redenciones
expiatorias. No existió teología de la cruz o de la salvación, en todo caso, la
teología compartida fue la demostración de la figura de la divinidad
involucrada en el proceso de liberación socio-política de los sectores
excluidos del sistema el cual es gobernado por el “dios dinero” y una teología
convertida en código político-ético ejemplarmente diseñada en la triple T:
tierra, techo y trabajo. El planteamiento medular se basó en el análisis del
desequilibrio injusto del sistema imperante. En relación al problema de la tierra señaló: “Me preocupa la erradicación
de tantos hermanos campesinos que sufren el desarraigo, y no por guerras o
desastres naturales. El acaparamiento de tierras, la desforestación, la
apropiación del agua, los agrotóxicos inadecuados, son algunos de los males que
arrancan al hombre de su tierra natal. Esta dolorosa separación, que no es sólo
física, sino existencial y espiritual, porque hay una relación con la tierra
que está poniendo a la comunidad rural y su peculiar modo de vida en notoria
decadencia y hasta en riesgo de extinción”.
La implícita y explicita defensa de la soberanía
alimentaria, como código ético ecuménico,
fue articulada desde la Doctrina Social de la iglesia y el abordaje del
hambre como inequidad producto del corroído sistema Capitalista: “Cuando la especulación
financiera condiciona el precio de los alimentos tratándolos como a cualquier
mercancía, millones de personas sufren y mueren de hambre. Por otra parte se
desechan toneladas de alimentos. Esto constituye un verdadero escándalo. El
hambre es criminal, la alimentación es un derecho inalienable. Sé que algunos
de ustedes reclaman una reforma agraria para solucionar alguno de estos
problemas, y déjenme decirles que en ciertos países, y acá cito el Compendio de
la Doctrina Social de la Iglesia, ‘la reforma agraria es además de una necesidad
política, una obligación moral’ (CDSI 300[17]).
La defensa al techo fue el segundo código ético: “Hoy vivimos en inmensas
ciudades que se muestran modernas, orgullosas y hasta vanidosas. Ciudades que
ofrecen innumerables placeres y bienestar para una minoría feliz… pero se le
niega el techo a miles de vecinos y hermanos nuestros, incluso niños, y se los
llama, elegantemente, “personas en situación de calle”… “Sigamos trabajando
para que todas las familias tengan una vivienda y para que todos los
barrios tengan una infraestructura adecuada (cloacas, luz, gas, asfalto, y
sigo: escuelas, hospitales o salas de primeros auxilios, club deportivo y todas
las cosas que crean vínculos y que unen, acceso a la salud –lo dije- y a la
educación y a la seguridad en la tenencia”.
El tercer elemento ético que completa la triada de un
nuevo perfil ecuménico sincrético-secular es el trabajo: “No existe peor
pobreza material - me urge subrayarlo-, no existe peor pobreza material,
que la que no permite ganarse el pan y priva de la dignidad del trabajo. El
desempleo juvenil, la informalidad y la falta de derechos laborales no son
inevitables, son resultado de una previa opción social, de un sistema económico
que pone los beneficios por encima del hombre, si el beneficio es económico,
sobre la humanidad o sobre el hombre, son efectos de una cultura del descarte
que considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede
usar y luego tirar.
Hoy, al fenómeno de la explotación y de la opresión se le
suma una nueva dimensión, un matiz gráfico y duro de la injusticia social; los
que no se pueden integrar, los excluidos son desechos, “sobrantes”… “Esto
sucede cuando al centro de un sistema económico está el dios dinero y no el
hombre, la persona humana. Sí, al centro de todo sistema social o económico
tiene que estar la persona, imagen de Dios, creada para que fuera el dominador
del universo. Cuando la persona es desplazada y viene el dios dinero sucede
esta trastocación de valores”. Es así como el encuentro se convirtió, en lo que
llamaríamos, la agenda ecuménica sincrético-secular para el siglo XXI. En
palabras del Papa Francisco: “Sé que entre ustedes hay personas de distintas
religiones, oficios, ideas, culturas, países, continentes. Hoy están
practicando aquí la cultura del encuentro, tan distinta a la xenofobia, la
discriminación y la intolerancia que tantas veces vemos. Entre los excluidos se
da ese encuentro de culturas donde el conjunto no anula la particularidad, el
conjunto no anula la particularidad. Por eso a mí me gusta la imagen del
poliedro, una figura geométrica con muchas caras distintas. El poliedro refleja
la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan la originalidad.
Nada se disuelve, nada se destruye, nada se domina, todo se integra, todo se
integra. Hoy también están buscando esa síntesis entre lo local y lo global. Sé
que trabajan día tras día en lo cercano, en lo concreto, en su territorio, su
barrio, su lugar de trabajo: los invito también a continuar buscando esa
perspectiva más amplia, que nuestros sueños vuelen alto y abarquen el todo”.
A estas alturas nos planteamos la interrogante: ¿Tiene la
teología ecuménica desde Abya Yala
algo que decir en un mundo convulsionado por plagas de destrucción como las
guerras, riqueza-pobreza, ecocidio, etnocidio, éxodos humanos, homofobias,
mafias corporativas-gubernamentales, etc.? Pareciera que la teología de la
triple T, la Paz y la Ecología fusionada por los movimientos sociales y el Papa
Francisco, así como la experiencia secular-eclesiástica de la Iglesia Unitaria
Universalista señalan un jalón referencial a considerar en los nuevos rostros
ecuménicos entretejidos en el vasto tapete del movimiento social en Abya Yala. Desde el amplio espectro político de
inspiración bolivariana y martiana asistimos al nacimiento de una nueva
comprensión de las relaciones sociales, comerciales, productivas y ambientales
las cuales surgieron del paradigma socialista de la Mayor de las Antillas
la cual encuentra su desarrollo y
consolidación regional en el adolescente periodo del proyecto bolivariano. No
tiene sentido que la visión ecuménica persista en su visión unilateralmente
religiosa. Los desgarros del poliedro histórico de los movimientos sociales, la
resistencia y siempre vigencia de las espiritualidades originarias, así como el
vertiginoso cambio del paradigma político internacional, de orientación
socialista desde Abya Yala hacia el
mundo, nos colocan en la compleja situación de reapropiarnos del concepto
ecuménico desde una visión sincrética-secular en donde la unidad de los
diversos gire en torno a ejes solidarios y éticos.
La interpeladora visión de la solidaridad como signo del
neo-ecumenismo en Abya Yala, visión
exprimida por el Papa Francisco en el encuentro con los movimientos sociales:
“Solidaridad es una palabra que no cae bien siempre, yo diría que algunas veces
la hemos transformado en una mala palabra, no se puede decir; pero es una
palabra mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos. Es pensar y
actuar en términos de comunidad, de prioridad de vida de todos sobre la
apropiación de los bienes por parte de algunos. También es luchar contra las
causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, la
tierra y la vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es
enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero: los desplazamientos
forzados, las emigraciones dolorosas, la trata de personas, la droga, la
guerra, la violencia y todas esas realidades que muchos de ustedes sufren y que
todos estamos llamados a transformar. La solidaridad, entendida, en su
sentido más hondo, es un modo de hacer historia y eso es lo que hacen los
movimientos populares”.
Será desde la realidad de los pueblos originarios, lejos
de propuestas institucionales de prácticas ecuménicas de convenciones y
concilios jerárquicos, aquellas que nos ayudaran, conjuntamente con las
propuestas alternativas que van surgiendo, a reorientar los intentos de unidad
e integración de las diversidades culturales fragmentadas. Finalizamos haciendo
referencia a tres visiones de unidad desde las culturas del Pacifico: Maneaba, de las islas Kiribati; Fale Tele, de las islas Samoa y la estera desplegada de los Tonga. Para los
Maneaba la unida e integración se da
desde la visión de una casa central y abierta la cual sirve como espacio de
encuentro inter-generacional en donde el compartir alimentos y todo tipo de
cuidados es parte de la construcción social. El fale tele significa “Casa
Grande” de forma redonda, sin paredes en donde se comparten experiencias de
vida cotidianas el detalle diferencial radica en el rol reconciliador del
espacio en donde congregaban personas con diferencias entre sí y es con la estera desplegada con la cultura Tonga
crea condiciones de dialogo e interacción en donde las personas dentro de la
estera tienen derecho a la palabra, comunión y reconciliación.[18]
[2] Op.cit. Santa Ana, p.p. 20.
[3] Gustavo
Gutiérrez. El reto de la pluralidad de
religiones en Páginas, Lima: Centro de Estudios y Publicaciones. No
222 Junio 2011, p.p. 19.
[4] Op.cit. G. Gutiérrez, expresión de R. Panikkar citado por C. Geffré
en el “Prólogo” al libro de M. Aebrischer-Crettol, Vers un oecuménisme interreligieux. Jalons pour une théologie chrétienne du pluralisme religieux (Paris, Le
Cerf, 2001, p.l).
[5] Gottfried
Brakemeier. Multireligiosidad
y el futuro del ecumenismo. Curso de ecumenismo. Consejo
Latinoamericano de Iglesias, 2010.
[6] Theo
Buss. El Movimiento Ecuménico. En la perspectiva de la liberación. La Paz: Editorial Hisbo-Clai
(Quito), 1996.
[7] Hans
Kung. “Projekt Weltethos”. R. Piper,
Mónaco de Bavaria, 1990.
[8] Alejandro Cussianovich.
Desde los pobres de la tierra.
Perspectivas de vida religiosa. Lima: CEP, 1975, p.p. 19
[10]
Escrito aparecido postumamente en Gesammelte
Schriften Bd. VI Suhrkamp
Verlag,Frankfurt a. M., S. 100-103, 1985.
[11] Rafael Cepeda. Lo ético-cristiano en
la obra de José Martí. Matanzas, Cuba: Centro de Información y Estudio Augusto
Cotto y Comisión de Estudios de Historia de la Iglesia en Latinoamérica
CEHILA-Cuba, pág. 127, s/d
[18] Chris Ferguson
y Ofelia Ortega. La Diaconía ecuménica.
Reconciliadora, compasiva, transformadora, profética, procuradora de justicia. Quito:
Consejo Latinoamericano de Iglesias (Clai), p.p. 66-67, 2006.
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