Las encíclicas sociales
de la Iglesia católica han sido respuestas oficiales a problemas de la
humanidad. Esto ha ocurrido desde hace 124 años, con Rerum Novarum en 1891,
coincidiendo con los acelerados cambios sociales de los últimos años.
Fander Falconí / El Telégrafo (Ecuador)
El hecho de que el papa
Francisco dedique su primera encíclica a la ecología demuestra que este es un
tema de máxima urgencia y que la Iglesia católica convoca a sus cientos de
millones de fieles a evitar el desastre ecológico que nos amenaza.
El papa Francisco ha
tenido posturas firmes. Se fotografió con sendas camisetas que le llevó Pino
Solanas y el fiscal de Tucumán, Antonio Gustavo Gómez, en noviembre 2013, con
las letras ‘No al fracking’ y ‘El agua vale más que el oro’, esta última de
profundo significado sobre la oikonomia (el estudio y arte de aprovisionar en
forma material al hogar) versus la crematística (el estudio de los precios y el
sobreénfasis en su manipulación para enriquecerse). Desde Aristóteles, mediante
la escolástica, con seguridad esta distinción fue discutida en los seminarios
donde se forman los sacerdotes.
Hasta agosto de 1945,
cuando Estados Unidos detonó dos bombas atómicas sobre dos ciudades japonesas,
el fin del mundo se consideraba una fábula bíblica. El mundo era
indestructible. El Apocalipsis era apenas la pesadilla de un loco en Patmos.
Pero en 1945, hace 70 años, la humanidad se dio cuenta de que era mortal, ya no
solo a escala individual, sino como especie. Y si la posibilidad de una guerra
atómica nos preocupaba entonces, la catástrofe ecológica que se avecina debería
hacernos temblar. Los demonios ardientes en las pinturas medievales no asustan
tanto como la creciente probabilidad de un colapso planetario.
En ese escenario, en
uno de los aspectos ambientales más cruciales que enfrenta la humanidad -el
calentamiento global y el consiguiente cambio climático-, no todos tenemos las
mismas responsabilidades, y así como hay deudas financieras, hay deudas
ecológicas y climáticas. Los países ricos que han producido y siguen
produciendo más emisiones nocivas, que han devastado nuestras tierras para
enriquecerse mediante tratados injustos, nos deben a los países pobres. No solo
dinero, sino vidas humanas. Las pruebas de la responsabilidad son contundentes.
Y los países pobres debemos a los países ricos dinero más exagerados intereses.
Una acción inmediata
sería realizar un canje de deuda: la deuda ecológica enorme que ellos nos
adeudan a cambio de nuestra deuda financiera, abultada con intereses e
injusticias. Si no se acepta este canje, los países pobres deberíamos exigir el
pago inmediato en los tribunales internacionales. Enfrentemos todos el cambio
climático, pero tengamos todos la valentía de reconocer nuestras
responsabilidades.
La presente encíclica
del papa Francisco plantea un problema más urgente para la humanidad, una
cuestión de civilización; además de ser la primera encíclica propia del papa
Francisco (la anterior fue heredada del papa Benedicto XVI), es la primera
encíclica ecológica de la Iglesia católica. Pero obviamente tiene su sello al
hablar de “custodiar la naturaleza”. “Dios perdona siempre, los hombres algunas
veces, la naturaleza nunca”, ha sentenciado el Papa.
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