¿Se
habrá manifestado de las más diversas maneras el hartazgo ciudadano con
respecto a la corrupción y al mismo
tiempo se votará por un candidato con una fuerte imagen de corrupción?
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para
Con Nuestra América
Desde
Puebla, México
A
diferencia de lo que expresó Mario David García, flamante candidato presidencial del Partido
Patriota en el momento de ser electo como tal, la multitudinaria manifestación
del 16 de mayo de 2015 sí tenía un planteamiento central: el repudio a la
corrupción gubernamental. Es mentira lo que dice el candidato de emergencia del
PP, de que cada quien fue a esa manifestación con una demanda particular.
Si algo ha unido a la población urbana que ha concurrido a las concentraciones
del 25 de abril y del 16 de mayo es el repudio a los gobernantes corruptos. Y
la irrupción ciudadana, expresada sobre todo en clases medias urbanas, se debe
a que el gobierno de Otto Pérez Molina
y particularmente la vicepresidenta Baldetti,
se convirtieron en la encarnación de la corrupción.
Lo que unió a gente
de las más diversas ideologías y posturas políticas el 25 de abril y el 16 de mayo no fue que
estén contra de los proyectos de minería a cielo abierto, que estén hartos de
la violencia delincuencial, que están en contra del desempleo y la
informalidad, que están a favor de que se enjuicie por genocidio a los
represores del pasado, para citar
algunas de las demandas que pudieron haberse visto en las manifestaciones
referidas. Lo que quiere la gente que se manifestó, sea de derecha, de centro o
de izquierda, es que la corrupción gubernamental se acabe.
Así
de sencillo.
En
este contexto, me pregunto si habrá congruencia con ese sentimiento en la
decisión que tomen los guatemaltecos en las elecciones presidenciales de
septiembre y octubre de este año. ¿Se habrá manifestado de las más diversas
maneras el hartazgo ciudadano con respecto a la corrupción y al mismo tiempo se votará por un candidato
con una fuerte imagen de corrupción? En las reglas no escritas de la
política guatemalteca, partido que gana
las elecciones y gobierna, se destruye
poco tiempo después de haber terminado su gestión gubernamental. Así ha
sido desde 1986. Y desde hace años, el
candidato presidencial que queda en segundo lugar en una elección, en la
siguiente gana la presidencia. Estas reglas no escritas indican que Manuel
Baldizón será el próximo presidente de Guatemala. “Le toca” dice el argot
popular. La imagen de la trayectoria
política y empresarial de Baldizón no augura nada bueno en materia de
corrupción en el eventual gobierno que presidiría. Basta recordar cómo en 2014
con su libro “Rompiendo Paradigmas” fue
acusado de plagio y solamente una complaciente resolución del Ministerio
Público (no se encontró a los agraviados por el plagio) lo libró de una condena.
Poco después, una investigación de la
Revista Contrapoder constató que Baldizón había plagiado el 50% al menos de su
tesis doctoral. Nuevamente una actitud complaciente, esta vez de parte por la
Universidad de San Carlos de Guatemala,
lo libró de la sanción.
¿Si
estas son las vísperas cómo serán las fiestas? En el momento actual con la
indignación a flor de piel, el pueblo de Guatemala debería decir: no le toca a
Baldizón.
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