Visto a la distancia que dan los años, lo hecho por los jóvenes de
ayer fue algo mas que un sobresalto momentáneo. Vino para quedarse. La juventud dejó de ser tan solo una etapa
bio-psicológica de la vida y se convirtió en una manera de ser-en-el-mundo, en
una cultura, en una sensibilidad colectiva, que le permite a hombres y mujeres
no importa su edad cronológica, concebirse y vivirse como seres auténticamente
humanos forjando su propia escala de valores.
Arnoldo Mora Rodríguez* /
Especial para Con Nuestra América
Fue un 24 de Abril en 1970 frente a la Asamblea Legislativa de Costa
Rica. Se acababa de aprobar un contrato con la trasnacional ALCOA, gracias al
cual la mayoría de los diputados le entregaba a dicho monopolio canadiense el
subsuelo de nuestra región Sur para que extrajera la bauxita, obteniendo el
país como limosna un ridículo ingreso para
las arcas del fisco nacional. Era una entrega de nuestros recursos naturales
mas preciados en los mercados mundiales al gran capital extranjero haciendo trizas la soberanía patria. Desde
los lejanos días de la Colonia y desde los más cercanos de Mamita Yunai,
la historia parecía no haber cambiado:
los conquistadores imperiales,
arrogantes y manipuladores,
seguían pretendiendo cambiar espejuelos por oro. Ayer a eso se le
denominaba eufemísticamente “evangelizar” porque la ideología dominante en esa
época era la teología, impuesta por los Reyes “Católicos” a sus súbditos en
aquellos inmensos territorios que, según el depravado Papa Borgia Alejandro VI
, le pertenecían por derecho divino (¿¡)
a los “cristianísimos” monarcas de España y Portugal. Hoy esa ideología
neocolonial ya no se reviste con los falsos oropeles del
dogma teológico, sino con los del
desacreditado “neoliberalismo”.
Pero con lo que no contaban los apátridas de Abril de 1970 es que la
juventud, apoyando a un grupo
minoritario pero aguerrido de diputados y de otras destacadas figuras
provenientes de la política, de las fuerzas sociales y de los círculos
culturales e intelectuales, se rebelaran frente a esa afrenta a la Patria de
Juanito Mora. Y como nuestro héroe Juan Santamaría en la Batalla de Rivas al
quemar el mesón, apedrearon el edificio parlamentario. Toda Cuesta de Moras
ardió. Los abanderados de esa gesta patriótica eran jóvenes provenientes de los
colegios josefinos y de la UCR. En realidad, lo que pasaba en nuestras calles
capitalinas no era mas que el eco de las
protestas que los estudiantes iniciaron en Mayo del 68 en la Sorbona de París y
que muy pronto se extendieron, como un incendio en un potrero en verano, a todos los rincones del planeta sin
distingos de ideologías o nacionalidades. Ardió
Berkeley en la California capitalista, al igual que Praga (”Primavera”)
en la Checoeslovaquia socialista, o el México nacionalista (Tlatelolco)…Mayo
del 68 ingresaba a los anales de la
historia revestido con aureola de leyenda. Hoy el clamor de las protestas de
entonces resuena con mas vigor que nunca. En la Plaza Cibeles, el emblemático
corazón de Madrid, los jóvenes se
denominan “los indignados”. Prometen
cambiar la historia de España cobijados bajo la bandera del movimiento
“Podemos”. Pero “indignados” hay por todas partes, hasta el punto de que
incluso ha alcanzado el centro del poder financiero del mundo: Wall Street.
Visto a la distancia que dan los años, lo hecho por los jóvenes de
ayer fue algo mas que un sobresalto momentáneo. Vino para quedarse. La juventud dejó de ser tan solo una etapa
bio-psicológica de la vida y se convirtió en una manera de ser-en-el-mundo, en
una cultura, en una sensibilidad colectiva, que le permite a hombres y mujeres
no importa su edad cronológica, concebirse y vivirse como seres auténticamente
humanos forjando su propia escala de valores. Pero el trasfondo político de ese grito de rebeldía, como fue el
movimiento universal de protesta contra la guerra de Vietnam, los llevó a
constituirse como un nuevo sujeto histórico. Desde entonces la historia no se
hace sin ellos. Ya la juventud dejó de ser tan solo una etapa “iniciática” cuyo
objetivo es ser reconocidos por la sociedad, y se hizo una opción de vida. Ser
joven en el contexto cultural actual es
tener un sueño (Martin Luther King), cultivar un ideal, forjarse un horizonte
de utopía y emprender un camino, cada día como si fuera el primero, como si
fuera el último. Lo cual es válido para los individuos al igual que para las
generaciones y los pueblos. El clamor de
la juventud hoy en día no es tanto por tener un lugar digno en esta sociedad,
sino para crear desde sus cimientos una nueva cultura, un nuevo orden
económico-político, un nuevo hombre, una nueva humanidad. Por eso, ser joven no
es una cuestión de edad sino de actitud frente a la vida. Ser joven es mantener
viva la llama de la esperanza.
*Filósofo costarricense, ex Ministro de Cultura y miembro de la
Academia Costarricense de la Lengua.
No hay comentarios:
Publicar un comentario