¿Y si Baltimore
fuera Caracas? ¿Y si en lugar de la policía y la guardia nacional
estadounidense, viéramos a la guardia bolivariana custodiando las calles
durante un toque de queda? ¿Sería igual la reacción de la Casa Blanca, del
Parlamento Europeo, del Congreso Español? ¿O de las rabiosas y apátridas
derechas iberoamericanas?
Portada de la revista Time: el racismo, violencia policial y control social en los Estados Unidos. |
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa
Rica
Una ciudad en la que la
policía detiene ilegalmente a un ciudadano negro, Freddy Gray, y en el camino
hacia una comisaría para su detención temporal, seis agentes le propinan
severas lesionas en la columna vertebral que acaban por provocarle la muerte. Un
asesinato inocultable, en el que se expresan el racismo y el abuso de
poder, dominantes en las fuerzas de seguridad policial estadounidenses. Los
medios no lo dicen abiertamente, y los opinadores del establishment cuidan sus
maneras, pero se trata, a todas luces, del procedimiento típico de ejecución
extrajudicial, comparable con las peores prácticas de tortura aplicadas por las
dictaduras militares latinoamericanas de la segunda mitad del siglo XX,
entrenadas, precisamente, por oficiales del ejército de los Estados Unidos y
agentes de la CIA.
Cientos de jóvenes y
adultos que explotan en indignación por el asesinato, y provocan disturbios y
saqueos -ya se registraron más de 140 vehículos quemados, 15
inmuebles incendiados, 20 oficiales heridos y 235 personas arrestadas-, por lo que reciben
como respuesta la represión y el toque de queda de las autoridades del gobierno
estatal y federal, con más de 3000 policías y guardias nacionales en las
calles, custodiando el orden que tan persistentemente ha impuesto el
capitalismo. Pero la muerte de Gray no es un caso aislado: datos de la Agencia Estadística
de Justicia, revelan que “por lo menos 4.813 personas murieron entre 2003 y
2009 mientras eran prisioneros, según el último informe publicado en 2011. El
61% de las muertes fueron clasificadas como homicidios” (Cubadebate,
29-04-2015).
Una comunidad mayoritariamente negra (63% de la población),
que ve explotar el sueño americano en
su cara todos los días: según los datos de diversas fuentes que han sido
publicados esta semana, cuando la existencia
de los invisibles y de los oprimidos ha vuelto a ser reconocida por la
opinión pública estadounidense y mundial, el 23,8% de los habitantes de
Baltimore viven por debajo del umbral de la pobreza (Cubadebate,
28-04-2015). En barrios como Sandtown-Winchester, donde se crió el
joven asesinado, Freddy Gray, el desempleo casi llega al 50%, y el ingreso
promedio de las familias “es sustancialmente menor que el promedio nacional de
EE.UU., con cada casa que sobrevive con apenas 24.000 dólares anuales”; además,
“un tercio de las propiedades están abandonadas y una cuarta parte de las
familias reciben Asistencia Temporal para Familias Necesitadas”, y más del 7%
de los niños y niñas de 6 años o menos “tienen niveles elevados de plomo en
sangre” (Página/12, 01/05-2015).
Un presidente que condena
los actos de violencia y vandalismo protagonizados por individuos que “se equipan con barras y comienzan a saquear negocios, no están
protestando ni enviando mensajes, están robando”; pero guarda silencio cuando
grupos similares –las guarimbas-,
asesorados por funcionarios y contratistas de agencias de su propio gobierno,
cometen fechorías de igual o mayor magnitud en un país que apostó por construir
un camino al socialismo y al que proclamó, mediante un decreto imperial, como
amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos. Más grave, eleva a la
categoría de defensores de los derechos humanos a los instigadores y autores
intelectuales del terrorismo y la violencia irracional contra un gobierno
constitucional, legítimamente electo.
Todo estos hechos que ocurre en Estados Unidos son lamentables y
condenables en todos sus extremos. Pero, ¿si Baltimore fuera Caracas? ¿Y si en lugar de la policía y la
guardia nacional estadounidense, viésemos a la guardia bolivariana custodiando las calles durante un toque de queda? ¿Sería igual la reacción de la Casa
Blanca, del Parlamento Europeo, del Congreso Español? ¿O de las rabiosas y
apátridas derechas iberoamericanas? ¿El silencio de los medios hegemónicos –de
CNN a El País- y de sus
editorialistas a sueldo sería tan estruendoso y vergozante como lo es ahora,
cuando el sistema estadounidense, y las desigualdades y exclusiones
fundantes de Occidente, se encuentran en la picota?
Si Baltimore fuera Caracas, seguramente los marines estarían esperando la orden de
invasión; los seudodemócratas desempolvarían los discursos y las odas a la
libertad, la democracia y la institucionalidad burguesas; y el clero afecto al poder y sus privilegios
ungiría el sacrosanto orden de las cosas que no debe cambiarse. Eso pasaría en
el guión imperial y de sus élites vasallas, si Baltimore fuera Caracas… O lo que es igual, si
fuera La Paz, Quito, Buenos Aires o La Habana.
Así es este, nuestro
mundo al revés, como decía el entrañable Eduardo Galeano: el mundo que hace
trampa con sus propios principios civilizatorios, y al que es tan necesario “darlo vuelta, para que pueda pararse sobre
sus propios pies”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario