Cristina
Fernández le ha dado una clara y contundente lección a las izquierdas de
América Latina y más allá: sin flexibilidad ni unidad no vamos a ninguna parte.
Con ellas, tenemos grandes posibilidades por delante.
Rafael Cuevas Molina / Presidente
AUNA-Costa Rica
Alberto y Cristina Fernández, fórmula presidencial del Frente de Todos. |
Ahí
están los españoles, al otro lado del océano, empantanados sin que logren armar
gobierno, entre dimes y diretes, cada vez con más resquemores entre el PSOE y
Unidas Podemos, mientras la derecha no vacila en armar alianzas en donde entra
hasta el fascismo de Vox. Y traemos a colación a los españoles como podemos
traer muchos otros, en donde pesan egos y miopías para conformar amplios y
potentes movimientos que terminen de desplazar, de una vez por todas, a quienes
siguen montados en el carro del gobierno con ese cinismo del que Macri es tan
preclaro representante.
Ahora
nos alborozamos con la victoria argentina, pero cuántos preveían que Cristina,
en la cúspide de su popularidad política, iba a hacer esa magistral jugada de dar
un paso al costado para posibilitar ampliar la base de apoyo en la que hoy se
sustenta el triunfo obtenido en las PASO.
Lo
mismo podemos decir de México, y la misma lección tenemos que extraer. Las
alianzas no deben ser ni siquiera en el estrecho círculo de quienes se
consideran izquierda-izquierda, de quienes se golpean el pecho, se mueven al
son de las consignas revolucionarias y ven sobre el hombro a todo aquel que no
se queda atascado en el rincón de los vocingleros.
Según
estas posiciones, la única posibilidad de tener algun vez acceso al poder es la
concientización de las masas, educarlas para que dejen de ser bobas y de votar
en contra de sus propios intereses, o esperar a que las condiciones objetivas
empeoren para que el estallido social sea inevitable.
Quien
siempre la tiene clara es la derecha: ahí están en México serruchándole el piso
a López Obrador, tratando de no dejarle resquicio para que respire,
confabulándose con sus socios internacionales; y en Argentina, presintiendo los
pasos de animal grande que se aproximan, haciendo maromas financieras y
cambiarias sin ningún escrúpulo.
A la
derecha no le importa qué se llevan por delante con tal de poner a salvo del
vendaval sus intereses. Pueden salir con rostro de cariacontecidos trasnochados
como hizo Macri en la Argentina, o burlarse de todo el mundo, tirar escupitajos
y maldecir como hace Donald Trump en los Estados Unidos.
La
izquierda no, ella corta pelos en el aire, se rasga las vestiduras, saca libros
de anaqueles, hace citas y al final decide que mejor sola que mal acompañada,
entra al ruedo, es aniquilada y vuelven
a arrastrar su cadáver dando vueltas al redondel mientras el público aplaude.
Por
eso llegan los que llegan al gobierno. Los vemos y no lo podemos creer, pero
saben hacer las cosas indispensables para ganarse a la gente, para que los
voten, a pesar de que son todo lo contrario de lo que necesitan.
Esas
son las reglas y saben jugar con ellas. Así que lo que Cristina nos ha mostrado
brillantemente es que la izquierda también puede hacerlo bien, aún jugando con
el viento en contra, la cancha embarrialada
y el árbitro en contra.
A ver
si vamos aprendiendo.
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