La Administración Trump tiene un profundo desprecio por los países del
sur. A algunos de ellos los ha llamado “países de mierda” (sic). No le importa
si el acuerdo migratorio aceptado por
Jimmy Morales probablemente para garantizar su impunidad, convierte a
Guatemala a un país más infernal de lo que ya lo es.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
El 26 de julio de 2019 los gobiernos de Estados Unidos de América y
Guatemala firmaron un “Acuerdo Relativo a la Cooperación respecto al Examen de
Solicitudes de Protección”, nombre de un pacto que de manera eufemística encubre
el hecho de que Guatemala se convierte en un “tercer país seguro”. Esto quiere
decir que todos los no guatemaltecos solicitantes de asilo en Estados Unidos de
América deberán hacer sus trámites desde Guatemala o deberán ser regresados a
Guatemala si llegan al primer país mencionado. La noción de “Tercer País
Seguro” surge del derecho humanitario emanado en la segunda posguerra mediante
el cual se garantiza a la población proveniente de un país que pide asilo en un
segundo país, asentarse en un tercer país mientras se resuelve su solicitud.
Ese tercer país deberá garantizar apoyo legal, físico, seguridad, alimentación,
asistencia médica, alojamiento, agua y todas las garantías y servicios que
provee a sus propios ciudadanos. Guatemala firmó ese tratado a pesar de que la
Corte de Constitucionalidad dictaminó que el mismo debería ser aprobado por el
Congreso. No es la primera vez que el Presidente Jimmy Morales ignora las
resoluciones de la referida Corte.
El inefable Ministro de Gobernación de Guatemala ha afirmado que es
“sumamente positivo” que Washington nos vea como un tercer país seguro. La Casa
Blanca no ve a Guatemala como un país seguro. Simplemente lo ve como un país
débil que puede servir como un sumidero de cientos de miles de migrantes que no
quiere tener dentro de sus fronteras. No pudo convertir a México en “tercer
país seguro”, pero ahora lo hace con un pequeño país cuyo PIB depende en un 12%
de las remesas de los migrantes y un 5% de las exportaciones a Estados Unidos
de América. El gobierno estadounidense
sabe muy bien que el 50% de los niños guatemaltecos son desnutridos, que
son asesinadas 13 personas diariamente, que existe un 94% de inefectividad
judicial, que ocupa el lugar 127 de 189
países en el índice de desarrollo humano, que las cárceles de alta seguridad
tienen hasta casi 900% de hacinamiento.
Solamente en los primeros seis meses de 2019, 235 mil guatemaltecos se
fueron de Guatemala hacia el norte y el año pasado se calculaba que 100 mil
hondureños hacían lo mismo mientras que se asegura que en el primer semestre de
este año tal cifra ascendía a 200 mil. Aun cuando el candidato Giammattei
afirmó que el acuerdo “no era tan grave”, lo cierto es que hace unos años
Guatemala no pudo garantizar la seguridad alimentaria de 173 guatemaltecos
repatriados de Bolivia. Menos podrá hacerlo con decenas de miles, acaso cientos
de miles de personas asentadas en su territorio.
La Administración Trump tiene un profundo desprecio por los países del
sur. A algunos de ellos los ha llamado “países de mierda” (sic). No le importa
si el acuerdo migratorio aceptado por
Jimmy Morales probablemente para garantizar su impunidad, convierte a
Guatemala a un país más infernal de lo que ya lo es.
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