Guatemala va a elecciones el
próximo domingo 11 de agosto. Se trata de la segunda ronda de un proceso
plagado de irregularidades que fue dejando en el camino prospectos más
promisorios que los que ahora se disputan la silla presidencial.
Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
Sandra Torres y Alejandro Giammattei, candidatos a la presidencia de Guatemala. |
Uno de estos prospectos fue Thelma Aldana
postulada por el Movimiento Semilla y quien fue Fiscala General de la Nación.
Su candidatura punteaba en las encuestas cuando se le inhibió de participar por
acusaciones espurias hechas por quienes la veían como una amenaza a los
privilegios que gozan en un país caracterizado por la impunidad.
El otro prospecto era Thelma Cabrera,
candidata del Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP), expresión
política de CODECA, movimiento surgido de las luchas que los campesinos deben
llevar adelante en nuestros días: el derecho a la tierra, la oposición a las
transnacionales extractivistas, la defensa de las comunidades. Thelma Cabrera
alcanzó un 10% de los votos válidos y se convirtió en la sorpresa del proceso
electoral. Ella, más el resto de fuerzas de izquierda del país, habrían tenido
la posibilidad de pasar a esta segunda ronda que se realiza el próximo domingo
si hubieran ido unidos. Pero hablar de unión a las fuerzas de izquierda en
Guatemala parece ser una mala palabra.
En medio de amenazas de muerte a las
autoridades electorales y sus familias, asesinatos de candidatos y triquiñuelas
en el proceso mismo, las elecciones se llevaron a cabo y los dos candidatos
resultantes fueron quienes disputaran el próximo domingo.
Se trata de dos candidatos con antecedentes
que los ponen en riesgo de ir a la cárcel, inescrupulosos y marrulleros. Es
decir, dignos representantes de la decadente clase política guatemalteca. Uno
de ellos, la señora Sandra Torres fue primera dama entre 2008 y 2011 y ha sido
acusada, junto a su partido Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), de
financiamiento electoral ilícito por parte del crimen organizado.
El otro candidato, Alejandro Giammattei,
quien busca la presidencia por cuarta vez,
dirigió el sistema penitenciario entre el 2005 y el 2007. Durante su
administración siete reos fallecieron dentro de un penal, lo que llevó a que
fuera aprehendido en agosto del 2010 acusado de abuso de autoridad, asesinato y
ejecución extrajudicial.
Ambos candidatos están de acuerdo en que la
Comisión Internacional Contra la Impunidad de Guatemala (CICIG), instrumento
fundamental para la lucha contra la corrupción y la impunidad en Guatemala,
organismo de la ONU, se vaya del país. En eso, ambos están de acuerdo con el
ahora saliente e impopular presidente Jimmy Morales, quien sintiendo que la
Comisión le pisaba los talones decidió deshacerse de ella.
Es decir, todos lobos de la misma loma.
Ante este panorama, cobra fuerza nuevamente
el desencanto que se materializará, seguramente de forma masiva, en
abstencionismo. Por razones similares, los presidentes guatemaltecos son
electos por una ínfima minoría desde hace años. Esta no será la excepción.
Pero después de cuatro años de tener a un
presidente de la calaña de Jimmy Morales, seguramente incluso peor que su
antecesor que debió renunciar por corrupto junto a su vicepresidente y que
ahora se encuentra en la cárcel, pensar que Alejandro Giammattei pudiera ser
presidente de Guatemala asusta. A lo mejor en la competencia por ser el
presidente más malo, la gana.
Sandra Torres no llevará a Guatemala por la
senda que necesita para empezar a paliar los inmensos problemas que tiene, pero
es una mujer que, por lo menos, se autodefine como socialdemócrata aunque tal
caracterización le quede muy grande.
En esas condiciones se realizará la segunda
vuelta de las elecciones guatemaltecas
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