Las
calles y avenidas de América Latina y del mundo se embellecen por la fuerza
emancipatoria que representa el feminismo; la protesta es y será siempre una
poética libertadora que solo comprende quien la ejerce. La creciente
criminalización es respuesta de esa fuerza y crecimiento, el temor, el odio
machista y la reacción violenta patriarcal que cuida sus intereses.
Cristóbal León Campos / Especial para Con Nuestra América
Desde Mérida,
Yucatán. México
La ola que representa el feminismo avanza de manera rápida y consistente:
cuestiona el orden hasta ahora establecido, incomoda al poder político como al
poder estructural que representa el patriarcado, pone de manifiesto la esencia
cultural machista que caracteriza a nuestras sociedades, levanta la mano en
solidaridad con las víctimas de violencia y edifica la sororidad entre
compañeras para tejer redes comunicantes. El feminismo es la ola política y
cultural que con mayor fuerza se expresa en los últimos tiempos enriqueciendo
con sus formas las expresiones de resistencia y organización contra la
hegemonía capitalista representada por una serie de instrumentos opresivos, la
deconstrucción efectuada en el seno del movimiento también viene a derribar las
viejas barreras que dividían la propia emancipación de las y los oprimidos. El
feminismo es sin duda una ola y fuerza revolucionaria que camina a pasos
gigantes por el mundo y en particular por América Latina, sacudiendo todo; para
reconstruir el mundo.
Las
últimas manifestaciones feministas han mostrada esa fuerza combativa y de
unidad entre mujeres que no alcanza a ser comprendida por la gran mayoría de
los hombres, aunque también por un sector importante de mujeres y, que por el
otro lado, no solo no es comprendida sino que inmediatamente es criminalizada y
violentada porque representa una verdadera amenaza al poder hegemónico que
sustenta al patriarcado, ahora mismo, muchos medios de comunicación agreden al
movimiento con las viejas formas usadas para manchar la imagen de las protestas
obreras, campesinas y estudiantiles, la tergiversación de los hechos junto al
ocultamiento de las verdaderas razones que dan origen al movimiento feminista,
sirven o pretenden servir, como formas de coerción ideológica, alejando de la
participación y concientización de otros sectores de mujeres aún no participes
y desde luego, provocando mayor incomprensión del movimiento entre los hombres,
el sistema conocedor del juego político, busca enfrentar a los sectores, quiere
que las imágenes de violencia sistémica sean olvidadas para dar lugar a la
satanización de las pintas, los vidrios rotos, consignas y demás formas
expresivas del movimiento, es decir, cínicamente niegan, encubren y protegen a
los agresores, a los violadores, a los acosadores, al macho en todo su sentido
y culpan a las mujeres por esa violencia ejercida sobre ellas de manera
sistemática durante tantos siglos.
Tal
como estableciera Antonio Gramsci, la hegemonía está íntimamente liga al poder,
por eso el poder que emana de la hegemonía sirve a quien es capaz de
establecerla, ahí está la clave para entender porque durante mucho tiempo los
oprimidos han apoyado de forma inconsciente a sus propios opresores, el Estado
y sus aparatos ideológicos juegan un papel predomínate para el ejercicio de ese
poder, la construcción de una contra-hegemonía representa un reto para todos
los movimientos emancipatorios del planeta y en esta coyuntura, es un reto para
que el movimiento feminista logre rebasar los límites impuestos por su propia
naturaleza y por las estructuras del sistema capitalista. Al interior del
movimiento feminista existe como en cualquier otro, una diversidad de
corrientes ideológicas y políticas, que encontrando las formas adecuadas de
comunicación lo enriquecen y fortalecen, sin que una u otra postura someta o
hegemonice el movimiento, esa es una de las grandes enseñanzas de las nuevas
luchas anti-sistémicas que han roto las prácticas verticales e impositivas,
para dar paso a formas horizontales que dialogan, crean consensos y respetan la
pluralidad natural de la existencia humana. Además, en muchos lugares del
mundo, el feminismo comunitario teje otro tipo de redes comunicantes que se
afianzan es las tradicionales maneras de organización cultural, tal y como
acontece con los pueblos originarios de América Latina.
Las
calles y avenidas de América Latina y del mundo se embellecen por la fuerza
emancipatoria que representa el feminismo, la protesta es y será siempre una
poética libertadora que solo comprende quien la ejerce. La creciente
criminalización es respuesta de esa fuerza y crecimiento, el temor, el odio
machista y la reacción violenta patriarcal que cuida sus intereses, son el
reflejo claro de que el feminismo avanza poniendo de cabeza todo y sacudiendo
conciencias, estructuras y formas de vida.
El
autor es integrante del Colectivo Disyuntivas
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