sábado, 24 de agosto de 2019

El feminismo es una fuerza que camina

Las calles y avenidas de América Latina y del mundo se embellecen por la fuerza emancipatoria que representa el feminismo; la protesta es y será siempre una poética libertadora que solo comprende quien la ejerce. La creciente criminalización es respuesta de esa fuerza y crecimiento, el temor, el odio machista y la reacción violenta patriarcal que cuida sus intereses.

Cristóbal León Campos / Especial para Con Nuestra América
Desde Mérida, Yucatán. México

La ola que representa el feminismo avanza de manera rápida y consistente: cuestiona el orden hasta ahora establecido, incomoda al poder político como al poder estructural que representa el patriarcado, pone de manifiesto la esencia cultural machista que caracteriza a nuestras sociedades, levanta la mano en solidaridad con las víctimas de violencia y edifica la sororidad entre compañeras para tejer redes comunicantes. El feminismo es la ola política y cultural que con mayor fuerza se expresa en los últimos tiempos enriqueciendo con sus formas las expresiones de resistencia y organización contra la hegemonía capitalista representada por una serie de instrumentos opresivos, la deconstrucción efectuada en el seno del movimiento también viene a derribar las viejas barreras que dividían la propia emancipación de las y los oprimidos. El feminismo es sin duda una ola y fuerza revolucionaria que camina a pasos gigantes por el mundo y en particular por América Latina, sacudiendo todo; para reconstruir el mundo.

Las últimas manifestaciones feministas han mostrada esa fuerza combativa y de unidad entre mujeres que no alcanza a ser comprendida por la gran mayoría de los hombres, aunque también por un sector importante de mujeres y, que por el otro lado, no solo no es comprendida sino que inmediatamente es criminalizada y violentada porque representa una verdadera amenaza al poder hegemónico que sustenta al patriarcado, ahora mismo, muchos medios de comunicación agreden al movimiento con las viejas formas usadas para manchar la imagen de las protestas obreras, campesinas y estudiantiles, la tergiversación de los hechos junto al ocultamiento de las verdaderas razones que dan origen al movimiento feminista, sirven o pretenden servir, como formas de coerción ideológica, alejando de la participación y concientización de otros sectores de mujeres aún no participes y desde luego, provocando mayor incomprensión del movimiento entre los hombres, el sistema conocedor del juego político, busca enfrentar a los sectores, quiere que las imágenes de violencia sistémica sean olvidadas para dar lugar a la satanización de las pintas, los vidrios rotos, consignas y demás formas expresivas del movimiento, es decir, cínicamente niegan, encubren y protegen a los agresores, a los violadores, a los acosadores, al macho en todo su sentido y culpan a las mujeres por esa violencia ejercida sobre ellas de manera sistemática durante tantos siglos.

Tal como estableciera Antonio Gramsci, la hegemonía está íntimamente liga al poder, por eso el poder que emana de la hegemonía sirve a quien es capaz de establecerla, ahí está la clave para entender porque durante mucho tiempo los oprimidos han apoyado de forma inconsciente a sus propios opresores, el Estado y sus aparatos ideológicos juegan un papel predomínate para el ejercicio de ese poder, la construcción de una contra-hegemonía representa un reto para todos los movimientos emancipatorios del planeta y en esta coyuntura, es un reto para que el movimiento feminista logre rebasar los límites impuestos por su propia naturaleza y por las estructuras del sistema capitalista. Al interior del movimiento feminista existe como en cualquier otro, una diversidad de corrientes ideológicas y políticas, que encontrando las formas adecuadas de comunicación lo enriquecen y fortalecen, sin que una u otra postura someta o hegemonice el movimiento, esa es una de las grandes enseñanzas de las nuevas luchas anti-sistémicas que han roto las prácticas verticales e impositivas, para dar paso a formas horizontales que dialogan, crean consensos y respetan la pluralidad natural de la existencia humana. Además, en muchos lugares del mundo, el feminismo comunitario teje otro tipo de redes comunicantes que se afianzan es las tradicionales maneras de organización cultural, tal y como acontece con los pueblos originarios de América Latina.

Las calles y avenidas de América Latina y del mundo se embellecen por la fuerza emancipatoria que representa el feminismo, la protesta es y será siempre una poética libertadora que solo comprende quien la ejerce. La creciente criminalización es respuesta de esa fuerza y crecimiento, el temor, el odio machista y la reacción violenta patriarcal que cuida sus intereses, son el reflejo claro de que el feminismo avanza poniendo de cabeza todo y sacudiendo conciencias, estructuras y formas de vida.

El autor es integrante del Colectivo Disyuntivas

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