La
novísima derecha ha tenido auge en todo el mundo: por ejemplo en Estados Unidos de América
(Trump), en Brasil (Bolsonaro), o en España (VOX). Ha sido calificada de
diversas maneras: “postfacismo”, “autoritarismo libertario”, “neofascismo”.
Carlos
Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde
Puebla, México
En la
literatura sobre los movimientos sociales se
habló a partir de los movimientos de 1968 sobre “los nuevos movimientos
sociales”, distintos a los tradicionales constituidos por el movimiento obrero
y los movimientos campesinos. Después se
habló de “los novísimos” movimientos sociales constituidos por movimientos ambientales, LGTBQ,
animalistas y otros más. Hoy podríamos hablar en los mismos términos acerca de
la derecha. La derecha tradicional anticomunista fue sustituida a partir de la
crisis terminal del socialismo real y la socialdemocracia clásica debido al auge del neoliberalismo por una derecha
neoliberal representada por las ideas
centrales de Francis Fukuyama: economía de mercado (neoliberalismo) y
liberalismo (democracia schumpeteriana: elitista y procedimental).
En los
albores de la tercera década del siglo XX, esa derecha neoliberal acaso también
esté mutando en una “novísima” derecha. Ya vivió en América latina el
surgimiento de los grandes movimientos políticos y sociales de orientación
posneoliberal que en no pocos casos se transformaron en gobiernos progresistas,
tal como empezó a suceder a partir del triunfo electoral de Hugo Chávez en
Venezuela de 1999. La “novísima” derecha en América latina es en sentido
también “posneoliberal”: ya sintió las consecuencias de la crisis neoliberal y
el desmantelamiento de las represivas dictaduras militares. Fue derrotada por
la izquierda progresista en el marco de las reglas y valores de la democracia
liberal y representativa. Por tanto, podrá seguir siendo neoliberal pero es
cada vez más ferozmente autoritaria porque ya vivió el auge posneoliberal. En
Europa y Estados Unidos de América esa derecha está viviendo las consecuencias
de las falencias del neoliberalismo que
ha llevado de la periferia al centro a oleadas migratorias que desencadenaron los peores sentimientos
chauvinistas y xenofóbicos. Igualmente, podrá ser neoliberal o
semiproteccionista (Trump o Le Pen en Francia),
pero será tendencialmente autoritaria y represiva.
La
novísima derecha ha tenido auge en todo el mundo: por ejemplo en Estados Unidos de América
(Trump), en Brasil (Bolsonaro), o en España (VOX). Ha sido calificada de
diversas maneras: “postfacismo”, “autoritarismo libertario”, “neofascismo”.
Dicho sea de paso el auge de esa “novísima” derecha es contradictorio. El
domingo 11 de agosto triunfó en
Guatemala con Alejandro Giammattei pero
en Argentina ganó nuevamente en las primarias
el progresismo. Para mi gusto el mejor apelativo para esta derecha de nuevo
cuño es el de “derecha neofascista”. Ciertamente tiene diferencias
significativas con la clásica derecha fascista pero tiene una similitud
sustancial: apela a las mayorías silenciosas y redes sociales con la paranoia
de lo que ya ha sido llamado “comunismo
imaginario” constituido en otredad negativa. En los países centrales la
apelación de masas se hace en contra de los migrantes sean estos mexicanos,
africanos o musulmanes. El anticomunismo y el fundamentalismo religioso
neopentecostal en América latina así
como el racismo, chauvinismo y xenofobia
en los países centrales se vuelven así en poderosos movilizadores de
masas.
La
pregunta obligada ante esta nueva situación es la siguiente: ¿es posible que la
democracia liberal y representativa esté fundamentada en un orden económico que
genera pobreza, desigualdad, estampidas migratorias, protestas y
violencias?
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