La corrupción, como gran
calamidad social, mueve pasiones y enciende protestas, sirviendo para no atacar
las causas de fondo de la pobreza y la exclusión social, que no son otras que
el sistema capitalista. La corrupción es simplemente un efecto de esa
estructura de base.
Marcelo
Colussi / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad de Guatemala
Durante algunos meses
en el año 2015 Guatemala vivió una situación especialísima. Algo inédito en
toda su historia, que incluso no se había dado de esa forma, con tanta fuerza,
en el momento más alto de su politización y avance del campo popular durante la
Revolución de 1944. Luego de años de desmovilización, de letargo político, más
aún: de miedo y parálisis en ese ámbito producto de una sangrienta represión en
estas últimas décadas (245 mil muertos durante el conflicto armado interno,
mensaje de terror que actualmente está presente: “no meterse en babosadas”),
más los planes de capitalismo salvaje (neoliberalismo) que intentaron terminar
con toda expresión de protesta, se rompió ese largo sueño de desinterés y
apatía. La población, más allá de todas las consideraciones que puedan hacerse
al respecto, despertó. Eso permitió ver el profundo malestar existente en la
sociedad en su conjunto.
De todos modos, fue un despertar dudoso, llamativo. Sin dudas existía
un malestar latente en la sociedad (malestar que continúa al día de hoy), el
cual pudo dispararse con una pequeña chispa; para el caso, el hacer públicos
determinados hechos de corrupción. Pero ese malestar, tan grande como pasajero,
debe ser analizado con precisión. ¿Por qué el calor que se desató en aquel
entonces, aparentemente con fuerza volcánica, se disipó luego no abriendo paso
a una profundización del descontento?
Ahora puede quedar más
claro que lo sucedido en el 2015, aunque fue muy emotivo movilizando efectivamente
a muchos sectores, era una jugada preparada como pieza maestra de laboratorio,
donde la población clasemediera urbana fue la elegida por la geoestrategia de
Washington como ratita de laboratorio para “sacar a la calle” (¡a tocar
vuvuzelas y cantar el himno nacional, y de ahí no pasar!), y practicar
políticas que luego
se aplicarían en Brasil y en Argentina. Políticas que, para la Casa Blanca, por
cierto fueron muy efectivas.
En otros términos: la supuesta
lucha contra la corrupción (“supuesta”, dado que la corrupción no terminó ni va
a terminar) se evidenció como algo que moviliza mucho, es efectiva (efectista),
toca arraigados sentimientos morales y permite una reacción casi visceral de la
población. De ahí que, luego de la experiencia piloto de Guatemala, el gobierno
estadounidense pudo utilizarla para crear climas propicios para quitarse de
encima los gobiernos “díscolos” de Brasil (Lula y Dilma Roussef) y Argentina
(Cristina Fernández). Lo que es evidente es que la corrupción, como gran
calamidad social, mueve pasiones y enciende protestas, sirviendo para no atacar
las causas de fondo de la pobreza y la exclusión social, que no son otras que
el sistema capitalista. La corrupción es simplemente un efecto de esa
estructura de base.
Puede verse ahora que
en el 2015 hubo mano de la embajada estadounidense, como agenda preparatoria
del Plan para la Prosperidad de Centroamérica que vendría luego (cosa que no
sucedió finalmente, al cambiar el gobierno demócrata con la aparición del
republicano Donald Trump).
Luego de décadas de
inmovilismo político, de desmovilización y desmotivación por los problemas
sociales, ese resurgir popular, masas de gente en la calle y un ácido
sentimiento anti-gobierno, pudo haber despertado expectativas de cambio más
profundo. ¿Por qué no esperarlas, si es que se sigue pensando que “la historia
no terminó”, como ampulosamente se quiso hacer creer algunos años atrás con la
caída del campo socialista europeo? Por supuesto que estas movilizaciones
motivaron sanas esperanzas de cambio, de ahondamiento de las protestas, de
agendas más politizadas. Pero no hay organización popular muy consistente aún
(la represión del pasado dejó ese efecto), no hay izquierda que pueda liderar
ese descontento.
Preguntémonos al respecto: ¿cayó el corrupto binomio Pérez-Baldetti
por la movilización ciudadana? Sí y no. Además de la gente en la calle
presionando, había una movida política palaciega (para eso vino en su momento
el vicepresidente estadounidense, mientras el embajador Todd Robinson tenía un
papel preponderante en la iniciativa), utilizándose el descontento ciudadano
para amplificar la protesta y mostrándolo como espontáneo. También la gente
abrió algo más los ojos con todo eso. Sin dudas, el calor político del 2015
permitió algunos cambios; por ejemplo, la aparición de una nueva AEU en la
Universidad de San Carlos, y la politización de grupos juveniles que habían
permanecido en silencio durante largo tiempo. Pero la situación de injustica
social permanece, y la corrupción, por supuesto, no terminó.
La cuestión sería: ¿cómo hacer para mantener ese espíritu rebelde e ir
más allá de la corrupción? Ojalá quienes lean esto tomen la pregunta como
provocación para encontrar las respuestas. ¿Por qué no seguir protestando
por?:
-Los salarios de hambre
(el salario mínimo cubre apenas un tercio de la canasta básica).
-La nueva medida
gubernamental que permite la contratación por tiempo parcial (explotación
llevada al límite) .
-Las empresas mineras
que siguen operando sin permisos.
-El robo de ríos por
las empresas hidroeléctricas.
-La virtual esclavitud
en las empresas maquiladoras (inclúyase call centers).
-Las condiciones de
trabajo paupérrimas y de sobre-explotación de los obreros cañeros en la Costa
Sur.
-Las tropas de Estados
Unidos acantonadas en el país.
-El racismo que sigue
condenando a la mitad de la población (“Seré pobre pero no indio”).
-El patriarcado, que
condena igualmente a la mitad de la población.
-El doble discurso
hipócrita (no se acepta el matrimonio homosexual, pero la calle está llena de
personas trans que ofrecen servicios sexuales para “machos” dizque
heterosexuales).
-El analfabetismo que
sigue habiendo (15% de la población).
1 comentario:
El Señor Marcelo Colussi nos tiene acostumbrados a sus muy atinados trabajos de anàlisis polìtico. Yo agregarìa a sus propuestas la de levantar la voz por parte de nuestras poblaciones en torno al grave deterioro ambiental que ocurre en nuestro pais debido a la contaminaciòn por plàsticos; la deforestaciòn; el desvìo de rìos, etc. muy en consonancia con el desarrollo del capitalismo criminal en nuestra Guatemala.-
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