Más allá del resultado
electoral, lo previsible es que el país continuará por derroteros donde los
intereses empresariales, militares, político rentistas, conservadores y
mafiosos seguirán imponiéndose por sobre el interés público y común.
Mario Sosa / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad de
Guatemala
Como se planteó después
de la primera vuelta electoral del 16 de junio, el resultado principal de la
contienda fue la consolidación de un bloque conservador y pro impunidad, dentro
del cual se ubican los dos partidos que pasaron al balotaje.[1]
El
primero, el partido Vamos, de orientación conservadora y vinculada con los
principales poderes que han mantenido capturado y cooptado el Estado. El
segundo, la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), articulador de un conjunto
de grupos con pretensiones de ampliar su cooptación del aparato estatal.
En dirección a l
segunda vuelta electoral, se preveía la tendencia a que partidos como
FCN-Nación (partido oficial), Creo, Humanista, Viva, Valor, Todos, Unionista,
entre otros, se articularan en torno a la candidatura de Vamos. De hecho,
juntos lograban acumular alrededor del 38% de votación presidencial en la
primera vuelta. Esto permitía afirmar que el voto de tales partidos “[…] aun
cuando no es necesariamente endosable, está constituido en buena medida por un
electorado principalmente urbano, cuyo imaginario sobre la UNE y Sandra Torres
hace que tendencialmente sea más favorable a la propuesta del partido Vamos.”[2] Contrariamente, la
ventaja lograda por la candidatura de Sandra Torres tendía a difuminarse hacia
la elección del 11 de agosto, tal y como finalmente sucedió.
En el balotaje Sandra
Torres logra apenas un cuarto de millón de votos más en comparación con la
primera vuelta, mientras Giammattei logró aumentar su apoyo en más de un millón
de votantes, con lo cual aventajó en más de medio millón a su conteniente. El
candidato triunfador obtuvo cerca de 1 millón 907 mil votos, para un 57.95% de
los votos válidos, favorecido principalmente en centros urbanos.
¿Pero cuáles fueron los
factores determinantes para la elección del próximo presidente del país?
Sin duda alguna, un
elemento importante que incidió en el resultado electoral fue el voto anti
Sandra Torres. Este anti voto se constituyó a partir de una matriz de opinión
que la ubicó, calificó o descalificó
como una candidata: a) apoyada por el narcotráfico, para lo cual se
argumentó el reparto de dinero en efectivo que su partido realizó en las áreas
rurales principalmente; b) socialista, mote que deviene del supuesto carácter
socialdemócrata de su partido y de su tendencia al impulso de ayudas
condicionadas a los sectores empobrecidos, lo cual implicaría –al mismo tiempo–
que su gobierno replicar el modelo de Hugo Chávez y Nicolás Maduro en
Venezuela; c) autoritaria, pues se suponía como alguien con don de mando que
buscaría mantenerse en el poder por muchos años; d) perseguida por la justicia,
siendo la investigación y acusación judicial sobre financiamiento ilícito de su
campaña durante las elecciones de 2015. A lo anterior agréguese los discursos
misóginos, las acusaciones de haber sido guerrillera, etc. Una matriz de
opinión que, fundamentada o no, basada en hechos, prejuicios e ignorancias, fue
diseminada a través de los medios de comunicación masiva y las redes sociales,
produciendo el efecto pretendido: su derrota electoral.
Pero el voto anti
Sandra Torres no fue lo único que incidió. Finalmente, los principales poderes
económicos, políticos, militares, mediáticos y, también, algunos mafiosos, tal
y como lo han hecho en anteriores elecciones, se articularon hábilmente en
torno a la candidatura de Giammattei con el propósito de garantizar la
continuidad del statu quo –que no estaba en riesgo- y el control de ámbitos
estatales para sus negocios lícitos e ilícitos. Así, por ejemplo, se observó
que los principales grupos corporativos y capitales históricamente dominantes,
con todos su aparatos y recursos, apostaron principalmente a la candidatura de
Giammattei; buena parte de los partidos políticos que eran proclives a esta
candidatura finalmente se articularon a
su estrategia de campaña; las principales articulaciones de militares (de alta
y en situación de retiro) vieron en esta fuerza reflejadas sus visiones e
intereses; las principales redes de medios de comunicación se alinearon en
torno a la propuesta más conservadora; mientras las iglesias y sectas
pentecostales y neo-pentecostales impulsaron un voto disciplinado hacia esta
opción de extrema derecha.
En una sociedad
profundamente conservadora, que se expresa en discursos y prácticas
homofóbicas, se supuso que el señalamiento sobre la tendencia homosexual del
candidato triunfador haría mella de sus intenciones presidenciales. Aun cuando
esto pudo haber incidido en un porcentaje de ciudadanía que decidió no acudir a
las urnas, lo cierto es que este factor incidió finalmente poco, lo cual se
explica en un conservadurismo de doble
racero, en especial cuando se trata de defender intereses económicos o evitar
que una supuesta propuesta alternativa de sociedad pueda posicionarse en
espacios de poder y atentar contra su imaginario del deber ser social. A
contracorriente de este señalamiento contra Giammattei, desde su campaña
supieron mover los miedos, la desinformación y la ignorancia hegemónica,
mientras que la campaña de Torres (a la que afectó la misoginia), aun con su
corrimiento hacia el conservadurismo tradicional, no logró mermar la matriz de
opinión en su contra que venía gestándose desde 2008 cuando ella fue primera
dama de la nación en el gobierno del partido de la UNE.
Así las cosas, más allá
del resultado electoral, lo previsible es que el país continuará por derroteros
donde los intereses empresariales, militares, político rentistas, conservadores
y mafiosos seguirán imponiéndose por sobre el interés público y común. Así, los
grupos que mantienen capturado y cooptado al Estado, que lo hicieron
durante los gobiernos de Otto Pérez
Molina y de Jimmy Morales –para ubicarnos en el corto plazo–, continuarán
siendo predominantes en el gobierno de Giammattei, el cual logró el apoyo de
solo el 23.41% de los votantes inscritos en el padrón electoral.
[1] Sosa, Mario. Seis
claves para interpretar las elecciones y el sórdido futuro. Plaza Pública, 27
de junio de 2019. En https://www.plazapublica.com.gt/content/6-claves-para-interpretar-las-elecciones-y-el-sordido-futuro
[2] Ibíd.
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