sábado, 12 de diciembre de 2020

Centroamérica: otra vez ríos de gente

 Si solo con la pandemia este ha sido un annus horribilis para todo el mundo, los huracanes y la insensatez de los políticos lo han transformado en un círculo más, no imaginado entonces, del infierno de Dante, y ¿quién no quiere evitar o huir del infierno?

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica



Mientras la ONU advertía esta semana que más de un millón de centroamericanos se han movilizado de sus lugares de residencia empujados por las consecuencias de la violencia, la pobreza, la falta de trabajo, la pandemia del Covid-19 y la devastación dejada por el paso de dos violentos huracanes, en Honduras se formaba una nueva caravana que irá sumando gente en el camino y que, a sabiendas que enfrentan peligros que pondrán en riesgo sus vidas, se lanzan intentando llegar a los Estados Unidos.

 

Es la desesperación máxima en países en donde se encuentran en el mayor de los desamparos, en donde no queda más alternativa que irse a aventurar aún a riesgo de la propia vida. En sus lugares de origen, toda esperanza está perdida, todo esfuerzo ha sido hecho, todo se ha probado y nada ha resultado. Durante años, los desesperados lucharon incluso con las armas en la mano. Fueron 30 años de enfrentamientos, de insurrección, en los que por lo menos se tenía la utopía como luz que iluminaba la esperanza al final del túnel de la guerra. Luego hubo gobiernos comandados por quienes habían vanguardizado esas luchas, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), y nada pareció mejorar lo suficiente.

 

Quienes deberían estar velando porque sus condiciones de vida mejoraran ven para otro lado, se confabulan en función de sus propios intereses, los ven con desprecio y los ignoran y por eso la gente estalla, se insubordina como en Guatemala… o se van, hastiados de la indiferencia, la corrupción y la ineptitud. 

 

En el Triángulo Norte centroamericano no hay bloqueos ni medidas sancionatorias como las que cercan a países como Venezuela y Cuba, que provocan el desabastecimiento que busca la explosión social por desesperación. Todo lo contrario, los Estados Unidos necesitan de esa fuerza de trabajo barata que puede ser explotada en el límite de la esclavitud. Los impedimentos que ha puesto para su entrada no resultan de que no la necesiten, sino a la inconformidad que causa en los estratos sociales pauperizados de su propia sociedad que los ven como competencia desleal.

 

Pero en Centroamérica no necesitan crear ningunas condiciones adicionales para que la gente esté desesperada. Lo que les interesa es regular ese flujo que es inmenso, desordenado y variopinto y para eso proponen planes como el que, seguramente, retomará la futura administración de Joe Biden, el de la llamada Alianza para la Prosperidad, que dice querer mejorar las condiciones de vida de la gente para que no tenga que migrar, pero que en el fondo lo que busca es crear el entorno favorable para la llegada de capitales norteamericanos que aprovechen las “ventajas comparativas” de la región, sobre todo ahora que tanto la pandemia como la disputa con China han puesto de manifiesto la necesidad de trasladar las cadenas de suministros a regiones próximas a su territorio.

 

Aunque la administración de Donald Trump llevó el desprecio y la represión contra los migrantes a límites inhumanos en su frontera con México, y trató de involucrar a terceros países en la contención de la avalancha, como la política de Tercer País Seguro que obligó a aceptar a Guatemala, se trata realmente de una política de Estado. Recuérdese cómo la administración de Barak Obama, que despertó tantas expectativas en el progresismo mundial, fue la que más gente deportó. 

 

Si solo con la pandemia este ha sido un annus horribilis para todo el mundo, los huracanes y la insensatez de los políticos lo han transformado en un círculo más, no imaginado entonces, del infierno de Dante, y ¿quién no quiere evitar o huir del infierno? En Centroamérica son ríos de gente, como dice la canción del nicaragüense Perro Zompopo, los que tratan de hacerlo.