En su campaña electoral, Boric señaló que si Chile fue la cuna del neoliberalismo en América Latina, también será su tumba. Pero no sólo no lo enterró, le ha dado nuevos bríos e inyectado más savia.
Marcos Roitman Rosenmann / LA JORNADA
Los defensores del gobierno del Frente Amplio en Chile justifican el apoyo, al igual que lo hacen sus miembros, en tener como referente político la figura de Salvador Allende. Parece existir una necesidad histórica de usar su figura como escudo para sus decisiones. Dicen ser los herederos de su legado y, si se me apura, hasta los apellidos de algunos de sus ministros coinciden. Son hijos o nietos de quienes dieron su vida por el gobierno de Allende. En otras palabras, hay continuidad entre el gobierno de la Unidad Popular, su presidente Allende y el programa del Frente Amplio.
Pero la realidad es tozuda. Estamos a 50 años del golpe de Estado civil-militar, cuyo acto iniciático fue el bombardeo del Palacio de La Moneda, símbolo de la democracia republicana. De sus cenizas, hoy se pretende ver, en el gobierno de Gabriel Boric, el renacer de una ilusión. Es más, Boric, en su campaña electoral, señaló que si Chile fue la cuna del neoliberalismo en América Latina, también será su tumba. Pero no sólo no lo enterró, le ha dado nuevos bríos e inyectado más savia.
Para desfacer este entuerto, me permito comparar medidas adoptadas por el gobierno de la Unidad Popular y las desarrolladas por el Frente Amplio. Vayamos por partes. Si hoy, el gobierno del Frente Amplio está orgulloso de los 30 años de una economía y sociedad de mercado, se entiende que están orgullosos del capitalismo en Chile. Lo cual de ser cierto, y no lo pongo en duda, asistimos a un orden fundado en relaciones sociales de explotación con un bagaje poco o nada democrático. Así, podemos constatar que las desigualdades en Chile han crecido y la pobreza se perpetúa mediante sueldos de miseria, condiciones laborales indignas, trabajos basura y una creciente aporofobia entre las élites gobernantes. En otras palabras, Chile está en guerra contra los pobres y no contra la desigualdad. Alejandro Canales y Dídimo Castillo, en su reciente libro Contra la desigualdad, contribuciones para un discurso de emancipación social, son contundentes: la desigualdad mata. Y en Chile lo hace a diario, debido a un sistema de sanidad, planes de pensiones y educación privados, con acceso asimétrico a bienes y servicios: agua, luz, vivienda, ocio, alimentación, transporte o ambiente.
Ahora veamos la distancia entre ambos proyectos. La Unidad Popular fue un gobierno de transición al socialismo, la gestión de Boric es de profundización del capitalismo. La administración de la Unidad Popular nacionalizó las riquezas básicas; Boric vende el litio a las trasnacionales. La Unidad Popular disolvió el Grupo Móvil, fuerza de choque de Carabineros; el Frente Amplio les compra armamento y refuerza el rol represivo de Carabineros en las manifestaciones. La Unidad Popular mantuvo una posición de no alineamiento, restableció relaciones diplomáticas con Cuba, uniéndose a México y Canadá; Boric se alinea con Estados Unidos en la guerra ruso-ucrania y legitima al gobierno golpista en Perú. La Unidad Popular reconoció los derechos del pueblo mapuche; Boric mantiene la militarización de la Araucanía, entrega sus tierras a las empresas madereras y protege a los latifundistas. La Unidad Popular protegió a la infancia, desarrolló políticas como el medio litro de leche; con Boric las ollas comunes, el hambre y la desnutrición infantil crecen.
La Unidad Popular y en especial su presidente, Salvador Allende, frenó y actuó sin contemplación ante la corrupción. Cualquier cargo público o dirigente del gobierno imputado de malversar fondos, tráfico de influencias fue apartado inmediatamente. Hay que decirlo, hubo pocos casos. La dictadura buscó infructuosamente, tras el golpe de Estado civil-militar, y la historia lo demuestra, casos de corrupción en ministros, diputados, senadores y dirigentes de la Unidad Popular, no halló ninguno, por el contrario, el gobierno del Frente Amplio bate récord en corrupción, malversación de fondos públicos, tráfico de influencias y Boric agacha la cabeza. El gobierno de la Unidad Popular profundizó la reforma agraria y protegió al campesino, el Frente Amplio alienta los megaproyectos de las grandes trasnacionales de la soya, el agroturismo, impulsando el capitalismo verde.
El gobierno de la Unidad Popular abrió la universidad a la clase trabajadora, facilitó su incorporación mediante becas y convenios con la CUT; el Frente Amplio mantiene las políticas de acceso a la enseñanza superior mediante créditos personales. La Unidad Popular construyó vivienda pública, legalizó y dio títulos de propiedad a los pobladores que construyeron sus casas sobre terrenos baldíos, un acto de dignidad; Boric asienta su política de vivienda en la empresa privada y la especulación. La Unidad Popular defendió y potenció la libertad de prensa; Boric mantiene el duopolio, empresarial del clan Edwards ( El Mercurio) y Alvaro Stich (Copesa) y el secuestro del diario El Clarín iniciado con la dictadura de Pinochet. Podríamos seguir, pero creo que estos ejemplos dejan claro que no existe parecido entre el gobierno de la Unidad Popular y el del Frente Amplio y su presidente Boric. Más bien, ambos están en las antípodas. Boric entroniza la economía de mercado y el capitalismo. A los hechos me remito.
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