La presencia de ambas potencias pone nervioso a Washington. Atención que también quieren nuestros recursos naturales. Por una estrategia común entre los países del área, y que no se instale aquí un escenario bélico.
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Diego Ghersi / Agencia Periodística del Mercosur
(Fotografía: los presidentes de Brasil, Rusia, China y la India, reunidos en Brasilia)
En los últimos días se registraron tres hechos que son síntoma del nuevo orden estratégico de bloques económicos, que lentamente se acomoda en el mundo: la visita del premier ruso Vladimir Putin a Venezuela; el recorte de China a sus importaciones argentinas de aceite de soja y los dichos del jefe de la diplomacia de Estados Unidos para América latina, Arturo Valenzuela, en referencia al incremento armamentístico en Sudamérica, no dejan de ser piezas del mismo rompecabezas que pueden ser leídas como las acciones de una parte y las reacciones de la otra.
En general, se puede comenzar diciendo que los incrementos en el PBI de Rusia y de China sólo pueden sostenerse a costa de conseguir nuevos mercados para la obtención de la materia prima –recursos naturales- y, en forma simultánea, de la colocación en dichos mercados de manufacturas con mayor valor agregado.
La lógica anterior se complementa con el detalle de que los mercados de materia prima sudamericanos son pretendidos por Estados Unidos y considerados por Washington como un territorio de su uso exclusivo.
Otro factor que complica la ecuación consiste en que si bien el aumento de precios de las materias primas de los últimos años ha significado una inyección de capital fresco a las naciones sudamericanas, el intercambio comercial propuesto por las naciones compradoras debe ser manejado con cuidadoso criterio a efectos de que las economías locales no sean arrasadas por productos importados más accesibles por el costo de su cuestionable manufactura.
La necesidad de materias primas de Beijing ha motivado la expansión china por sectores del planeta que antes le eran desconocidos. Ejemplo de esa situación es el que se da con la presencia de empresas chinas en África, continente dónde incluso hay presencia de la Armada china en el Golfo de Adén.
El economista mexicano Enrique Dussel - profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y coordinador del Centro de Estudios China-México- cree que, dado que América Latina es un proveedor masivo de materias primas a China y, a la vez un importador de manufactura china que cada vez tiene más valor agregado, la situación plantea un problema estructural importante.
Según Dusssel, con China como el segundo socio comercial y más dinámico en la región, se necesita una estrategia a largo plazo, fortaleciendo instituciones, conocimientos y expertos para no estancarse en una relación actual de producción, que es desventajosa para Latinoamérica, pues importa cada vez más productos manufacturados chinos y destruye industrias y empleo.
"Hay que acabar con la situación de exportar materias primas e importar productos transformados porque eso genera un ambiente de ganadores y perdedores. Muchos países ya comienzan a tener crecientes déficit comerciales aunque vendan recursos", sostiene Dussel.
Implementar una agenda sectorial en bloque de Latinoamérica con China sería fundamental para la región, que este año será el cuarto social comercial del gigante asiático. Esta metodología resta importancia a los tratados comerciales bilaterales por las asimetrías que estos llevan implícitos.
Un buen ejemplo se produce en el caso del intercambio comercial sino-argentino que se ha fundamentado principalmente en la soja y sus derivados, cuestión que ha puesto al filo del monocultivo al país sudamericano y acarreado muchos problemas al gobierno central de Buenos Aires en sus intentos de revertir esa tendencia.
La dependencia Argentina de los ingresos por la venta de aceite de soja es tan grande, que cualquier intento de Buenos Aires que trate de compensar el ingreso de manufacturas chinas es sancionado con la detención de los embarques de soja. Esa situación convierte al aceite de soja en un arma comercial.
En Argentina existen 47 plantas aceiteras y un polo industrial del rubro considerado el mayor y el más eficiente del mundo. Sin embargo el problema es que esas fábricas cierran el negocio con la producción de espeler y alimento balanceado, que se comercializa en el sector avícola. Si falta uno de los elementos, el negocio simplemente no cierra.
La balanza comercial sino-argentina estaba equilibrada en 6 mil millones de dólares pero sufrió un desbalance cuando la ministra Deborah Giorgi decidió poner trabas a las importaciones chinas para proteger a la industria argentina. Fue el comienzo del uso del aceite como arma y una manera de condicionar las decisiones soberanas de Buenos Aires, tendientes a proteger su industria.
Respecto de la visita de Putin a Caracas, la misma puede leerse en la necesidad rusa de petróleo, para el funcionamiento de sus fábricas, complementado por la necesidad de Caracas de reponer su parque de armas.
La afirmación anterior se sustenta en los dos anuncios más importantes que dejó la reunión bilateral: compra de armas por parte de Venezuela y participación de Rusia en el negocio de la riquísima cuenca petrolífera del Orinoco, próxima a certificarse.
Sabido es que el gobierno bolivariano está permanentemente azuzado desde Washington -que considera a Hugo Chávez como poco menos que el representante de Satanás en la Tierra- y en ese sentido, Washington realiza aprestos bélicos que lentamente cierran un cerco sobre país caribeño: bases insulares en el Golfo de México; reactivación de la IV Flota y abastecimiento de armas, equipos y asesores a Colombia desde instalaciones militares facilitadas por Bogotá.
Simultáneamente, a Caracas le llueven acusaciones acerca de que Venezuela estaría proporcionando santuarios en su territorio para las guerrillas FARC.
Ante esa situación de tensión fronteriza creciente, Venezuela se siente obligada a reforzar su defensa y ha recurrido al complejo militar ruso para abastecerse de ellas. Después de todo, por muchísimo menos se inició la guerra de Vietnam.
La coyuntura descripta genera automáticamente el marco para la tercera noticia destacada: el subsecretario norteamericano para Asuntos del Hemisferio Occidental, Arturo Valenzuela, afirmó el 7 de marzo -con su cara más dura- que tanto para su gobierno como para la región son intolerables las amenazas bélicas y las intromisiones entre países incluso con apoyo a sectores terroristas.
Valenzuela, quien había llegado a Bogotá en la noche del 6 de marzo como parte de su gira por Ecuador, Colombia y Perú, agregó que “el gasto militar en América Latina debería bajar porque con esos fondos podrían atenderse otras necesidades más apremiantes.”
Las palabras de Valenzuela se producen en momentos en que Colombia y Venezuela pasan por uno de sus peores momentos, en medio de mutuas recriminaciones porque Bogotá acusa a Caracas de amparar a jefes de las guerrillas, y porque Rusia acordó el pasado 2 de abril prestarle a Venezuela hasta 2.200 millones de dólares para nuevos acuerdos de armas.
Si se considera que en los últimos años Rusia y China han consolidado una alianza estratégica y económica que contrapesa la hegemonía de Estados Unidos y que, Sudamérica es una región rica en recursos naturales y biodiversidad, la creciente influencia de las potencias asiáticas en el hemisferio podría significar el comienzo de una escalada bélica que termine con el aura pacífica que la región ostenta a contramano del resto del mundo.
Por otra parte, sería aconsejable que los gobiernos sudamericanos implementen una estrategia de bloque en las negociaciones con poderosos, cuya imagen altruista debería medirse en términos de ventaja económica. Esa prudencia necesaria evitaría el riesgo que entraña el hecho de que al pretender salir de un problema se caiga en otro peor.
1 comentario:
Very Good.
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