Quizá el problema más difícil en Cuba sea gobernar a esos ciudadanos inconformes y críticos, creados por el propio socialismo, y que son hoy, paradójicamente, su consenso real.
(Fotografía de LA JIRIBILLA)
Imaginemos por un momento que tenemos delante a Raúl Castro y entablamos una conversación franca y ecuánime sobre la política cubana y sus problemas.
Déjeme ser abogado del diablo, y empezar por el pluralismo. ¿Por qué Cuba no adopta un esquema multipartidista, como Europa del este, España, el propio México? ¿No está el Partido Comunista seguro de que pueda retener el voto de la mayoría si compitiera con otras organizaciones?
En ese plano conversacional, quizá Raúl respondería: Supongamos que el PCC se dividiera en tres, digamos, un Partido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC), un Partido Revolucionario Cubano (PRC) y el PCC, todos anticapitalistas, pero diferentes, ¿sería este sistema bastante pluralista? En mi papel de abogado, volvería a la carga: Y la oposición histórica genuina, el exilio, ¿no podría participar en campañas electorales, con sus propios recursos? ¿Y otras fuerzas internacionales (socialdemócratas, liberales, demócrata-cristianos) no podrían apoyar esta oposición, con la meta admisible de restaurar el capitalismo? De otra manera, esos tres partidos serían vistos como puros cambios cosméticos. Raúl comentaría: Precisamente. ¿Entonces deberíamos ser más pluralistas que Estados Unidos, Francia, España? ¿Qué partidos tienen un chance real de instaurar un socialismo de verdad en esos sistemas? Además, ¿por qué no pedirles lo mismo a los chinos y a los vietnamitas; será que ellos son potentes tigres asiáticos, no islitas en el golfo?
Segundo round: Se dice que los disidentes están presos por criticar al gobierno, representar la sociedad civil, defender la paz, la reconciliación, los derechos humanos.
“Pacíficas y reconciliadoras, las iglesias –quizá contestaría Raúl–, que sí representan sectores de la sociedad civil, hacen sus reclamos al Estado, pero sin aliarse con ningún gobierno extranjero; y fíjese lo bien que nos llevamos, pronto nos reuniremos para escuchar y discutir sus necesidades. ¿A qué sector de esa sociedad civil representan los disidentes? No reclaman mejoras económicas o sociales; su agenda política es antisistema socialista; no portan armas de fuego, pero son muy beligerantes.”
–Pero ¿por qué llegar al extremo de encarcelarlos?¿Realmente son una amenaza tan grande para la estabilidad política del socialismo?
Ellos no, pero sus patrocinadores sí, en especial Estados Unidos. No podemos correr el riesgo de dejarles creer que vamos a tolerar su injerencia en nuestros asuntos, pues son la verdadera amenaza a nuestra independencia nacional.
–¿Entonces no habrá cambios en la política hacia esa oposición?
Raúl se queda pensando. “Vamos a suponer que indultamos al puñado que está preso, les permitimos que sigan hablando y reuniéndose entre ellos, como la mayoría hace hasta ahora. ¿Cesaría la operación política internacional que los promueve? ¿Dejarían de ser el plato fuerte de la prensa internacional? ¿Actuarían dentro de la legalidad del sistema, en vez de asociarse con fuerzas políticas extranjeras para subvertirlo?”
Si fuera así, ¿habría espacio interno para esa oposición? ¿Podrían postularse y tener representación en la Asamblea Nacional?
La ley no les impide proponerse como candidatos a delegados en su circunscripción, ni ser elegidos a los distintos niveles del Poder Popular. El Partido no les dice a sus miembros ni a nadie cómo deben votar ante ningún candidato. Numerosos diputados en la Asamblea Nacional no son militantes del PCC. Ahora mismo estamos en medio de ese proceso electoral, aunque fuera casi nadie se entera.
Tercer round: En Cuba todo el mundo se queja de que la situación no ha mejorado; los salarios no alcanzan para los precios del mercado; hay demasiados controles burocráticos y prohibiciones; las viviendas están cada vez en peor estado; los medios no reflejan la opinión pública. ¿Cuándo se verán los cambios estructurales del sistema anunciados hace tiempo?
Estamos ante un conjunto de deficiencias acumuladas, algunas tan viejas como la Revolución, y de las que el PCC es el máximo responsable. Los ciudadanos se han acostumbrado a un Estado paternalista, que no estimula el trabajo; salarios sin resultados productivos, con más dinero circulante y subida de precios. Sobran más de un millón de trabajadores, pero carecemos de constructores, obreros, maestros, policías. Nos habituamos a vivir por encima de nuestros ingresos, a comernos el futuro. Hay que romper dogmas, y actualizar nuestro modelo socialista.
¿Cuáles son los ejes de esa actualización?
Reordenar la economía, descentralizar, desburocratizar, elevar la participación y el control, recuperar el desarrollo social y el nivel de vida.
¿Dónde está el principal obstáculo para que las políticas ya decididas se apliquen realmente?
La desorganización y la resistencia pasiva de la burocracia intermedia a implementar los cambios.
¿Está la actual dirigencia en capacidad de liderar esos cambios? ¿Hay un relevo político en marcha?
Los jóvenes se parecen más a su tiempo que a nosotros, como debe ser. Hacen falta líderes reales, que convenzan y movilicen con capacidad y prestigio. No pueden creerse dueños de la verdad, sino habituarse a la discrepancia, que es fuente de soluciones; a razonar con argumentos, no con consignas; a desconfiar de una unanimidad ficticia y dañina; a erradicar la simulación y el oportunismo, y fomentar una discusión franca con el pueblo, el encargado de juzgarlos.
Quedan otros problemas de los que no hemos tenido tiempo de hablar: la política social, la vivienda, la libreta de abastecimiento, los medios de difusión, el nuevo código de familia, las regulaciones migratorias, las relaciones con Estados Unidos y Europa, una lista mayor que las soluciones visibles. El más difícil quizá sea, sin embargo, gobernar a esos ciudadanos inconformes y críticos, creados por el propio socialismo, y que son hoy, paradójicamente, su consenso real.
* Politólogo cubano, director de la revista Temas
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