Vamos a hablar de un tal Morales. ¿Lo conoce? No creo. No lo confunda con el cocalero que llegó a presidente. Éste, está en la vereda de enfrente, aunque es gobernador de Jujuy, provincia vecina a Bolivia, pegadita al país de la plata.
Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina
Este se llama Gerardo, Gerardo Rubén. Insisto nada que ver con Evo, aunque nieto de bolivianos, pisan el mismo ubérrimo suelo, reserva mundial de litio, compartido entre Argentina, Bolivia y Chile, tan apetecido por las multinacionales y el imperio que ve en ella, su esperanza de volver al centro del poder mundial.
Pero volvamos al tal Morales, nieto de bolivianos como le dije; radical el hombre ¿vio? supo ser Secretario de Desarrollo Social del gobierno de Fernando De la Rúa ¿le suena? el presidente que abandonó la Casa Rosada en helicóptero en diciembre de 2001.
Entonces el hombre, el tal Morales, diputado en su provincia, fue elegido senador nacional por el radicalismo y convocado por el presidente de la Alianza a ejercer un cargo ligado a la gestión social, en momentos en que lo hecho en los noventa por el gobierno del riojano Carlos Menem explotaba por los aires.
Duró poco, claro está, tanto como esa alianza entre gallos y medianoche.
Encandilado por la seducción que ejerce sobre los provincianos las luces de la gran Ciudad, el tal Morales, volvió a la Capi como dirigente del Partido Radical Nacional, a sabiendas que allí se cocinan los destinos del país. Desde esa ciudad de arquitectura coqueta y europea, los coloridos cerros de la puna jujeña se ven tan lejanos como los pueblos originarios que la habitan desde que este lugar del mundo recibió las primeras migraciones hace miles de años.
Contador de profesión, el tal Morales, los números han ocupado gran parte de su formación y su vida cotidiana; intentando llevar agua a su molino, ha sido acusado de enriquecimiento ilícito, acusación que se ha diluido dentro de una justicia provinciana manipulable, apegada a los poderes de turno, de comprobada ductilidad con los regímenes de facto.
Insistidor el hombre, fue varias veces candidato a gobernador en los noventa y en el dos mil también; candidato a vice de Roberto Lavagna en 2007, ubicándose en un tercer lugar.
Si lo mira de lejos, le puede sorprender su rostro afable, casi de bueno ¿vio? Pero no se engañe, el hombre se las trae. En 2015 asumió como gobernador de Jujuy, ganando por amplio margen. Con un gobierno nacional neoliberal a su medida, el tal Morales cobró bríos, castigando con renovado entusiasmo a sus antiguos enemigos. Saltó al ruedo dispuesto a hacer tronar el escarmiento.
Idéntica actitud mostró en el gobierno otro ambicioso radical mendocino, un tal Cornejo ¿lo ubica? Prepotente y soberbio, émulo contemporáneo de Napoleón por el tamaño, no así en pretensiones, llevó a cabo las mismas reformas que el jujeño en su gestión: se ensañó con los mapuches radicados en territorio provincial y penalizó las protestas callejeras de los docentes. Mendoza bajo el gobierno radical, actualmente en manos de un tal Suárez, ostenta los más bajos salarios públicos del país, sobre todo docentes y personal de la salud.
Desde 2009, el tal Morales mantuvo reiterados conflictos con la dirigente barrial Milagro Sala, líder de la organización Tupac Amaru que el kirchnerismo acompañó, proporcionándole fondos nacionales para la construcción de viviendas. En su apogeo, la Tupac Amaru llegó a tener 150 mil afiliados y 4.500 personas trabajando.
Quien haya visitado Jujuy, fácilmente puede advertir la magnitud de la obra social realizada por esta organización, como también lo deslucida que queda la gestión gubernamental de la provincia frente a ella. Fácil también entender las inquinas, broncas y envidias que puede generar entre la dirigencia jujeña como también los conflictos y atentados que se han producido a lo largo de varios años.
En ese clima enrarecido que se instaló a partir de diciembre de 2015, donde los nuevos gobernantes volvieron a entronizar el mercado y desguazar al Estado, las organizaciones sociales, cooperativas y sindicatos fueron blanco de sospecha y ataque, respaldados por un sistema judicial nacional y provincial. Llovieron las reformas a los sistemas penales y procesales y fue reprimida la protesta social y los cortes de ruta. Rápidamente el panorama cambió del día a la noche; la caza de brujas se instaló como en los malditos años setenta.
Encarnizado, el tal Morales, arremetió contra Milagro Sala e hizo todo lo posible para encarcelarla; meterla entre rejas fue su objetivo, cuestión que a la fecha lleva siete años y 155 días presa, sin importarle su deteriorado estado de salud y pasándose por sobre todos los pedidos de liberación y clemencia de los organismos de derechos humanos nacionales e internacionales.
Bravo el hombre, todo un ejemplo de ensañamiento contra los más débiles y una manera de quedar bien con los poderosos, hizo méritos para ser merecedor de la confianza de los patrones. Uno de ellos, el mendocino José Luis Manzano, ex ministro de Carlos Menem en los noventa, propietario de medios y de Integra Lithium, posee 243.000 hectáreas en salares de roca en Catamarca y Jujuy; junto a él se lo ha visto retratado al tal Morales el año pasado, celebrando las futuras inversiones.[1]
En ese ánimo, el tal Morales, forzó la reforma de la Constitución provincial, intentando penalizar la protesta social; reforma que le daría herramientas para reprimir a los docentes provinciales que vienen protestando en las calles desde hace meses por mejores salarios, los que en comparación con sus pares de la provincia de Buenos Aires, representan un tercio para los ingresantes a la educación en idénticas condiciones, siendo que el nivel inflacionario de Jujuy supera al nacional.
Con la sartén por el mango, el tal Morales, suspendió dos artículos de la Constitución reformada porque generan dudas en las comunidades indígenas, el 36 y el 50, los que momentáneamente vuelven a la redacción original de la Constitución de 1986.
El artículo 36 hace referencia al “Derecho a la propiedad privada”, la reforma aprobada quita del texto el párrafo que establecía que el derecho a la propiedad privada “no podrá ser efectuado en oposición a la función social o en detrimento de la salud, seguridad, libertado o dignidad humanas”. Y agrega condiciones: “las leyes procesales de la Provincia deben incorporar mecanismos y vías rápidas y expeditivas que protejan la propiedad privada y restablezcan cualquier alteración en la posesión, uso y goce de los bienes a favor del titular”; añadiendo: “será considerada grave violación al derecho de propiedad la ocupación no consentida por parte de una o varias personas que impida al titular de la propiedad ejercer los derechos que le asisten según esta Constitución y la Ley”.
En tanto, el artículo 50, el otro que el tal Morales dio de baja, es el referido a los “derechos y garantías de las comunidades de los pueblos indígenas”, destacando el inciso 3 de ese artículo como el que genera mayores resistencias en las comunidades indígenas: “El Estado promueve la entrega de otras tierras aptas y suficientes para el desarrollo humano”, como establece el párrafo del nuevo texto constitucional.
El inciso 1 del artículo 50 “reconoce la preexistencia étnica y cultural de las comunidades originarias y pueblos indígenas de Jujuy y garantiza el respeto a su identidad, espiritualidad, herencia cultural, conocimientos ancestrales y el derecho a una educación bilingüe e intercultural”; en tanto el inciso 2, indica que “el Estado es el encargado de reconocer la personería jurídica de las comunidades dentro del territorio provincial como la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan, con el fin de garantizar y reafirmar la integridad territorial de la Provincia en la Nación”[2].
Demasiado grosero y abusivo ejercicio del poder puesto de manifiesto por el tal Morales dentro de la recuperada democracia, quien se siente respaldado por otros opositores precandidatos presidenciales: un tal Rodríguez Larreta, actual jefe de la CABA y una tal Patricia Bullrich, que en su paso por el gobierno anterior reprimió a las comunidades mapuches y se la acusa de la muerte de Santiago Maldonado.
Sueltos de cuerpo estos dos, le echan la culpa al gobierno nacional de haber enviado agitadores profesionales para impedir el funcionamiento legítimo del gobierno jujeño. Demasiado grosero y abusivo dadas las víctimas cobradas por los disturbios y el tiempo que llevan las protestas que tienen paralizada a la provincia, dado que ya comienzan a levantarse voces pidiendo la urgente intervención nacional de la misma.
Enceguecido y ambicioso, el tal Morales, no advirtió que ponía leña al fuego en la Legislatura provincial justo el Día de la bandera, el pasado 20 de junio – día en que se conmemora la muerte del General Belgrano y que en Jujuy, mantiene viva su memoria por el Éxodo del pueblo jujeño de agosto de 1812, organizado por él, para proteger el éxito de la Revolución iniciada dos años antes en el Cabildo de Buenos Aires.
Más ambicioso que enceguecido, el tal Morales, bate el récord de nepotismo en el país, 25 personas entre hijos, hermanos, primos, tíos, sobrinos, yernos, ex parejas y actuales, como también ex cuñadas, están instalados en la administración provincial dentro de los tres poderes.[3]
Urgido en su ambición y la necesidad de quedar bien con los intereses a los que sirve, el tal Morales, no reparó en el tiempo necesario que demanda la instalación de una reforma constitucional, cuyos constituyentes y puntos precisos de reforma deben debatirse en tiempo y forma como lo indica la Ley Suprema; Ley Suprema que está cumpliendo 170 años en 2023, dando muestras claras de la acción del vencedor de la batalla de Caseros, el General Justo José de Urquiza, ocurrida el 3 de febrero de 1852 y la rápida convocatoria a las provincias de la Confederación realizada por éste para dictar la norma que, en definitiva, sería el proyecto futuro de país, una vez incorporada la provincia de Buenos Aires en la reforma de 1860.
Tampoco le importó la agitación que vive Argentina en un año electoral. Sabe que hay que quedar bien y facilitarle las cosas a los capitales extranjeros.
“El botón de Nácar” es un film del cineasta chileno Patricio Guzmán y producido por Renate Sachse, estrenado el 15 de octubre de 2015.
El botón de Nácar es un maravilloso relato fílmico, con imágenes fantásticas que comienza en el desierto de Atacama, el territorio más seco del planeta, en donde se descubre un trozo de ámbar con un objeto similar a un botón de nácar dentro.
A partir de esto, comienza el desarrollo de un complejo paralelismo entre los miles de desaparecidos arrojados al mar durante la dictadura de Pinochet y el exterminio de seis etnias magallánicas al sur de Chile desde el siglo XIX, etnias que reconocían al mar como único espacio de sus vidas, viajando en canoa a través de miles de kilómetros, inclusive, a través del tempestuoso mar del Cabo de Hornos.
En el relato de los sobrevivientes de esas etnias, no se reconocen chilenos; cuando se remontan a sus orígenes lo hacen en su lengua ancestral, hecha de sonidos que semejan el agua que baja desde las montañas u olas marinas que salpican con sus gotas las rocas.
El gobierno de Salvador Allende a comienzos de los setenta, reconoció los derechos de los pueblos originarios y los territorios en los en que habitaban, situación que violentamente se elimina con la llegada de los militares encabezados por Augusto Pinochet en septiembre de 1973, tal como se relata en la película.
La idea que prospera en El botón de Nácar, germinó cuando Guzmán rodaba en Atacama su anterior y magistral documental, Nostalgia de la luz, en 2010.
El océano contiene la historia de la Humanidad entera, manifiesta. Adentro están las voces de la Tierra y también las voces que vienen del espacio. El agua recibe el impulso de los planetas y lo transmite a las criaturas vivientes. El agua, la frontera más larga de Chile, contiene el secreto de un botón encontrado en su lecho. Chile con sus 4.000 kilómetros de costa y el archipiélago más grande del mundo, nos propone un paisaje sobrenatural. Aquí están sus volcanes, sus montañas, sus glaciares. Aquí están las voces de los indígenas de la Patagonia, de los primeros navegantes ingleses y también de los presos políticos. Algunos dicen que el agua tiene memoria. El film de Patricio Guzmán demuestra que también tiene voz, manifiesta una crítica especializada sobre este trabajo.[4]
Ingenuo el tal Morales, en su rol de víctima y victimario, victimario y víctima, desconoce ese conocimiento ancestral que comparten los pueblos originarios con el Universo que nos rodea y que ahora combate.
Aturdido el tal Morales y sus represores, puede que en las noches venideras, comiencen a escuchar las voces de sus víctimas y no los dejen dormir.
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