Wallerstein estaba convencido de que “la primera mitad del siglo XXI será más dificultosa, más perturbadora y, sin embargo, más abierta que todo lo que hemos conocido durante el siglo XX.”
Guillermo Castro H. / Especial para Con Nuestra América
Desde Alto Boquete, Panamá
El que en el silencio del mundo ve encendidas a solas la luz de su corazón, o la apaga colérico, y se queda el mundo a oscuras, o abre sus puertas a quien le reconoce la claridad, y sigue con él el camino.
José Martí, 1892[1]
Días después, en un artículo para La Jornada, Raúl Zibechi planteaba que problemas como el cambio climático y la guerra “convergen mostrando el delirio del sistema y la proximidad del colapso”, mientras las bolsas de valores siguen al alza, porque al 1 o 2 por ciento más rico “poco le importa la vida, siempre que no sea la suya”. [3] Esto, mientras la economía global pasa del crecimiento a la contracción en un proceso de larga duración, y “la riqueza del sistema se distribuye cada vez más entre los ricos y los muy poderosos”, dejando atrás a los sectores populares y medios.[4]
En este marco, dice, diversos factores agravan el problema: “las poblaciones tienden a crecer, pero los recursos que las sustentan no lo hacen”, al tiempo que la fractura de las líneas de suministro implica comprar productos más caros, lo cual “retroalimenta el problema de las cadenas de suministro y la escasez de recursos”. A esto se agrega, dice, que mientras estos y otros factores prefiguran situaciones críticas”, el capitalismo ha logrado llevarnos de cabeza al colapso “mientras miramos la pantalla, ignorando la destrucción y la masacre de la vida”.
Así, Guterres y Zibechi confluyen en sus preocupaciones sobre el presente, aunque divergen en sus perspectivas de futuro. Para el primero, el mundo debe aprovechar la ocasión de la “Cumbre del futuro” que tendrá lugar en septiembre en Nueva York, durante la reunión anual de la Asamblea General de la ONU para “modelar el multilateralismo para los años venideros”. mediante “una reforma en profundidad del Consejo de Seguridad y del sistema financiero internacional, cuyo diseño es ‘anticuado, disfuncional e injusto’ además de que ‘favorece a los países ricos que lo diseñaron’”. Para el segundo, en cambio, la crisis del sistema internacional de organización del mercado mundial establecido a mediados de la década de 1940 - y sustentado justamente en el Fondo Monetario Internacional y la ONU - ha llegado a un punto en que ya es imposible reformarlo, y de lo que se trata es de transformarlo.
Cabe recordar que este proceso ya estaba en curso a fines del siglo XX. Para entonces tuvo dos escenarios mayores: el Foro Social Mundial y el Foro Económico Mundial. De ambos dijo en su momento Immanuel Wallerstein que no se enfrentaban entre sí en la crítica y la defensa del capitalismo, sino en la búsqueda de las vías para sustituirlo. Y de ambos cabe decir hoy que sólo sobrevive el segundo, pues el primero se disolvió años atrás en las aguas del oenegismo progresista.
Para 1997, en todo caso, Wallerstein estaba convencido de que “la primera mitad del siglo XXI será más dificultosa, más perturbadora y, sin embargo, más abierta que todo lo que hemos conocido durante el siglo XX.” [5] Para decirlo se basaba en tres premisas. Una, “que los sistemas históricos, como todos los sistemas, tienen vidas finitas. Tienen un comienzo, un largo período de desarrollo y, finalmente, mueren, cuando se alejan del equilibrio y alcanzan puntos de bifurcación”. Otra, que en esos puntos de bifurcación
surgen dos nuevas propiedades: pequeños inputs provocan grandes outputs (mientras que durante el desarrollo normal se produce lo contrario: grandes inputs provocan pequeños outputs) y el resultado de tales bifurcaciones es intrínsecamente indeterminado.
Y la tercera, “que el moderno sistema-mundo, como sistema histórico, ha entrado en una crisis terminal, y no resulta verosímil que exista dentro de 50 años.” Esto, para apuntar enseguida que el resultado de esa crisis “es incierto”, pues
no sabemos si el sistema (o los sistemas) resultante será mejor o peor que el actual, pero sí sabemos que el período de transición será una terrible etapa llena de turbulencias, pues los riesgos de la transición son muy altos, los resultados inciertos y muy grande la capacidad de pequeños inputs para influir sobre dichos resultados.
De allí llegaba Wallerstein a tres “conclusiones morales.” La primera, “que el progreso no es inevitable, a diferencia de lo que la Ilustración, en todas sus variantes, predicó. Pero no acepto que sea por ello imposible. El mundo no ha avanzado moralmente en los últimos miles de años, pero podría hacerlo.” La seguna era que “la creencia en certezas, una premisa fundamental de la modernidad, ciega y mutila.” Y, por útimo, planteaba que “en los sistemas sociales humanos, los más complejos del universo -por lo que resultan aún más difíciles de analizar-”
la lucha por una buena sociedad es un rasgo permanente. Además, esa lucha toma su mayor significado en los períodos de transición entre un sistema histórico y otro (cuya naturaleza no podemos conocer de antemano) [pues] sólo en esos tiempos de transición resulta posible que las presiones del sistema existente hacia la vuelta al equilibrio puedan ser superadas por lo que denominamos libre albedrío. Por tanto, un cambio fundamental es posible, aunque nunca es seguro, por lo que corresponde a nuestra responsabilidad moral el actuar racionalmente, de buena fe y con energía en busca de un sistema histórico mejor.
Al respecto, dijo, en estos tiempos solo era posible plantear “aquellos criterios que serían la base de lo que llamaríamos un sistema histórico sustantivamente racional”, pues
Un sistema histórico no puede ser igualitario si no es democrático, porque un sistema no democrático distribuye el poder desigualmente, lo que implica que también distribuirá desigualmente todas las demás cosas. Y no puede ser democrático si no es igualitario, ya que en un sistema desigualitario algunos disponen de más medios materiales que otros, y, por tanto, es inevitable que también tengan más poder político
Su cuarta conclusión tiene especial valor para nosotros. La incertidumbre, dijo, “es maravillosa”, pues “la certeza, si fuera real, sería la muerte moral.” Si pudiáramos estar seguros del futuro, no habría apremio moral alguno para hacer cualquier cosa. En cambio, “si todo está por decidir”
entonces el futuro está abierto a la creatividad, no sólo a la creatividad meramente humana, sino también a la creatividad de toda la naturaleza. Está abierto a la posibilidad y, por lo tanto, a un mundo mejor. Pero solamente podemos conseguir un mundo mejor si estamos dispuestos a emplear nuestras energías morales para lograrlo, y estamos prestos a enfrentarnos con los que, bajo cualquier disfraz y arropados en cualquier excusa, prefieren un mundo desigualitario y no democrático.
Alto Boquete, Panamá, 9 de febrero de 2024
[1] “Sobre los oficiosde la alabanza”. Patria, 3 de abril de 1892. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. I, 369-370.
[2] https://www.dw.com/es/ant%C3%B3nio-guterres-nuestro-mundo-ha-entrado-en-una-era-de-caos/a-68195888#:~:text=El%20mundo%20%22est%C3%A1%20entrando%20en,prioridades%20de%20trabajo%20para%202024.
[3] “Cada año más cerca del colapso”, La Jornada / 09 de febrero de 2024
https://www.jornada.com.mx/noticia/2024/02/09/opinion/cada-ano-mas-cerca-del-colapso-2258
[4] oilprice.com (https://goo.su/15lSt)
[5] Conferencia en el Forum 2000: Inquietudes y esperanzas en el umbral del nuevo milenio, Praga, 3 al 6 de septiembre, 1997. https://www.herramienta.com.ar/incertidumbre-y-creatividad
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