sábado, 1 de marzo de 2025

Abajo las caretas

 Ahora aparece descarnadamente la cruda realidad y enseña sus dientes: se trata de un mundo comandado por representantes de la parte más rica de la humanidad, millonarios inescrupulosos que ven a los trabajadores y a los que no son millonarios como loosers, es decir, como perdedores…

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica 

En esta semana han sucedido dos hechos que evidencian rasgos de la era que con la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos está apareciendo descarnadamente: la era del capitalismo tardío conocida como neoliberalismo, en el marco del cual está sucediendo el declive del poder imperialista estadounidense.
 
El primero se enmarca en el proceso de la negociación de la paz en Ucrania como una burda transacción comercial en la que quien tiene la sartén por el mango no vacila en imponer sus condiciones sin el más mínimo escrúpulo ético.
 
Estados Unidos y Rusia han acordado explotar recursos naturales que se ubican en territorio ucraniano y que son de ingente necesidad para el desarrollo tecnológico contemporáneo. Es lo que se conoce como tierras raras, indispensables para la fabricación de toda la parafernalia que hace funcionar la industria tecnológica, la industria de armamentista y las energías renovables. Entre otros:  pantallas de celulares, computadores o televisores, fibras ópticas, láseres, tintes luminiscentes, imanes permanentes, turbinas eólicas, vehículos eléctricos, reactores nucleares, instrumentos médicos y catalizadores.
 
Estas tierras raras no se encuentran en cualquier parte, y su consecución se ha vuelto objeto de ansiedad de las grandes potencias engarzadas en la lucha sin cuartel por la prevalencia en el mundo contemporáneo.
 
 En América Latina, por ejemplo, es famoso el Triángulo del litio por su riqueza de uno de estos recursos. De él forman parte Bolivia, Argentina y Chile; y en África, Nigeria, que además tiene petróleo suficiente como para estar en la mira de la voracidad de las transnacionales estadounidenses y chinas. 
 
En el caso de Ucrania, China no tiene nada que reclamar, ahí las cosas se dirimen entre Estados Unidos y Rusia. Hasta la Unión Europea fue echa a un lado sin miramientos por su antiguo socio privilegiado trasatlántico, que parece ya no diferenciar entre amigos y enemigos a la hora de repartir a rajatabla aranceles y restricciones comerciales. 
 
China está disputándole la hegemonía a Estados Unidos en África y América Latina, sobre todo en esta última, coto cerrado de caza del Tío Sam, en donde el mandamás del norte no vacila en castigar con sanciones, especialmente con veto de visas para viajar a su territorio, a cualquier funcionario que realice gestiones o exprese simpatías por las compañías chinas, además de amenazar con los consabidos aranceles y otras medidas a los países. Perú está en capilla ardiente, porque construyó con el concurso chino el puerto más moderno y grande de la costa pacífica de América del Sur como parte de la Ruta de la Seda, y no sería extraño que en cualquier momento sufra el mismo destino que Panamá que, como se sabe, está en capilla ardiente.
 
El segundo hecho que queremos traer a colación son las medidas que ha tomado el magnate estadounidense Jeff Bezos en el diario de su propiedad, el Washington Post. Bezos ha difundido entre sus empleados el siguiente mensaje: “Les escribo para informarles de un cambio que se producirá en nuestras páginas de opinión. Vamos a escribir todos los días en apoyo y defensa de dos pilares: las libertades personales y el libre mercado. Por supuesto, también trataremos otros temas, pero los puntos de vista opuestos a esos pilares serán publicados por otros”. Y agrega: “Hubo un tiempo en que un periódico, especialmente uno que era un monopolio local, podría haberlo visto como un servicio para llevar a la puerta del lector cada mañana una sección de opinión de base amplia que trataba de cubrir todos los puntos de vista. Hoy en día, Internet hace ese trabajo.”
 
Es decir, Bezos transforma su periódico en un instrumento abiertamente propagandístico de ciertas ideas y valores, algo que la prensa cartelizada siempre ha hecho, pero que hasta ahora había disimulado bajo la pantalla del libre juego de ideas.
 
La mampara de la libertad de expresión, el libre juego de las ideas, la paz en beneficio de todos, las grandes potencias como garantes de la seguridad de colectivos tan amplios como la Unión Europea se fue al garete. Ahora aparece descarnadamente la cruda realidad y enseña sus dientes: se trata de un mundo comandado por representantes de la parte más rica de la humanidad, millonarios inescrupulosos que ven a los trabajadores y a los que no son millonarios como loosers, es decir, como perdedores que solo merecen el destino del rebaño que obedece y se contenta con sobrevivir cuando no es escogido para pasar al matadero, seres descartables en un mundo en el que prevalece la lógica de los grandes negocios.
 
Avisados estamos.

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