Petro subió el tono en la Asamblea de la ONU: “La oligarquía global lleva a la humanidad a su propia extinción. La pregunta es si los pueblos lo permitirán”, dijo.
Consuelo Ahumada / Para Con Nuestra América
Con el transcurso de los días, una oposición cada vez más enardecida y vociferante parece dispuesta a impedir que Petro concluya su gobierno o pueda concretar su proyecto transformador. Menosprecia incluso los indicios ciertos de un atentado contra su vida.
No escribo con alegría este artículo, más bien lo hago con dolor, pero cuando no se guardan las formas, se deben decir las cosas por su nombre. Los presidentes Lula y Petro decidieron hacerse parte de la agrupación de corifeos que dirigidos por Estados Unidos y la Unión Europea atacan a Venezuela en nombre de ciertos valores liberales que los obligan a rendir cuenta ante el hegemón imperial.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela
Lula ha sido, sin duda alguna, un gran luchador social que enfrentó a la dictadura que asoló a su país por más de 20 años, pero no es un revolucionario ni ha confrontado el sistema de dominación de su país; al contrario, es parte de él. Su objetivo es producir reformas que mejoren las condiciones de vida de los brasileños sin tocar los intereses de las grandes empresas extranjeros que permanecen en el país. Como se decía a finales del siglo pasado es un social demócrata tradicional al estilo Willy Brandt o Françoise Mitterand, a quienes adora y admira.
A días de las elecciones
en Colombia el candidato de la izquierda, que ha sabido despertar una
entusiasta expectativa en el pueblo, desconoció con duros términos el triunfo
de Nicolás Maduro. Pero Petro no es el único. Los progresismos latinoamericanos
“antichavistas”, un destino improbable.
Pablo Solana / Lanzas y letras
Gustavo Petro y Nicolás Maduro
Tras los
comicios presidenciales del domingo pasado en Venezuela, el candidato de la
Colombia Humana dirigió una carta a la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH) desconociendo el triunfo de Nicolás Maduro, a tono con los
gobiernos derechistas de la región. Gustavo Petro señaló que Venezuela “transita
un doloroso camino de secuestro de la democracia” y repitió argumentos del
Grupo de Lima, que reúne a los presidentes neoliberales enfrentados a
Venezuela, al afirmar que los gobiernos latinoamericanos “están obligados moralmente a combinar la presión
diplomática y la denuncia hasta lograr el retorno de Venezuela” a los “cauces democráticos”.
Esas afirmaciones contradicen lo que los propios veedores internacionales
afirman de los comicios. El expresidente español Rodríguez Zapatero,
insospechado de afinidad con el chavismo, reconoció la rigurosidad del sistema
electoral venezolano, vapuleado sin sustento desde siempre por la oposición (el
expresidente de EEUU Jimmy Carter, en medio de denuncias similares, en 2012
afirmó que “de las 92 elecciones que hemos monitoreado, yo diría
que el proceso electoral en Venezuela es el mejor del mundo”). Ante
la falta de cuestionamientos técnicos al sistema electoral, Gustavo Petro
repitió las denuncias políticas que agita la derecha venezolana, como el caso
de la prisión de Leopoldo López y Antonio Ledezma, desconociendo que sus
encarcelamientos se deben, más que a la supuesta falta de libertades políticas,
a crímenes probados que costaron la vida a decenas de venezolanos.