Ha muerto Kissinger en medio de halagos que lo retratan como un gran estadista. Desde la perspectiva maquiavélica que separa la política de la moral, en efecto lo fue. Muere también en medio de señalamientos que lo consideran un artífice de genocidios, cuando menos criminal de guerra.
Carlos Figueroa Ibarra / Para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
En abril de 2019 mientras deambulaba por el lobby del impresionante hotel en Shanghái en donde me hospedaba -estaba allí en un viaje oficial a China como parte de una delegación de Morena y del Partido del Trabajo de México-, me topé con una galería de fotos de huéspedes distinguidos de aquel hotel. De manera distinguida en aquella galería se encontraba una fotografía enmarcada de Henry Kissinger con una leyenda que lo mencionaba como “gran amigo del pueblo chino”. Tan amigo de China fue que hace apenas unos meses se reunión en Beijing con Xi Jin Ping. Confieso que me sorprendió la benevolencia con la que se mencionaba a quien fue el artífice de las más perversas acciones imperialistas durante los mandatos de Richard Nixon y Gerald Ford (1969-1977).