La segunda independencia (1903) es incomprensible sin una valoración histórica de una sucesión de acontecimientos que están determinados por un temprano proceso de edificación de una conciencia nacional.
Enoch Adames M. / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
El individuo en el contexto
La relación del individuo y su actuación en la historia panameña pocas veces ha sido problematizada. Esto ha permitido que se acepte como “natural”, la condición privilegiada que la tradicional historia panameña—la del relato y la fábula—, le otorga a “algunos individuos”, al papel de las “familias de notables” y a la anécdota de aldea en la explicación de los procesos históricos del Istmo. En esa perspectiva y frente al voluntarista enunciado “los hombres hacen la historia”, F. Braudel responde: “No, la historia también hace a los hombres y modela su destino”.
Ricaurte Soler y el 1821
Quienes están familiarizados con el pensamiento del maestro Soler (1932-1994), aceptarán que el Estado y la nación panameña ocupa un lugar central en su orientación temática. Es en esta idea-fuerza de indagación sociohistórica donde Soler ubica el esfuerzo metodológico para develar las razones de la independencia panameña de 1903. La explicación última estará en la significación que adquiere para este acontecimiento la estructura colonial del Istmo.
Se trata de despejar en lo teórico y en lo político, dice Soler, “la calificación de Panamá como Estado artificial, República de opereta, construcción estadual vergonzosa que pretende expresar políticamente una nación inexistente”. Ante estas concepciones, Soler se pregunta si hubo con anterioridad al 1903, un esfuerzo colectivo para construir, conscientemente, una especificidad nacional (“Realidad o Artificialidad Histórica de la Nación Panameña”).
La especificidad nacional
En su línea argumental, Soler plantea que nuestra “primera independencia” (1821), “no guarda relación con la independencia de la Nueva Granada de España, de la misma manera que, (…) la historia económica del Panamá colonial fue extraña a la historia económica neogranadina del mismo período”. Evidencia histórica que le mostrará a Soler, la especificidad del período colonial. Especificidad que le proporcionó al Istmo un contenido de modernidad que descansaba en el comercio de las dos ciudades panameñas –Panamá y Portobelo—, y cuyo volumen de transacciones superaba al de todas las ciudades—puertos del mediterráneo europeo.
Esta realidad histórica definida como “transitista”, le impondrá a la región interoceánica la impronta de una temprana modernidad que afirmará una concepción de sociedad y de mundo distante, a la visión de hacienda que se erige en ese período en los Andes colombianos. Este primer “transitismo” estructurará al resto de país acorde a las necesidades de su desenvolvimiento comercial e impulsará “un modesto pero significativo mercado interno” (Soler).
Transitismo y dependencia
El historiador A. Castillero Calvo es quien define como “transitista” el carácter del Istmo de Panamá. Esta condición escribe, “…se logra institucionalmente mediante la creación del sistema de ferias y galeones, constituye no tanto un reconocimiento a la llamada ‘Vocación Geográfica’ de nuestro territorio como a la voluntad discrecional de un foco hegemónico metropolitano”. Es la lógica de los factores de poder en España la que vuelca hacia sus necesidades colonialistas el recurso estratégico de esta zona de la periferia (Castillero Calvo).
Sin embargo, en el argumento de Castillero C., la llamada “Vocación Geográfica” solo se afirma como tal, en la medida en que esta condición se vincule históricamente a un polo de poder hegemónico con la capacidad hemisférica de rearticular de forma funcional a sus intereses, esta estratégica situación geográfica. Será un corolario a esta circunstancia geográfica servir a las necesidades del sistema-mundo en sus diferentes etapas capitalistas de desarrollo; y, en relación con este desarrollo, el carácter intrínsecamente dependiente de la condición transitista.
Conciencia nacional y transitismo
No obstante, en 1826 ocurre un importante hecho que en su forma y contenido será parte, a su vez, de una sucesión de acontecimientos regidos por la lógica estructural de un proceso material de naturaleza económica, que afirma tempranamente una conciencia nacional en el Istmo.
Para Soler 1826 afirma este proceso, pues en ese año se reitera por vez primera “la condición económica que se encontraba en la base de nuestra unión a Colombia”. No está demás subrayar que, desde la perspectiva explicativa de Soler, la segunda independencia (1903) es incomprensible sin una valoración histórica de una sucesión de acontecimientos que están “determinados” por un temprano proceso de edificación de una conciencia nacional.
Qué sucede en 1826. Llega al Istmo un emisario de Bolívar con la especial misión de lograr la adhesión al proyecto de Constitución redactado por el mismo Libertador. Proyecto que por su centralismo contradecía el artículo IX del Acta de Independencia de 1821. Dicho artículo establecía de manera explícita la especificidad del Istmo: “Panamá formará los reglamentos económicos propios a su peculiar condición”.
Este artículo que reivindicaba la autonomía económica del Istmo, y cuya condición negaba la Constitución Centralista de Bolívar, constituye un fuerte enfrentamiento programático con el Libertador. En la lectura que hace Soler de la coyuntura, la ciudad enfrenta a Bolívar y afirma su condición autonomista. Es la reivindicación que desde la ciudad hace la burguesía comerciante.
Conciencia nacional y liberalismo
Serán las condiciones materiales de la sociedad colonial las que crearán el temprano fundamento de la idea y el proyecto de nación. Será esta actividad transitista la que exigirá que sus ciudades organicen acorde a la estructura de sus necesidades el interior del Istmo, constituyendo un “real y efectivo mercado interno”. Aquí residen las condiciones materiales de la nación panameña y el fundamento del vínculo entre la conciencia liberal y la conciencia nacional en su histórico papel progresivo.
Soler lo expone de la siguiente manera: “En nuestro país, efectivamente, la ciudad fue la condición humana y económica, por una parte, y el liberalismo la condición ideológica por la otra, del origen y desarrollo de la nacionalidad panameña”.
De 1821 al 1903
Para sustentar empíricamente su tesis, Soler elabora un apretado esquema de momentos significativos que aquí sintetizamos. Interpretamos esta sucesión de acontecimientos que se articulan a una dinámica estructural, como la manera en que Soler explica el proceso de rupturas y continuidades del “desarrollo de la nacionalidad panameña”.
· 1831, en un “Cabildo Abierto”, la ciudad de Panamá adopta una administración propia acorde a “la situación mercantil que imperiosamente exige la posición topográfica del país”;
· 1840-1841, Panamá se margina de la guerra civil colombiana y se instaura el “Estado Soberano de Panamá”;
· 1855-1885, se constituye el “Estado Federal de Panamá”;
· 1860-1863. Guerra civil en Colombia, Panamá se margina nuevamente;
· 1899-1902. Estalla la guerra civil de los mil días. Panamá entra en la guerra y se alinea bajo el estandarte liberal.
“Es extraño” dice Soler: “El país, que durante 80 años se había marginado de las luchas civiles colombianas, se convirtió en la tierra más ensangrentada de la contienda, (…). La guerra, en Panamá, sólo concluyó al intervenir los Estados Unidos”.
Corolario
Para nuestro historiador y filósofo imprescindible, “el triunfo armado del liberalismo habría significado para Panamá la autonomía económica y la autonomía política que desde hacía un siglo reivindicaba. En Panamá, la guerra de los mil días es, pues, el prólogo de la independencia”.
Será corolario final de este proceso, el contexto de derrota e intervención extranjera donde se impone de manera emblemática, la traición, el fusilamiento del guerrillero liberal desarmado, Victoriano Lorenzo, y la emergencia de un estado mediatizado.
El autor es sociólogo, docente e investigador de la Universidad de Panamá
No hay comentarios:
Publicar un comentario