Estamos a miles de años de la Hélade y el Olimpo, donde los dioses se mezclaban con los humanos y sus hijos mostraban sus puntos vulnerables. Tampoco Villa Fiorito está cerca del Mare Nostrum romano que baña Grecia o a Nápoles, donde fue consagrado por sobre todos los mortales. Sin embargo el barro que pisó de niño no mutó sus pies de ídolo indiscutido.
Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina
Pero… ¿hay palabras para definirlo? ¿Podemos los humanos describir a los dioses? ¿Sus talentos, habilidades y destrezas, eran extraordinarias y… nada más? Podría haberse destacado en cualquier disciplina, pero su varita mágica fue la pelota, la que le dio todo; la que no se mancha.
Estamos a miles de años de la Hélade y el Olimpo, donde los dioses se mezclaban con los humanos y sus hijos mostraban sus puntos vulnerables. Tampoco Villa Fiorito está cerca del Mare Nostrum romano que baña Grecia o a Nápoles, donde fue consagrado por sobre todos los mortales. Sin embargo el barro que pisó de niño no mutó sus pies de ídolo indiscutido. No. Jamás olvidó su origen como tampoco frenó su rebeldía inclaudicable. Jamás calló su boca. Lo enfurecía la injusticia. Mimado por la fortuna siempre estaba del lado de los humildes. Se enfrentó sólo contra los poderosos. Desnudó los negociados de la AFA y la FIFA cuando nadie se animaba. Se recluyó bajo la protección de Fidel cuando Cuba lo rescató para preservarlo de las drogas. Fidel fue un padre y él se sintió su hijo, ¿será por eso que murió el mismo día cuatro años más tarde que el viejo barbudo revolucionario? No lo sabremos nunca, su destino escapa de los simples mortales.
Aún recordamos su paso por la Cumbre de Mar del Plata en 2005, al lado del presidente Hugo Chaves ¡al carajo! En rechazo del ALCA. Allí se abrazó a Néstor, a Lula, a Evo, a todos los líderes populares y progresistas. Él, que fue líder mayor.
Fue sinónimo de Argentina en cualquier rincón del planeta. Confesarnos argentinos inmediatamente quien nos escuchaba esbozaba Maradona, como si fuera una contraseña tácita. Ninguno fue tan popular a nivel global. Sólo transitar por el Estadio Azteca para que cualquier mexicano relatara entusiasmado el gol de la mano de D10S, ese que nos reivindicó frente al desplazado imperio inglés, creador del fútbol en una tierra en que sus antiguos pobladores jugaban también a la pelota. Bronca hecha alegría por el Campeonato de 1986 que disipó la tristeza de la derrota de veinte años antes en otro mundial.
Maradona ahora en plena pandemia, como Carlos Gardel, Eva Perón, la abanderada de los humildes o el viejo General creador del movimiento que lleva su nombre, en su momento, han congregado multitudes llorosas para despedir sus restos.
Ha muerto el héroe hecho leyenda, ahora nace el santo profano que tuvo su iglesia en vida, la Maradoniana, cuyo lema era justamente ese, los homenajes se hacen en vida. Ahora vendrán otros a apropiarse del mito, dicen sus fundadores.
Sus nombres: Pelusa, cebollita, barrilete cósmico, mano de Dios, Segurola, Habana. Sus frases: me cortaron las piernas, màs sòlo que Kung-Fu, ¿sabés qué jugador hubiera sido sin droga? Sus definiciones de sí mismo: yo nunca quise ser ejemplo, yo me equivoqué y pagué; como también: yo nací en un barrio privado, privado de luz, de agua, de teléfono y gas. Interpeló a la Iglesia católica in situ: cuando entré al Vaticano y vi todo ese oro, dejé de creer. Como también, soy completamente zurdo: con el pie, con la mano, con la cabeza y con el corazón. Y… condensando su vida: gracias a la pelota le di alegría a la gente; con eso me basta y sobra.
No fue un pensador, fue el más común de los hombres capaz de elaborar frases que ya pasaron a la historia. Insisto, fue único.
Debo confesar que no soy futbolero. Siempre fui un pata dura que ni al arco servía. Desde la primaria y luego la secundaria le escapaba a los picados, esos que convocabn el entusiasmo de chicos y jóvenes. Tampoco escuchaba partidos ni entendía a los que se pasaban con la radio pegada a la oreja o se congregaban en torno al televisor y vivar los goles del club de sus amores.
Todo cambió con el Mundial ‘78, cuando la dictadura impuso la televisión a color y quiso lavarse la cara con la alegría de la gente, mientras su negra conciencia perseguía y mataba. Desde entonces todos nos pegábamos a mirar los partidos de la selección, como la subveinte del ’79, donde apareció el pibe maravilla.
Después vibramos en cada uno de los cuatro mundiales en donde el Diego fue el foco de los ojos del mundo. Ya no está. No sé si habrá otro. No importa.
Como despedida: Gracias a la vida que nos dio tanto, tanto la Violeta como el Diego salieron de la más cruda miseria y nos dieron la fortuna que el dinero no puede comprar.
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