En Gaza se han roto con creces los estándares mínimos del tan pregonado Derecho Internacional Humanitario, es fundamental detener el genocidio.
Consuelo Ahumada / Para Con Nuestra América
La tragedia de Gaza de las últimas cinco semanas no es el resultado de un conflicto entre dos países ajenos y lejanos a Colombia. Es un genocidio consentido y/o apoyado por los países y las instituciones más poderosas del mundo. Ataques similares, aunque sin tanto nivel de sevicia, se han repetido periódicamente durante la larga historia de la ocupación de Palestina por Israel.
Pero esta vez se han roto con creces los estándares mínimos del tan pregonado Derecho Internacional Humanitario. Aunque ha sido la constante en la larga historia de conflictos del último siglo, en ellos al menos se procuraba guardar ciertos límites y apariencias.
A pesar de las restricciones impuestas por Israel, ahora todo se transmite y los perpetradores no pueden disimular sus crímenes, así lo intenten.
El gravísimo ataque de Hamás a población civil en territorio de Israel ha sido suficientemente condenado y repudiado. No así la terrible represalia del Estado sionista contra el pueblo palestino. Sus consecuencias para la población no preocupan a las potencias. Solo cuentan sus propios intereses.
La tragedia de millones de familias palestinas desplazadas, bombardeadas, que buscan o recogen sus muertos o lo que queda de ellos, nos llega a diario por las redes sociales. Según la ONU, dos tercios de la población, 1.6 millones de personas, han sido desplazadas, sin las mínimas garantías de supervivencia.
Como señala el Manifiesto Feminista contra el genocidio al pueblo palestino, “...para las mujeres, niños y niñas, las políticas de destrucción en Cisjordania y de bloqueo de Gaza tienen además el efecto de agudizar las desigualdades de género y las violencias estructurales”.
Al igual que en los tiempos de la pandemia, asistimos al conteo diario de sus víctimas. Han sido asesinados más de 11.180 personas, dos tercios de los cuales son mujeres, niños y niñas. Cada 10 minutos muere un niño/a palestina por culpa del ejército de Israel.
"Nos están matando aquí, por favor, hagan algo", clamaba un integrante de Médicos sin Fronteras desde el sótano del hospital de Al Shifa, el más grande de Gaza, ante el asedio de las Fuerzas de Defensa de Israel. Durante los últimos días la lucha en sus instalaciones ha sido intensa y miles de personas allí refugiadas esperan aterrorizadas.
No tienen agua, comida, energía ni combustible, por lo que han muerto muchos enfermos, incluidos siete neonatos. La imagen de los otros bebés, arrumados en el quirófano en riesgo inminente de morir es estremecedora. Los cadáveres se acumulan y no hay dónde enterrarlos. Los olores son insoportables.
Esta misma situación también la viven los otros tres grandes hospitales de Gaza, completamente rodeados por el Ejército israelí. La mayoría de los otros centros médicos están fuera de servicio.
Médicos Sin Fronteras asegura además que Israel "está disparando a la gente que intenta salir del hospital de Al Shifa". "Pacientes con bebés y civiles que buscan alivio están bajo ataque y no tienen a donde ir. Es una afrenta hacer la guerra alrededor y contra los hospitales", denunció el Consejo Noruego para los Refugiados, CNR.
Netanyahu insiste en que Hamás usa las infraestructuras médicas para sus operativos y a los civiles como escudos humanos. La organización le recordó que debe probarlo y que, a si fuese así, el país atacante debe respetar los principios humanitariosy proteger a la población civil.
Las escuelas, mezquitas, campos de refugiados, tampoco se han salvado de estos criminales de guerra y han sido bombardeados. No son daños colaterales, son ataques dirigidos. Unicef denunció las “escenas de matanza horrendas y espantosas” que se vieron durante el bombardeo de dos días al campo de refugiados de Yabalia, donde murieron 200 personas.
El domingo pasado se conoció también una declaración conjunta de los directores regionales de oficinas de la ONU: UNFA, Unicef y OMS, en la que pedían "una acción internacional urgente para poner fin a los continuos ataques contra hospitales en Gaza".
Aunque la ONU ha mostrado una vez más todo su fracaso para frenar un conflicto de esta magnitud, se han evidenciado contradicciones permanentes. EE. UU. ejerce su poder de veto en el Consejo de Seguridad. El secretario general mencionó la ocupación de Gaza por Israel y provocó la ira santa de Netanyahu. El director de la OMS alertó sobre la crisis humanitaria.
Sin embargo, el embajador de Israel ante la ONU hizo graves acusaciones contra la UNRWA, que atiende a los refugiados palestinos. Señaló que "muchos" de sus empleados eran miembros de Hamás. Decenas de ellos han muerto en el terreno.
Mientras tanto, la ayuda humanitaria sigue entrando a cuenta gotas en un territorio donde el 80% de la población vive de ella. Se gestiona la salida de personas con doble nacionalidad, pero la vida de los palestino/as no cuenta. Familias enteras han sido bombardeadas cuando llegan al sur de Gaza.
En Cisjordania la situación es también cada vez más crítica.182 palestinos, hombres y mujeres, han sido asesinados por tropas o colonos israelíes.
La pasividad de las potencias ha sido pasmosa. Blinken se atrevió a señalarle a Netanyahu que no puede quedarse con Gaza, aunque admitió que podría haber un período de transición. Pero sigue anteponiendo el derecho de Israel a su autodefensa, tal como lo hace el G7. Francia al menos pidió parar el bombardeo.
Por su parte, el pasado 11 de noviembre los países de la Liga Árabe y la Organización para la Cooperación Islámica exigieron el fin de la agresión, en una declaración bastante tardía. Irán pidió que los combates en Gaza se detengan inmediatamente, sin condiciones previas, que se levante el asedio a la Franja y que se abra completamente el cruce en la frontera con Egipto. Llamó a “armar a los palestinos” si continúan los ataques en Gaza.
La historia juzgará a los asesinos y sus cómplices, pero por ahora es fundamental detener el genocidio.
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