sábado, 2 de agosto de 2025

El genocidio contra el pueblo palestino: un acto histórico, deliberado y barbárico

 Aportes expresados en el Foro Genocidio en Palestina, organizado por Frente Estudiantil de la Escuela de Historia y Asociación de Estudiantes de Historia, Antropología, Arqueología y Archivística, de la Universidad de San Carlos de Guatemala, el 24 de julio de 2025.

Mario Sosa / Para Con Nuestra América

Ha sido un hecho comprobado que, desde la implantación del Estado de Israel en territorio palestino, su intención ha sido la paulatina desaparición del pueblo palestino: en otras palabras, llevar a cabo un genocidio lento. El plan ha sido claro: apropiarse de todo el territorio, imponer allí al pueblo de Israel y, por consiguiente, desplazar todo vestigio palestino. Recuérdese que, con la creación del Estado de Israel en 1948, fueron eliminadas más de 500 aldeas palestinas, hecho que marco el inicio de un proceso de destrucción de comunidades y desestructuración social. Acciones como la imposición de un muro de separación y el control que fragmenta internamente a Cisjordania, así como el bloqueo y sometimiento absoluto contra Gaza, han concretado la separación y fracturación de lazos sociales, económicos, culturales y políticos, impactando en la vida y reproducción en unidad y libertad del pueblo palestino.  
 
Aun cuando la agresión ha sido una constante histórica, las acciones implementadas entre 2024 y 2025 contra Palestina, confirman el genocidio como pretensión, política y resultado. Esto han implicado las matanzas por bombardeo y ametrallamiento aéreos y terrestres, acciones sumamente indiscriminadas. Desde 2023 a la fecha, ha habido más de 59 mil asesinatos. En los últimos dos meses, más de mil palestinos han muerto asesinados, al verse obligados a buscar ayuda en zonas militarizadas por Israel. Solo en la semana anterior más de 600 palestinos han sido asesinados en Gaza, según cifras del Ministerio de Salud.  Adicionalmente, cerca de 90 mil personas han resultado heridas, muchas con amputaciones. Tales acciones han estado precedidas o acompañadas de detenciones masivas -incluidos niños y niñas-, torturas y provocación de traumas colectivos.
 
Las acciones orientadas a la destrucción, aniquilamiento y desaparición del pueblo palestino de su territorio, ha implicado, además de la ocupación, control, asedio y agresión militar, la destrucción de infraestructura comunicacional, social e institucional. Así, por ejemplo, 26 de 36 hospitales han sido destruidos y la destrucción del aprovisionamiento de agua potable hace que hoy sólo el 5% del agua sea apta para consumo humano. 
 
Con mayor empeño en los dos años recientes, Israel También ha impulsado una política de traslado forzoso de población palestina (85% de la población en Gaza) y ha pretendido su aniquilamiento por hambre, devenido de un bloqueo de todo tipo, que ha impedido al aprovisionamiento de agua, alimentos, medicamentos, combustible, además de la imposibilidad para dotarse de energía eléctrica y de todo lo necesario para producir. 
 
Solo en gaza, alrededor del 90% de la población sufre inseguridad alimentaria aguda. En este marco y en medio de la agresión terrorista, a millones de palestinos solo les ha quedado esperar la ayuda humanitaria, la cual ha sido desvirtuada por el agresor. Esto se expresa en la expulsión de las instituciones humanitarias de la ONU, para imponer una ONG (la Fundación Humanitaria de Gaza, controlada por Israel y EEUU), que gesta entregas a cuenta gotas, sometiendo a tratos indignos a la población palestina, provocando aglomeraciones y disputas masivas por los alimentos. Estas circunstancias son utilizadas por el ejército invasor como justificación para ametrallar y asesinar a personas que atienden la convocatoria de dicha ONG. Quienes intentan conseguir comida son abatidos a tiros en masacres cada vez más mortíferas. El domingo 20 de este mes, más de 70 personas murieron y 150 resultaron heridas a manos de las tropas israelíes, las cuales abrieron fuego contra una multitud de intentaba conseguir alimentos de un convoy del Programa Mundial de Alimentos. En esencia, la ayuda humanitaria es desvirtuada y obstaculizada, produciendo cada vez más muertes por inanición en calles, refugios y hospitales.
 
Como parte de este genocidio, Israel ha impuesto medidas para impedir los nacimientos, lo cual se expresa, no solo en los discursos que focalizan a los niños como objetivo de aniquilamiento, sino con acciones que generan que un 70% de las víctimas corresponda a mujeres y niñez. Esta mortandad se agudiza con la falta de alimentos, atención médica, etc., lo cual también es padecido por las mujeres embarazadas. Esto es congruente y demuestra los propósitos que, inclusive, han emitido autoridades israelíes. Todo esto forma parte de una violencia estructural y una política de regulación y gestión de la vida humana, que busca controlar los cuerpos, la reproducción y la supervivencia de las familias, de las nuevas generaciones, del pueblo palestino. Este genocidio, entonces, se expresa en la intervención y atentado contra la reproducción biológica y cultural de este pueblo. 
 
Es un hecho, a estas alturas, que Israel pretende aniquilar a todo un pueblo.  Al decir Israel no se hace referencia solo al proyecto y política que implementa el Estado israelí, sino también a la ideología, proyecto y política respaldada y también implementada por la mayoría del pueblo israelí. Como ejemplo pueden citarse las acciones de los grupos de colonos israelíes que, armados y protegidos por el ejército israelí, se encargan de amenazar, agredir, desplazar y destruir las viviendas de familias palestinas, para luego crear colonias judías. Estos y otros segmentos mayoritarios del pueblo israelí, accionan, promueven y apoyan a los partidos del régimen sionista y han sido legitimadores de un sistema legal que faculta al Estado para impulsar la acción genocida. Vale decir que encuestas realizadas en Israel, reflejan cómo la enorme mayoría de dicho pueblo avala los discursos y políticas de agresión y aniquilamiento contra el pueblo palestino. Son pocos los sectores israelíes y judíos, dentro de Israel o en diáspora, que cuestionan y hasta combaten políticamente el genocidio del Estado israelí.
 
Es paradójico que el pueblo que ayer fuera víctima de genocidio por el régimen nazi, hoy sea la continuidad, no de una búsqueda de liberación y dignidad humana, sino de una política de corte fascista y nazi contra el pueblo palestino. De hecho, desde 1948 cuando se proclama e impone el Estado de Israel, se viene gestando un discurso del “enemigo” que deshumaniza a la población palestina, al nombrarla como: animales, terroristas, bárbaros (clásicos en otros genocidios). Son utilizados lenguajes y narrativas difundidos a través de diversos medios de difusión masiva, iglesias, escuelas, festividades y políticas de Estado, al punto que se han vuelto hegemónicos en el pueblo y Estado agresor. 
 
Surgen así discursos con contenidos de una historia creada, con simbolismos religiosos e ideas de exterminio. Por ejemplo: el primer ministro Benjamin Netanyahu, en un discurso en 2023 cito el pasaje bíblico, 1 Samuel 15:3, que dice: Destruye por completo a Amalec. En un discurso de incitación a la aniquilación, el ministro de defensa, Yoav Gallant, declaró en octubre de 2023: Estamos luchando contra animales humanos y actuaremos en consecuencia.  El ex presidente Isaac Herzog, quien afirmó: No hay civiles inocentes en Gaza. A esto pueden sumarse discursos como el del ministro de finanzas, Bazalel Smotrich, quien habló de una emigración voluntaria forzada. De todos es conocida aquella máxima que, desde dos matrices diferentes (la judía y la cristiana) aunque ligadas, proclaman a Israel como el pueblo elegido de Dios, al que le fue prometida la tierra que, en este momento histórico, es la tierra del pueblo palestino. Esto se complementa con una permanente propaganda en medios israelíes y occidentales, que difunden una narrativa de negación, minimizando las víctimas palestinas, catalogándolas como bajas de terroristas y presentando la agresión como acción de defensa del Estado de Israel. Se cataloga al pueblo palestino como un problema y obstáculo, al punto de hablar de una bomba de relojería para tratar el crecimiento de la población musulmana y la necesidad de controlar su crecimiento natural. Todo lo anterior, sin duda, implica la deshumanización de la población palestina, racismo exacerbado de los líderes sionistas y una legitimación del genocidio.
 
Desde la implantación del Estado de Israel, se han emitidos, difundido y apropiado discursos para justificar las políticas sionistas. Otros ejemplos: la fábula del traslado voluntario, que niega la responsabilidad israelí en la expulsión masiva y atroz del pueblo palestino de sus tierras; la guerra moral de Israel contra un mundo árabe hostil y primitivo, presentando y desvirtuando la agresión como una guerra justa y necesaria. El discurso secularista y nacionalista desde el judaísmo, que reclamó Palestina como el territorio bíblico, territorio que se dice está ocupado por forasteros o como espacios vacíos que requieren hacer florecer el desierto, en los cuales se imponen topónimos antiguos con el objetivo de borrar la historia y cultura palestina y reemplazarlos con una versión artificial de la historia judía. También el planteamiento victimista de un segundo Holocausto, que focaliza como victimarios a los palestinos, con el fin de justificar las acciones de limpiar, matar y destruir a las personas palestinas, negando, además, el derecho al retorno de la población y comunidades palestinas a su territorio de origen.
 
Como política en marcha, Israel busca la destrucción cultural y territorial del pueblo palestino y pretende suprimir toda posibilidad de sobrevivencia y trascendencia histórica, al punto que bombardea hospitales, escuelas, complejos habitacionales, museos, cementerios, iglesias (incluidas mezquitas, iglesia católica) y campos de refugiados, que son la expresión de etnocidio, como también podría calificarse este genocidio. Con tales acciones, ha sido transformado radicalmente el territorio como espacio creado y apropiado histórica y culturalmente por el pueblo palestino, y se está destruyendo todo vestigio cultural, incluidas manifestaciones religiosas, culturales y políticas, la historia y las formas de mantenimiento de la memoria histórica, las cuales han venido siendo prohibidas, criminalizadas, perseguidas y destruidas por los ocupantes.  En esa dirección, viene ocurriendo lo que podría calificarse como judaización del territorio palestino, que se concreta en el holocausto provocado por las bombas, seguida de una instauración del poder militar israelí, para luego hacer desaparecer toda presencia palestina.
 
No obstante lo anterior, es necesario decir que, a pesar de todo, el pueblo palestino sigue resistiendo. En medio del llanto y temor permanente, de la pérdida de los seres amados y la hambruna, el pueblo palestino resiste. Setenta y siete años de heroica resistencia, que se expresa en la fortaleza de su cultura e identidad, como búsqueda no solo de existir y trascender, sino de configurarla como parte de su lucha: el bordado tatriz, el hip-hop palestino, la conmemoración de la Nakba que refiere al desplazamiento masivo, expulsión y destrucción durante la creación del Estado de Israel, son ejemplos de ello. Así mismo, el papel de mujeres en la búsqueda de documentar las violaciones y el activismo de prisioneros políticos, los enfrentamientos con hondas ante uno de los ejércitos más poderosos del mundo, las organizaciones armadas que -más allá de que estemos o no de acuerdo con sus prácticas-, constituyen parte del derecho a la legítima resistencia frente al invasor y agresor. En síntesis, estamos ante un pueblo que resiste la violencia estructural del genocidio, los mecanismos simbólicos que deshumanizan y lo hace en cada idea, concepción, práctica y acción contra la política que pretende, literalmente, hacerles desaparecer.
 
Es paradójico que estemos ante un genocidio continuado conocido por todo el mundo, pero acuerpado por las llamadas sociedades “civilizadas”, por las “democracias occidentales”, por los medios de difusión masiva, por gobiernos que se dicen a sí mismos falsamente democráticos y humanistas. Soy de lo que piensa que no puede sino afirmarse que este genocidio, además, es parte de una política imperial que tuvo en su inicio como protagonista fundamental al imperio británico -que hoy pretende reactivarse en cuanto tal-, y que ahora constituye parte de la política imperialista de Estados Unidos y la Unión Europea, quienes financian y dotan de armamento al Estado sionista, e impiden la aplicación del derecho internacional y las acciones para detener el avance de esta ignominia humana.
 
Quienes pretendemos construir una humanidad alternativa, sea que lo hagamos desde concepciones e ideológicas diferentes, no debemos exonerar a Israel de este genocidio histórico, como tampoco a sus cómplices allá y aquí. El genocidio contra el pueblo palestino no podemos sino entenderlo como un genocidio contra la humanidad. Por eso no podemos ni negar, ni olvidar y menos dejar de actuar contra esta atrocidad. Por eso debemos levantar nuestras voces y luchas diciendo: ¡Alto al genocidio contra el pueblo palestino! ¡Viva Palestina Libre!

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