sábado, 9 de agosto de 2025

México: la mujer del César no solo debe serlo, sino parecerlo

 La frase con la que encabezamos este artículo -atribuida a Julio César- surge a raíz de un escándalo en el que su esposa, Pompeya, se vio involucrada. Aunque César creía en la inocencia de Pompeya, decidió divorciarse de ella para evitar cualquier sospecha o duda sobre su propia reputación y posición.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica 

Se trata, por lo tanto, de un tema viejo puesto que César vivió y reinó 100 años antes de nuestra era. En esencia, la frase subraya la importancia de la imagen pública, especialmente para aquellos que ocupan cargos de responsabilidad o tienen una posición de liderazgo. La frase se ha convertido en un proverbio que enfatiza la necesidad de mantener una reputación intachable y evitar cualquier tipo de sospecha o duda, incluso si no hay base real para ellas.

Uno de los problemas centrales de la política contemporánea, que causa disgusto entre la gente, es el de la corrupción. En los sondeos de opinión que se hacen periódicamente tanto en cada país de América Latina como los que abarcan a todo el continente, siempre aparece en los primeros lugares, si no, a veces, encabezando la lista. 
 
No son pocos los partidos políticos que han hecho de la lucha contra la corrupción su caballito de batalla, y no son pocos, también, los que han decepcionado a quienes los han apoyado para llegar al gobierno. En la mayoría, para no decir en todos, se ha hecho realidad aquel dicho también atribuido a los mexicanos del tiempo del PRI que decía: “A mí no me den, pónganme donde ´haiga´”.
 
México tuvo la fama de ser un país de corrupción extendida en todos los niveles. Aún recuerdo nuestros viajes familiares por tierra a México desde Guatemala en mi infancia, cuando había que llevar un fajito de billetes de baja denominación para ir repartiendo entre funcionarios de la frontera, policía de tránsito y cuanto funcionario público se atravesara en el camino, porque siempre había alguno al que había que “agradecerle” porque no se inventaba una infracción o no detenía un trámite ordinario y simple. 
 
Por eso mismo, una de las banderas más importantes de MORENA ha sido la lucha contra la corrupción. Se trata de dar respuesta a un clamor popular en un país en donde los políticos se vuelven millonarios y lo ostentan. MORENA es una expresión de la segunda ola de gobiernos progresistas del siglo XXI, y sus principales dirigentes, empezando por Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum, han sido siempre puntillosos en ese sentido. 
 
Siendo así las cosas, sus respectivas administraciones han estado siempre bajo la lupa de la opinión pública. Y no solo ellos, sino todos los que los acompañan en este proyecto político innovador que cuenta con fuerte apoyo popular, entre otras razones -pero de manera importante- porque ha mostrado apego a un código ético que condena meter las manos en el erario público o servirse de puestos de poder para provecho personal. 
 
En días recientes, sin embargo, ha estallado un escándalo: algunos funcionarios han sido acusados de gastos dispendiosos de consumo en bienes personales, trajes y relojes de marcas de lujo, viajes y hospedajes en hoteles caros y otros gastos superfluos que denotan gastos por encima de sus posibilidades.
 
Como es lógico, la oposición de derecha no ha vacilado en utilizar esta situación para llevar agua a su molino, y ha revelado detalles que involucran incluso al mismo hijo de López Obrador. La misma presidenta ha salido a decir, en sus conferencias matutinas, aludiendo a esta situación, que “el poder se ejerce con humildad y sencillez”. Toda una actualización en pleno siglo XXI de la situación que vivió César y su esposa Pompeya hace más de 2000 años.
Uno de los factores que ha distinguido siempre a la izquierda de otras opciones políticas ha sido su código ético, la entrega sin intereses materiales a la causa popular, el sacrificio personal en aras del bien común. No importa si la oposición se da cuenta, lo denuncia o no, sino que se trata de una posición ante el mundo que forma parte intrínseca de su naturaleza. Dar pie para que se ponga en cuestión va más allá del descrédito que puede acarrear, pues mina uno de los bastiones centrales del proyecto político por el que la gente los eligió y mantiene en el poder. No se trata solo de la presión externa que puedan sentir los funcionarios, sino de la ética interna que debe primar en cada uno.
 
Ojalá en México haya rectificaciones. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Total y absolutamente de acuerdo, pero ... siempre habrá espacio para "la duda razonable". A veces, si, a veces, el acusar sin razón y sin argumentos es una práctica de quienes necesitan enlodar al contendiente para que no se vea su propia podredumbre. Si es que se debe investigar y sancionar, de manera imparcial, que se lo haga, y con todo el rigor.