La producción de
organismos genéticamente modificados en su mayor parte son creaciones de
empresas transnacionales, a las cuales lo que les interesa es la generación de
ganancias extraordinarias, con la menor cantidad posible de costos.
Marco A. Gandásegui, h. / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
Mientras los trabajadores
de la salud y otros sectores luchan contra las pretensiones gubernamentales de
destruir la salud pública en Panamá, se anunció la semana pasada que Panamá
acogerá el maíz transgénico para beneficiar a las empresas norteamericanas
Monsanto y Dupont. A escala mundial, los transgénicos han sido rechazados por
sus efectos nocivos a la salud de los seres humanos. La falta de políticas de
salud para cerrarle las puertas a los transgénicos refleja la política oficial
del gobierno de convertir todo –incluso la salud de los panameños– en un
negocio.
Panamá se prepara para
iniciar un experimento transgénico con semillas de maíz que serán sembrados en
la región de Azuero. Este maíz servirá de alimento para la población avícola,
que –a su vez- será consumido por los
panameños. La empresa Melo –representante de las trasnacionales norteamericanas–
recibió permiso para la venta de estas semillas con la condición de que el maíz
no fuera destinado al consumo humano. Sin embargo, se pasó por alto el hecho
que las aves que consumen el maíz serán posteriormente sacrificadas para que
los humanos las coman.
Quienes
se oponen a este tipo de negocio señalan que no hay leyes en Panamá que
protejan a los consumidores. Los productos deben ser debidamente etiquetados y
el público debe ser informado de lo que está comprando. Los técnicos que están
preocupados, señalan que se desconoce el impacto que tendrá este tipo de negocio
sobre el ambiente y los pequeños productores. Se preguntan ¿porqué si en la
mayoría de los países del mundo están sometiendo la producción de transgénicos
a estrictos controles, Panamá decidió abrir sus puertas?
Los transgénicos son
organismos a los que se les inserta material genético de especies distintas a
la que pertenece mediante técnicas de ingeniería genética. Con estas técnicas,
se rompen las barreras reproductivas que existen entre las diferentes especies,
posibilitando la inserción de un gen de bacteria a una planta. Cuando esta
técnica se aplica al maíz se modifica la planta. Los posibles daños al campo,
que han sido comprobados, es que al introducirse transgenes a variedades
nativas de maíz, éstas sufren una descompensación genética y fisiológica.
Los
transgénicos adquieren capacidades inusitadas como la resistencia al uso de
herbicidas, la planta mata insectos que la atacan y sus semillas pierdan la
propiedad de reproducirse naturalmente. Se trata, entonces, de la creación de
nuevas variedades que no existen como tales en la naturaleza, sino que han sido
creadas de manera completamente artificial. Los nuevos organismos transgénicos
han estado provocando propiedades indeseadas, sea para los consumidores (como
la producción de alergias o la resistencia a antibióticos) o sea para la
relación de estos organismos con otras especies de su medio ambiente.
La
producción de organismos genéticamente modificados en su mayor parte son
creaciones de empresas transnacionales a las cuales lo que les interesa es la
generación de ganancias extraordinarias, con la menor cantidad posible de
costos. Por ello, las nuevas variedades de maíz se diseñaron para resistir el
consumo indiscriminado de herbicidas que la mismas empresas transnacionales
producen (Monsanto, Novartis, Du Pont, etcétera). La resistencia a los
herbicidas hace posible que la planta sea roseada con grandes cantidades de
químicos sin que muera o bien le brinda a la planta la capacidad de resistir
insecticidas más tóxicos que los usuales.
El grupo de investigadores Séralini en Francia condujo
experimentos que mostraron la asociación entre el consumo de productos
transgénicos con el incremento de muertes entre animales por cáncer de mama en
las hembras o por lesiones graves de hígado y/o riñón en los machos. Estudios
de mercadeo apuntan a que la mayor parte de los cereales con más probabilidades
de contener maíz transgénico son los cereales para niños. La mayoría de los
niños en EEUU están siendo alimentados con productos transgénicos de todo tipo
(no solamente con maíz transgénico). Esto representa un experimento poco ético
de parte de Monsanto ya que los efectos a largo plazo del consumo humano de los
productos transgénicos son desconocidos.
Según
una comisión de APEDE, hay que hacer una campaña a favor de un movimiento
nacional para informar al pueblo sobre los productos alimenticios geneticamente
modificados. ¿Hasta cuándo continuará el gobierno privilegiando los negocios,
olvidándose del derecho que tenemos los panameños de prevenir enfermedades y tener
acceso a los mejores servicios de salud?
Los
gobiernos panameños no tienen remordimientos. En los últimos años sus políticas
equivocadas en materia de salud han causado la muerte de neonatos, jóvenes,
mujeres y hombres. Los negocios del gobierno con los alimentos de los panameños
tienen una probabilidad de causar más muertes a corto plazo. Los especialistas
en salud pública le han planteado al gobierno los peligros que implican sus
políticas sin recibir respuesta alguna.
Los
médicos panameños luchan por el respeto a la salud de los panameños. Han
denunciado como las políticas públicas recientes han aumentado los riesgos a la
vida de una simple hospitalización, así como la disminución drástica del
presupuesto en el campo de la salud pública. La introducción de los
transgénicos abre otro flanco a favor de los negocios en contra de la salud de
los panameños.
8 de agosto de 2013.
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