El atentado a Evo probó
también que los discursos antiimperialistas de América Latina responden a 200
años de luchas emancipadoras y, por consiguiente, empiezan a ser algo más que
“retórica” vacía de verdades, contenidos y acciones efectivas.
José Steinsleger / LA JORNADA
¿Qué buscaba la CIA
cuando el 2 de julio, en los militarizados cielos de Europa, puso en peligro la
vida del presidente del Estado Plurinacional de Bolivia Evo Morales Ayma? ¿Al
réprobo de la CIA y de la Agencia Nacional de Seguridad que denunció el monitoreo
de Washington en las llamadas telefónicas, correos electrónicos y
conversaciones de chat de sus “aliados” europeos?
Algunos gobernantes,
fingieron “indignación”. Angela Merkel, caudilla democristiana y premier de
Alemania, dijo: “A los amigos no se les espía…”. Y el presidente “socialista”
de Francia, François Hollande, junto con su homólogo de Italia, el “ex
comunista” Giorgio Napolitano, exigieron “una explicación inmediata” (sic) del
gobierno de Obama. Sin embargo, el 8 de julio todos andaban de besos para
celebrar un tratado de libre comercio entre la UE y Estados Unidos.
Los medios del norte (y
las cotorras que en el sur les hacen eco), priorizaron el “vía crucis” de
Snowden, menospreciando el gravísimo atentado a Evo. La Nación de Buenos
Aires, por ejemplo, publicó un artículo titulado “Los riesgos de provocar a
Estados Unidos” (3/7/13), firmado en Washington por una corresponsal de la
agencia de noticias alemana Dpa. Pero en lugar del “caso Snowden”, el tono del
texto aludía a los países del Mercosur y la Alba.
Se ha dicho que la agresión
al gobernante del país andino, carece de antecedentes. Un modo de seguir
olvidando que en 1802, Francia apresó con engaños al líder independentista de
Haití, Toussaint L’Ouverture, confinándolo luego en una fortaleza al pie de los
Pirineos, donde Napoleón lo dejó morir de frío. ¿Y el secuestro del general
Manuel Antonio Noriega, jefe de Estado de Panamá, a quien Estados Unidos
encerró 20 años en una prisión de Miami, tras la invasión militar de 1989?
De puño y letra de Evo,
La Paz, 10 de julio: “La prohibición de sobrevolar (NR: el espacio aéreo de
Francia Italia, España y Portugal), aplicada simultánea y coordinadamente por
cuatro países bajo el mando único de la Central Intelligence Agency (CIA)
contra un país soberano, bajo el único pretexto de que pudiéramos estar
trasladando a Snowden, ha dejado al descubierto el peso político de la
principal potencia imperial: Estados Unidos”.
Evo cuenta que a minutos
de llegar a territorio francés, París canceló la autorización de sobrevolar su
espacio aéreo. La primera opción era volver a Rusia, de donde habían partido.
“Pero corríamos el riesgo de quedarnos sin combustible”, dice.
Afortunadamente, el avión
pudo aterrizar en Austria, pues también Italia y Portugal se habían negado por
“problemas técnicos” (sic). Y al embajador de España en Viena, Alberto Carnero,
le tocó protagonizar el tramo final del torpe y miserable sainete urdido por la
CIA, en comunicación directa con el viceministro de Relaciones Exteriores
Rafael Mendívil Peydro.
Para autorizar escala en Las
Palmas, Carnero puso como condición la revisión del avión. Evo plantó bandera:
“Usted no puede revisar el avión”. Descolocado, el esbirro pidió entonces que
lo invitara a “tomar un cafecito” en la nave… Evo le dijo: “¿Está usted
tratándome de delincuente? Si usted intenta ingresar en ese avión deberá
hacerlo por la fuerza. Y yo no voy a resistir una operación militar o policial:
no tengo los medios de hacerlo”.
Evo cuenta que el
embajador se asustó, descartándose “…la opción de la fuerza, no sin antes precisar
que, en esas condiciones, no podía autorizar nuestro plan de vuelo”. El esbirro
de Rajoy manifestó: “A las nueve de la mañana le vamos a informar si puede
partir o no. Vamos a discutir con nuestros amigos”, me explicó.
“¿Amigos?”, observó Evo.
“¿Quiénes son esos ‘amigos’ a los que usted hace referencia? Francia e Italia,
sin duda… Pero no me respondió, y se retiró”.
El periodista español
Juan Manuel Martín Medem, del periódico Diagonal, resumió el atropello
diciendo: “Los vigilados por Washington se convirtieron en mercenarios del
espía, para perseguir al arrepentido de la CIA que denunció la penetración
electrónica de Estados Unidos en la soberanía nacional de sus aliados”.
Tres lecciones se
desprenden del secuestro y humillación del presidente que en el Encuentro
Mundial Antimperialista y Anticolonialista de Cochabamba (31 de julio/2 de
agosto) fue proclamado “líder de las organizaciones y movimientos sociales del
mundo” frente a un millón de personas y mil delegados de 20 países:
1) A los pueblos del
mundo mostró que la piratería de las naciones “civilizadas” continúa vigente, y
guarda pocas diferencias con la ejercida por Carlos V, Isabel I y Felipe II;
2) A los gobiernos
latinoamericanos envió un mensaje de advertencia frente a sus esfuerzos de integración,
cooperación, independencia y solidaridad, y
3) A los intelectuales de
invernadero que hablan del “otoño del progresismo”, probó que el imperialismo
existe, tiene “centro”, y que sólo la lucidez de los de “arriba” y “abajo”
podrá consolidar una política de paz.
El atentado a Evo probó
también que los discursos antiimperialistas de América Latina responden a 200
años de luchas emancipadoras y, por consiguiente, empiezan a ser algo más que
“retórica” vacía de verdades, contenidos y acciones efectivas.
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