sábado, 1 de agosto de 2020

Crisis de sentido, cambio civilizatorio y pandemia. Cavilaciones desde la periferia.

La crisis civilizatoria no es solo ajuste de las placas tectónicas de la economía y de la tecnología que están a su base. Es sobre todo una crisis de sentido, esto es, una crisis de los valores y del aparato ideológico-cultural que es imprescindible para la reproducción de todo sistema social.


Gregorio Urriola Candanedo / Para Con Nuestra América

Desde Ciudad Panamá


Hemos sostenido que la situación actual del mundo, y de Panamá dentro ese mundo cada vez más interconectado, situación trágica y llena de incertidumbre, expresa de manera concomitante, y en un bucle de realimentaciones sistémicas, una crisis de sentido del proceso civilizatorio, que ha sido ferozmente agravado por la pandemia en curso. Que estamos en una época de cambio civilizatorio a nivel de sus expresiones materiales, en casi un cliché de nuestra época. Pero es una premisa válida para cualquier intento de compresión de las circunstancias nacionales y mundiales –algo cuyos límites son cada vez más relativos, más porosos, más indefinidos. Pero sin embargo, esos límites existen, siquiera por la no menos poderosa razón que nuestra inserción en ese globo socio- económico está marcada por ubicarnos en un lugar periférico y de casi ninguna significación en términos de impactos de decisión. Lo cual se expresa en que recibimos todos los impactos y casi no causamos ninguno. Y eso dicho no sólo de Panamá, sino incluso de América Latina y el Caribe en su conjunto.  

Lo triste, es que la pandemia dejará secuelas terribles que los indicadores macroeconómicos de la CEPAL ya anuncian. A diferencia de la gran crisis del 29 o durante la II Guerra Mundial, el grado de interconexión económica y financiera hoy vigente, no da pie a un relanzamiento del aparato industrial local, que fue una de las secuelas positivas de aquellas crisis que dieron como resultado los procesos de industrialización en el cono sur y en México, señaladamente. Y lo que es peor, no se advierte un liderazgo político a lo Cárdenas o Vargas, ni un renacimiento intelectual como el que logró Prébisch y la CEPAL en gran medida derivados de la dislocadura temporal producida por la Segunda Guerra Mundial el desplazamiento de los intereses vitales de las potencias enfrascadas en aquel conflicto. 

 

 

 

Por eso la crisis de sentido, el hacia dónde “deberíamos ir”, cuáles son las metas sociales a alcanzar, o que mix de metas alcanzar, cuánto de libertad, cuánto de equidad, cuánto de Estado, cuánto de mercado en la dosificación de las políticas públicas, es lo que está moviendo una larga crisis “post- moderna” o más bien una fase particularmente aguda (como las pandemias) de la Modernidad inaugurada en el Siglo XVII, progresista en los siglos XVIII, XIX y XX, pero que se muestra ambivalente en su polaridad desde los años 90 del siglo pasado y ha alcanzado su cenit en la hora actual. Hora donde confluyen tendencias extremadamente contradictorias pero que tienen en común el limitar la tasa de ganancia del capital a escala mundial. Son principalmente los aspectos distributivos del excedente social los que crean el problema; pues más allá de tensiones indudables en la marcha del aparato productivo, la tecnología y la ciencia pueden encontrar vías de superación de las actuales limitaciones en materia de energía limpia y renovable, empleo de recursos (vía nuevos materiales) y utilización de desechos, los grandes problemas ambientales de hoy. 

 

Como decía Wallerstein: estamos en un momento de transición, una transición que es una bifurcación en la tendencia o línea de tiempo, donde la salida o el punto relativo de llegada no está nada claro. Prospectivamente hablando, el que fuera creador y director del neoyorkino Instituto Braudel para el estudio del sistema-mundo, indicaba, en 1999 que este período de transición: “Primero, será largo, tal vez 50 años. Segundo, será caótico, y por tanto no sólo desagradable sino horrible. Y tercero, su resultado será ultra-incierto.” Y remataba “Un período de transición sistémico es un período dominado por la confusión y el miedo.”

 

Así las cosas, buena parte de la reconfiguración del mundo está en la reflexión y la acción éticamente comprometida de los actores, en especial de los profesionales y dirigentes, de las personas con capacidad de toma de decisiones desde los barrios y comunidades locales, pasando por los estados, hasta llegar a las grandes corporaciones globales, verdaderos dueños del mundo por un proceso de concentración de capitales sin precedentes en la historia humana. Urge discernir valores y crear sentido a las actuaciones, obviamente no con “campañas de valores” superficiales y adormecedoras de la conciencia crítica, sino con Educación Social Transformadora, con capacidad de llevar a las personas a entenderse y entender el mundo de otra manera (Gramsci, dijo ya desde la oscura cárcel fascista donde producía sus iluminadoras cavilaciones, que esta es la verdadera revolución filosófica). Empoderar la gente, los ciudadanos para crear un Democracia real, comenzando por disputar la hegemonía cultural. 

 

Panamá, 25 de julio, Annus horribilis 2020. 



[1] Sistema Mundo y Mundo Sistémico, IDEN-UP, Panamá, 2002:154-- 

 

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