sábado, 15 de noviembre de 2025

Trump, un peligro nuclear

 “Hacen ensayos a mucha profundidad, donde la gente no sabe exactamente lo que ocurre (…). Sientes un poco de vibración. Ellos hacen pruebas, y nosotros no. Tenemos que hacerlas”. Conjugando misterio y terror, las declaraciones de Donald Trump en una entrevista en el programa 60 Minutes, el pasado viernes 7 de noviembre, no podrían haber sido más elocuentes.

Daniel Kersffeld / Página12

Fue el corolario de similares afirmaciones temerarias e incontrastables del mandatario estadounidense sobre una supuesta amenaza nuclear china expresadas horas antes de la cumbre con el presidente Xi Jinping el 30 de octubre en Busan, Corea del Sur, y la respuesta de la Casa Blanca a las tentativas de Rusia de modernizar su arsenal mediante el Burevesnik (Skyfall), un misil de crucero intercontinental de propulsión y ojiva nuclear, y el Poseidón, un gran vehículo submarino no tripulado armado con una cabeza atómica. Según Trump, Si Rusia, China y Corea del Norte, entre otros, realizan ensayos no especificados con armamento nuclear, entonces Estados Unidos también está habilitado para efectuarlos, si es que pretende situarse “en igualdad de condiciones” frente a sus rivales.
 
De acuerdo con este argumento, las detonaciones nucleares se estarían haciendo en centrales subterráneas secretas, obviamente, sin conocimiento por parte de la opinión pública y, al parecer, también sin conocimiento de los expertos en armamento atómico.
 
La Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (OTPCE), dispone de una red global de monitoreo capaz de percibir hasta los más débiles ecos de detonaciones nucleares y de distinguirlas de movimientos sísmicos o erupciones volcánicas.
 
No sólo no hubo pronunciamientos por parte de esta agencia de la ONU con sede en Viena, sino que además las declaraciones de Trump generaron rechazo en especialistas y dudas e inquietudes en funcionarios del gobierno estadounidense.
 
Chris Wright, secretario de Energía de la administración republicana y responsable en última instancia de la política de ensayos nucleares, pareció contradecir a su superior cuando indicó que su gobierno no tiene intención de realizar nuevas pruebas atómicas. Por su parte, y justo un día antes de las declaraciones de Trump en la televisión, el candidato para dirigir el Comando Estratégico de Estados Unidos (USSTRATCOM), el vicealmirante Richard Correll, dijo al Congreso que “Ni China ni Rusia han realizado una prueba nuclear explosiva”.
 
En tanto que la portavoz de la Casa Blanca se negó a responder preguntas sobre las afirmaciones del presidente y, muchos menos, sobre sus contradicciones con el secretario Wright. Sin buscarlo, la administración Trump se hundió en un mar de contradicciones y de incertidumbre. Las pruebas de detonación de ojivas nucleares fueron una característica frecuente de la Guerra Fría, primero en pruebas en la superficie y, ya a partir de los ’70, en explosiones subterráneas.
 
Como una respuesta tardía, los gobiernos han acatado el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (TPCE), establecido en 1996, aunque nunca entró en vigor debido a que un grupo de países, poseedores de armas nucleares (o interesados en desarrollarlos) no lo han ratificado: Estados Unidos, China, India, Pakistán, Corea del Norte, Irán e Israel. Por su parte, y en el contexto de la guerra contra Ucrania, Rusia revocó en 2023 la ratificación del TPCE que había firmado en 2000.
 
Rusia se convirtió en la primera nación en suspender las pruebas nucleares en 1990, cuando todavía lideraba a la Unión Soviética, y seis años antes de que se estableciera el Tratado. Reino Unido continuó hasta 1991, Estados Unidos hasta 1992 y China y Francia frenaron esta práctica en 1996. India y Pakistán, países que no son signatarios, realizaron sus últimas pruebas nucleares en 1998. Mientras que Corea del Norte impulsó nuevos ensayos de manera reiterada, en 2006, 2009, 2013, 2016 y, por último, en septiembre de 2017, constituyéndose en el último experimento confirmado hasta el momento.
 
En la actualidad, de las más de 2 mil pruebas nucleares que se hicieron en todo el mundo en los últimos ochenta años, Estados Unidos realizó un total de 1054, siempre bajo la presunción de que se trató de ensayos “controlados” e “inocuos” para la población civil… Pero este número tampoco contempla las pruebas a pequeña escala, llamadas “subcríticas”, capaces de generar una reacción en cadena sin detección por el instrumental especializado. En este caso, la prueba “subcrítica” más reciente ocurrida en los Estados Unidos tuvo lugar en 2024. Más allá de las urgencias de Trump, el Plan de Administración y Gestión de Reservas de la Administración Nacional de Seguridad Nuclear (NNSA) prevé entre 24 y 36 meses para la realización de una nueva prueba controlada.
 
Además, se debe contemplar que la única instalación preparada y conocida como “U1a”, está en pleno desierto de Nevada: su modernización y adecuación recién sería para 2030, con una inversión de más de 2.500 millones de dólares. Ninguna de las opciones actualmente manejadas por el Pentágono ofrece resultados a corto plazo y todas necesitarán la aprobación por el Congreso para liberar cuantiosas partidas presupuestarias. Según el SIPRI (Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo), y hasta principios de este año, se calcula que en el mundo existen aproximadamente 12 mil ojivas nucleares. Rusia tendría 5580, de las cuales 1710 estarían listas para su uso en misiles o bombarderos. En tanto que Estados Unidos poseería 5044, con 1770 ya preparadas para su uso inmediato.
 
Sin que exista claridad sobre su estrategia nuclear, todo indica que Trump se está preparando para febrero de 2026, cuando finalice el Tratado Nuevo START, firmado en 2010, y que limita a Estados Unidos y a Rusia con 1550 ojivas operativas cada uno. A lo que se suma la presunción del Pentágono, que plantea que para 2030 China tendría más de mil ojivas nucleares operativas. Los controles se interrumpieron en 2022 con el comienzo de la guerra de Ucrania. Sin embargo, y más allá de sospechas y amenazas, el último Informe del Departamento de Estado al Congreso sobre la Implementación del Tratado Nuevo START, del 17 de enero de 2025 indica que, aunque omite sus notificaciones, Rusia ha cumplido con los límites impuestos por el acuerdo. Siendo así, el peligro de una nueva amenaza atómica no vendría precisamente desde Moscú…
 
Tristemente, y cuando se anunciaba un principio de distención con China, Trump apela al terror atómico para no perder centralidad en sus demandas y en sus reclamos. Frente a la presunción de un ataque devastador y con la excusa de la disuasión, Estados Unidos podría reactivar la tensión global basada en el más moderno armamento nuclear como no se había visto en muchos años.

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