Para tener a Argentina en el carril que le interesa, es decir, como proveedor de materias primas esenciales para su tecnología de punta, Estados Unidos usó la estrategia de la seducción financiera, que se tradujo en el chantaje electoral que tuvo el resultado que conocemos.
Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
Donald Trump ganó las elecciones de medio término en Argentina. Perdón, me equivoqué, me traicionó el subconsciente: fue Javier Milei y su partido La Libertad Avanza quien salió vencedor. Quien esto escribe tiene plena consciencia que el espaldarazo de Trump a Milei, concretado en una inyección de 20,000 millones de dólares a la economía argentina, es solo un factor de los que incidieron en la estrepitosa derrota que sufrió el peronismo. Coincido con Atilio Borón con que “lo ocurrido no es obra de una causa única sino de un conglomerado de factores en que inadvertidamente se combinaron para producir un resultado que ni siquiera las más optimistas figuras de La Libertad Avanza esperaban.”
A pesar de lo apuntado por Borón, es mi parecer que lo determinante fue el respaldo que le dio la administración Trump al proyecto “anarcocapitalista” de Javier Milei, que ha llevado al capitalismo dependiente en su expresión neoliberal argentino a su máxima expresión. Sin ese espaldarazo, La Libertad Avanza, Javier Milei y sus candidatos en toda Argentina habría mordido el polvo de la derrota, inclusive de forma estrepitosa en algunos lugares, como Buenos Aires.
El razonamiento del votante argentino fue: con Javier Milei nos va muy mal -y no han de haber tenido necesidad de hacerse el listado de males que viven en carne propia todos los días-, pero sin la inyección financiera de Trump, que dejó claro que si no ganaba Milei no había desembolso, la economía se desboca y lo pasaremos peor.
Simple, sin más vueltas. Una estrategia efectiva que significo que Donald Trump prometiera desembolsar la mayor suma nunca antes sufragada para ningún otro país, y de ser necesario doblar la apuesta con otros 20,000 millones, en total, 40,000 millones. Es decir, que Estados Unidos comprometió una suma gigantesca, habida cuenta que a Ucrania, que juega un papel central en la dinámica geoestratégica occidental, le ha dado aproximadamente 65,000 millones de dólares.
Para tener a Argentina en el carril que le interesa, es decir, como proveedor de materias primas esenciales para su tecnología de punta, Estados Unidos usó la estrategia de la seducción financiera, que se tradujo en el chantaje electoral que tuvo el resultado que conocemos.
Donald Trump es un empresario inescrupuloso que no tiene el más mínimo reparo en utilizar cualquier maniobra con tal de salirse con la suya. No tiene recatos éticos que le pongan límite, y tiene una fuerza económica y militar enorme como respaldo. Utiliza una u otra para hacer prevalecer sus intereses.
En el caso del Caribe, por ejemplo, está utilizando la fuerza militar y no se anda con rodeos. Despliega una impresionante fuerza armada que involucra su mayor portaviones y un submarino nuclear en lo que, desde antes de su independencia, Estados Unidos ha considerado su mare nostrum.
Sabe que ahí no hay chantaje que valga, porque ahí no hay un Javier Milei como contraparte. Todo lo contrario, lo que hay ahí, incluyendo a México, son gobiernos nacionalistas que le han dejado muy claro que no se van a dejar.
En Venezuela, la respuesta ha sido la organización popular para la defensa del territorio. En Colombia, la creciente galvanización de la izquierda, resultado contrario al deseado por Trump. Y en México el freno sereno que le ha plantado la presidenta Claudia Sheinbaum.
Trump se adapta a las condiciones que se encuentra enfrente, pero su objetivo último es llevar agua para su molino. Esto no pasa solo en América Latina, como ya lo vemos en lo que sucede en Europa y la guerra en Ucrania, o ahora en su gira asiática.
El presidente de Estados Unidos tiene también un frente interno al que debe rendirle cuentas. En relación con América Latina, pero especialmente con la zona del Caribe, son los cubanos y venezolanos de Miami que en su administración están representados por su secretario de estado Marco Rubio -que tiene su propia agenda- y ante quienes hay que dar muestras de estar haciendo algo.
Para Argentina funcionó la seducción y posiblemente, si la llega a necesitar, la utilizará en otras partes. En Ecuador, por ejemplo, cuyo presidente le hace reverencias lacayunas y que también se encuentra en aprietos; o en Chile, si al final hay necesidad de echarle algún espaldarazo a la candidatura de extrema derecha de José Antonio Kast, sobre todo si tomamos en cuenta que Chile y Argentina forman parte, junto a Bolivia (a la cual ya tienen en la bolsa) el triángulo del litio sudamericano.
Así que, como dice atinadamente Borón, el resultado de las elecciones argentinas son el resultado de “un conglomerado de factores”, pero este, el de la estrategia de la seducción trumpiano, parece determinante.

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