sábado, 1 de noviembre de 2025

Argentina: Voto, ese beneficio no reconocido

 El lunes 27 de octubre, el virreinato estuvo de fiesta. Se hizo eco de los deseos del imperio, entregó sin nada a cuenta  los recursos naturales y la soberanía por un puñado de dólares, tan miserables como la negra alma de sus representantes locales. Así de claro y simple. No hay que buscar rebuscadas teorías filosóficas ni psicológicas para explicar lo que pasó en las urnas.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina

La democracia hace agua cuando el pobrerío se esconde, como mis primos en su rancho, como cuando de niño, los iba a visitar e iban saliendo como animalitos tímidos y ariscos, haciendo de su presencia humilde un manto invisible que ennoblecía su pobreza. Eran los albores de 1950 en calle Nueva, cuyo nombre era Clodomiro Silva, el viejo patriarca de Tunuyán que siendo comisario de San Carlos en 1898, se quedó con grandes extensiones, amparado por el gobernador Emilio Civit y el presidente Julio A. Roca. En ese lugar nací, al pie de los majestuosos Andes, a escasos kilómetros del Manzano Histórico donde descansó el General San Martín de regreso de Chile.  
 
Yerbeado y un mendrugo de pan de desayuno y un guiso con charqui, eran un manjar cotidiano que honraban la mesa sin mantel de aquel rancho de adobe sin puertas
 
Siempre mirando desde afuera, mis primos fueron creciendo evadiendo la escuela primaria, aunque probaron el pan dulce y la sidra que repartía la fundación Eva Perón en Navidad. 
 
Se quedaron con eso... un sabor dulce que fue virando amargo a medida que los efectos del golpe militar de 1955 se extendieron y quedaron aferrados al pasado, adolescente, allá por 1962 - entre dictaduras y democracias condicionadas -, acompañé a mi tío a implorar a las hijas del patrón, el ya fallecido Clodomiro, a las que mi tío las llamaba cariñosamente, “las negras Silva”, porque se había criado con ellas y mi abuela las había amantado junto a él, a que le dieran ese pedazo de tierra donde estaba el rancho que habitaba desde siempre. 
 
Lo sacaron carpiendo apenas entró al departamento, ni bien se sacó el chambergo y les planteó el requerimiento. No duró un minuto, le palmearon la espalda y cerraron la puerta de un golpe.
 
Lo acompañé regreso a casa en la ciudad, cuando de prestado vivíamos en la 5ta. Sección, acompañando a una viuda de alcurnia con mi tía enfermera del hospital Civit.
 
Nunca olvido las lágrimas de mi tío Cruz, el marucho de los 17 arrieros salvados de milagro en la cordillera de los Andes en 1929. Mi tío era un arriero de esos que acompañaron a San Martín en el cruce; los gauchos son de la pampa bonaerense, aunque siempre usó bombachas y botas de media caña, con rastra y facón a la cintura, chambergo con el ala erguida al frente y pañuelo al cuello; vestimenta que confieso, en esos años tontos de la adolescencia, me hacían caminar unos pasos adelante. 
 
Pero aquel hecho vergonzoso y vergonzante, quedó gravado en mi memoria como pésimo ejemplo de la vileza oligárquica que marcaría mi obsesión por el estudio. Obstinado y errante, siempre montado en su yegua baya, mi tíomurió a los 96 años. 
 
Del mismo modo, la democracia le pasó raspando como a tantos pobres que ignoraron la importancia de votar este domingo 26 de octubre. Todos aquellos millones que estuvieron, están y estarán en la intemperie de la democracia, porque desconocen sus beneficios; beneficios que requieren una mínima educación. Una condición que se ha ido desdibujando a través de décadas.
 
Normalizar los barriales de las calles y cagar en el balde, como renegaron los perdedores libertarios en Moreno en los suburbios bonaerenses después de la derrota de septiembre, esa gente hundida en la miseria desde siempre, más precisamente creada por la última dictadura militar, cívico eclesiástica, descree que un simple voto les cambiará la vida. Nunca usó de un derecho estatuido, como si la Constitución fuera un legado de los poderosos que siempre hicieron a su antojo.
 
El lunes, el virreinato estuvo de fiesta. Se hizo eco de los deseos del imperio, entregó sin nada a cuenta  los recursos naturales y la soberanía por un puñado de dólares, tan miserables como la negra alma de sus representantes locales. Así de claro y simple. No hay que buscar rebuscadas teorías filosóficas ni psicológicas para explicar lo que pasó en las urnas.
 
Una manera de observar las expectativas políticas de una sociedad, es detenerse a analizar la expectativa de vida de la misma. En los ‘70 del siglo pasado, los ciudadanos votantes eran en su mayoría jóvenes; jóvenes que votaban con necesidad de un futuro pleno en oportunidades: educacionales, laborales, es decir, estaba en vigencia la movilidad ascendente que otorgaba la maravillosa escuela pública del legado sarmientino.
 
Esta utopía, si puede se le puede conceder ese adjetivo ilusorio, se ha diluido, se escurrió por el sumidero de la historia y las dictaduras alentadas por el imperio.
 
El nuevo siglo y el nuevo milenio, nos sorprendieron con la crisis disolutiva del 2001; una bisagra del neoliberalismo que dejó la tendalada. A pesar de esto, los adelantos tencnológicos y sociales alargaron la esperanza de vida de los votantes. Ahora la mayoría son adultos mayores, muchos de ellos transitando la tercera o cuarta edad, como se estila estratificar. Este sector al menos alberga un buen pasar, sobre todo en lo referente a nivel de jubilaciones y pensiones que les permitan vivir con buenos servicios de salud y mantenimiento. Algo que el progresismo pudo mejorar.
 
Un cuarto de siglo más tarde, en 2025, los uber votantes individualistas y desconectados, han roto los lazos con el pasado. No tienen historia, sólo un presente perpetuo. La expectativa es hoy y la satisfacción, personal. La solidaridad social que envolvía a la sociedad, con sus organizaciones de todo tipo y tamaño, se hizo trizas.
 
Esto tiene consecuencias en la convocatoria electoral. No interesa. Y, como el proyecto es individual, no hay proyecto comunitario, de país o nación, este es el resultado. 
 
Migrantes confesos, nómades como la mayoría de la humanidad, huyen de las guerras, totalitarismos, fanatismos religiosos y hambrunas o pésimas condiciones económicas y sociales. Un cóctel que las nuevas derechas conocen al dedillo. De allí su apoyo a líderes disruptivos, extremos y pintorescos.
 
Vamos a otro punto inédito de este 26 de octubre. Trump y Bessent pusieron toda la carne al asador y aseguraron la tranquilidad de los mercados al día siguiente. Nada con lo que le pasó a Macri en 2017, donde el dólar estalló al día siguiente de las elecciones. 
 
Ahora, había un especial interés de EE. UU. de plantarse en Sudamérica y ganar terreno ante los progresismos de Brasil, Chile y Uruguay, Trump no duda en desplazar su mayor portaaviones en el Caribe y hundir embarcaciones venezolanas acusadas de narcotráfico para quedarse con las reservas petrolíferas.
 
Es vital fortalecer la región o al menos, hacer más lento el avance de China en todos los terrenos.
 
Un personaje como Milei, tan disruptivo como el propio magnate, le aseguran aterrizar sin problemas y para ello la JP Morgan ya lo hizo antes con toda pompa y boato. Algo que recuerda y huelga repetirlo, al Pacto Roca-Runciman de 1933. 
 
Nada nuevo. Pero eso es pasado, un pasado que hunde sus raíces un siglo atrás y otro mundo totalmente distinto, con otro orden geopolítico y tecnológico. 
 
Mirar atrás es un error. Porque el Perón de 1945, fue tan disruptivo como lo es Milei hoy. Ambos rompieron con el pasado.
 
Un teórico del peronismo sugiere que el movimiento de base obrera murió con Isabel Perón y del Rodrigazo. A partir de entonces los dirigentes gremiales, incluida la cúpula de la CGT son una casta que defiende su espacio; no representan a quienes deberían representar y, consecuentemente, no defienden su salario. Burocracia, burocracia y más burocracia, saboreando las mieles de otras épocas. Tal vez, la única excepción sean los bancarios, cuyo salario se ajusta automáticamente con el índice de inflación.
 
Puede que la mirada de aquel estudioso, tenga algo de razón, aunque viene la memoria la lucha del cervecero Saúl Ubaldini titular de la Central obrera, peleando en la calle bajo el lema “Pan, paz, trabajo”, durante el alfonsinismo. Volvemos, eso es pasado. Hoy es otra cosa.
Hoy, a partir del triunfo libertario del domingo pasado, todas las miradas y responsabilidades están sobre el presidente Javier Gerardo Milei. Tiene que cumplir lo prometido. Quedó claro yambién, el éxito de Karina Milei y Santiago Caputo como armadores nacionales de La Libertad Avanza. Nadie duda de la muñeca política de la pastelera tarotista y el politólogo en las sombras. La intuición y el olfato, en política, pueden sobrepasar la formación.
 
Del otro lado la batalla de los egos opositores defendiendo el quiosquito, como Florencio Randazo o Juan Schiaretti, o los intendentes bonaerenses que debilitaron al gobernador Axel Kicillof, sumado a los bailes en el balcón de la expresidenta, dejaron al descubierto ausencia de estrategia y una campaña desconcentrada, con chispazos provinciales y un blanco móvil de todos los reclamos, centrado en la persona del presidente. 
 
No hubo promesas sostenibles de ningún tipo, menos una épica a la que prenderse. Por eso... llorar sobre la leche derramada, siempre fue inútil, por no decir, estúpido. 
 
El este jueves, penúltimo día de octubre, el Presidente y su Gabinete, recibió veinte de los veinticuatro gobernadores aliados convocados por el Jefe de Gabinete, Guillermo Francos. Asistieron: Carlos Sadir (Jujuy), Jorge Macri (Ciudad de Buenos Aires), Maximiliano Pullaro (Santa Fe), Rogelio Frigerio (Entre Ríos), Hebe Casado (vice en Mendoza), Ignacio “Nacho” Torres (Chubut), Raúl Jalil (Catamarca), Osvaldo Jaldo (Tucumán), Hugo Passalacqua (Misiones), Zulema Reina (vice en Neuquén) y Claudio Poggi (San Luis). Además participaron, Alberto Weretilneck (Río Negro), Gustavo Sáenz (Salta), Marcelo Orrego (San Juan), Silvana Schneider (vice en Chaco), Martín Llaryora (Córdoba), Gustavo Valdés (Corrientes), Gerardo Zamora (Santiago del Estero), Sergio Ziliotto (La Pampa) y Claudio Vidal (Santa Cruz). Besos y abrazos, como si todo comenzara de nuevo. Quedaron afuera: Axel Kicillof (Buenos Aires), Gildo Insfrán (Formosa) Ricardo Quintela (La Rioja) y Gustavo Melella (Tierra del Fuego). Hoy viernes 31, el presidente se reúne con el ex presidente Macri, Don Corleone, para ver qué parte de la torta le corresponde, después de haber colaborado con tantos tránsfugas amarillos que se volvieron violetas.
 
La democracia, al menos la surgida con la Revolución Francesa, se diluye como ocurrió en otras épocas. Un beneficio, fruto de luchas de una burguesía que pretendía ser el Tercer Estado ante la monarquía y la Iglesia. Décadas adelante, comenzaron a rebelarse los obreros, el proletariado, por querer participar de las migajas del pastel.  
 
Los ciber ciudadanos de este siglo veintiuno, los uber votantes a tiempo completo, que quieren soluciones ¡ya!, no van a tener la suficiente paciencia para esperar las reformas que anuncia el nuevo gobierno surgido de estas elecciones. 
 
El presidente lo sabe, aunque no es consciente que la aprobación política en Argentina es una montaña rusa, y que este momento está en su punto más alto. La velocidad de los cambios también es mucho más rápida y furiosa, y ya agotó medio período. Veremos qué sucede en los próximos días...

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