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sábado, 3 de marzo de 2018

Marxismo y educación popular

Hoy, enseñar y hablar de marxismo y socialismo, requiere comenzar por la separación de los esquemas dogmaticos y ponderar la profunda lectura que proporciona el marxismo cuando va descargados de falsas premisas ortodoxas.

Cristóbal León Campos / Especial para Con Nuestra América
Desde Yucatán, México

La crisis que vive la humanidad en estas horas, se torna mucho más crucial, cuando analizamos las particularidades de cada región, y advertimos la renovación de la doctrina Monroe por parte del imperialismo norteamericano, junto a un claro resurgimiento de la ultraderecha fascista, nuestra América, asiste involuntariamente, a una nueva etapa de álgida confrontación, que amerita la reorganización de las fuerzas populares y el replanteamiento de los proyectos emancipatorios para nuestra naciones amenazadas.

sábado, 22 de enero de 2011

Los desafíos de la educación popular

Debemos enfocar la discusión acerca de los nuevos paradigmas de la educación popular, rescatando su dimensión libertadora, para desarrollar una metodología que incorpore el legado de Paulo Freire y lo haga avanzar.
Frei Betto / LA JIRIBILLA
En las líneas que siguen, expongo algunas inquietudes acerca de los desafíos que enfrenta la educación popular en la coyuntura en que vivimos. Son reflexiones que compartimos con Paulo Freire en sus últimos años de vida.
La deshistorización del tiempo
En la educación popular debemos aprender a colocar los conceptos en lenguaje plástico. Existe un principio sagrado: no se trata de que el pueblo entienda lo que hago, sino que “vea” lo que yo hago. Si no logramos transformar el concepto en metáfora, en imagen, seguiremos hablando un lenguaje ajeno y corremos el riesgo de llevar al pueblo a usar un lenguaje intelectualista. Un ejemplo de ello es el caso del carcelero que leía nuestras cartas en la prisión para censurarlas. Un día conversaba con nosotros y se quejaba de sus problemas sentimentales con su novia; al poco tiempo le pregunté cómo iban las cosas y me respondió: “Ay, hermano, el asunto está difícil, nos encontramos en un antagonismo”. Él había leído en nuestras cartas la palabra “antagonismo”, la encontró bonita y la incluyó en su lenguaje.
Otro principio de la educación popular es la necesidad de “tener un tendedero donde se puedan colgar los conceptos y analizar la realidad”. El tendedero es la percepción del tiempo como historia. Es un hecho que existen civilizaciones, tribus y grupos que no tienen la idea del tiempo como historia, como los antiguos griegos, para quienes el tiempo era cíclico.
La esencia del neoliberalismo es la “deshistorización del tiempo”. Cuando Fukuyama declaró “el fin de la historia”, no hizo sino expresar lo que el neoliberalismo quiere lograr: “hemos llegado a la plenitud del tiempo: el método neoliberal de producción capitalista, el mercado. Son pocos los escogidos y muchos los excluidos; y ya no tiene caso querer luchar por una sociedad alternativa”.
Actualmente es difícil hablar de sociedad alternativa; de socialismo, ni pensarlo. Se ha creado una especie de pudor, un bloqueo emocional alrededor de este asunto. LEA EL TEXTO COMPLETO AQUI

sábado, 27 de noviembre de 2010

Nuestra América es un aula

Nuestra América es un aula, estos son tiempos de ensayos. De ensayos como escritura y como práctica pedagógica política. La tarea es romper las cadenas culturales, o dicho de otro, descolonizar nuestra formación.
Carla Wainsztok / Especial para CON NUESTRA AMÉRICA
Desde Buenos Aires

Desde que el presidente Chávez asumió la presidencia allá por finales de los noventa en Venezuela, el continente latinoamericano se ha sacudido, se ha despertado. Como diría José Martí, los pueblos necesitan conocerse. Los pueblos, decimos nosotros, comienzan a reconocerse.
Conocer y reconocer son actividades pedagógicas-culturales. Para conocer y reconocernos es necesario recuperar los relatos de nuestros pueblos. Por ello una tarea imprescindible es la escritura de los manuales de las historias de Indoamérica, urge producir textos de las pedagogías latinoamericanas, necesitamos promover libros de filosofía, de sociología de Nuestra América. Invito al lector o lectora como tarea para el hogar que ingrese a una librería y pregunte por estas obras.
Debemos recordar que la colonización en nuestro continente es doble: expoliación económica y colonización cultural. Por ello, las instituciones educativas y los libros que se leen en ellas son en su gran mayoría eurocéntricos. Se afirma que se enseña Filosofía y es filosofía europea; se dice que se aprenden Historia Universal y es historia europea.
No negamos para nada el pensamiento de otros tiempos y otros espacios, hacerlo nos volvería necios. Pero sí conviene recordar que nuestro norte es el Sur, debemos aprender con Jauretche a pensar en nacional y en latinoamericano, o como afirmaba el compañero Martí: Injértese en nuestras repúblicas el mundo, pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas.
La tarea es romper las cadenas culturales, o dicho de otro modo, descolonizar nuestra formación.
Descolonizar la formación docente en todo el continente laborioso es imprescindible. Para ello hay que hacer un arqueo cultural, revisar los mitos liberales pedagógicos y armar una Galería de Maestros/as Latinoamericanos.
Desde los inicios de la Independencia hubo grandes pedagogos que se merecieron estar en la Galería, pero hubo uno a quien no lo consideramos como se dice comúnmente objeto de estudio o tema de enseñanza; hubo uno a quien lo llevamos en nuestro corazón, uno a quien sencillamente amamos. Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar. Él decía que en los niños pobres está la Patria que es otra manera de afirmar, más escuelas, más notebooks, más igualdad educativa.
No sería justo olvidarnos de Paulo Freire y de sus pedagogías de los oprimidos, ese concepto inclusor oprimido/a tan propio de Nuestra América Latina que demostraba que había otras categorías que nos dejaban afuera de la historia.
Para el patriota Salvador Allende, precisábamos Escuelas Fronterizas y una Universidad Latinoamericana que integre, desarrolle y difunda el pensamiento creador de nuestro continente.
Decía el filósofo Spinoza, que el amor es alegría, el odio es tristeza y la esperanza una alegría intermitente.Una docencia latinoamericana implica alegría, esperanzas de compartir la construcción de la Patria Grande. Con todas y todas, no para formar ciudadanos/as, sino para formar pueblos.
La docencia es una apuesta, no hay obra terminada, no hay proyecto acabado, hay sueños, hay la construcción de una comunidad de pensamiento. Una comunidad nuestroamericana de pensamiento.
Nuestra América es un aula, estos son tiempos de ensayos. De ensayos como escritura y como práctica pedagógica política. Nuestra América cabe en un aula, en un aula bonita, profunda y llena de nombres propios.

sábado, 2 de octubre de 2010

Actualizar la pedagogía ante el mundo cambiado

Un pequeño decálogo de lo que podría ser una pedagogía renovada para nuestro tiempo.
Leonardo Boff / ALAI
Siglos de guerras, de enfrentamientos, de luchas entre pueblos y de conflictos de clase nos están dejando una amarga lección. Este método primario y reduccionista no nos ha hecho más humanos, ni nos aproxima más unos a otros, ni mucho menos nos ha traído la tan ansiada paz. Vivimos en permanente estado de sitio y llenos de miedo. Hemos alcanzado un estadio histórico que, en palabras de la Carta de la Tierra, «nos convoca a un nuevo comienzo». Esto requiere una pedagogía, fundada en una nueva conciencia y en una visión incluyente de los problemas económicos, sociales, culturales y espirituales que nos desafían.
Esta nueva conciencia, fruto de la mundialización, de las ciencias de la Tierra y de la vida y también de la ecología nos está mostrando un camino a seguir: entender que todas las cosas son interdependientes y que ni siquiera las oposiciones están fuera de un Todo dinámico y abierto.
Por esto, no cabe separar sino integrar, incluir en vez de excluir; reconocer, sí, las diferencias, pero buscar también las convergencias, y en lugar del gana-pierde, buscar el gana-gana.
Tal perspectiva holística está influenciando los procesos educativos. Tenemos un maestro inolvidable, Paulo Freire, que nos enseñó la dialéctica de la inclusión y a poner «y» donde antes poníamos «o». Debemos aprender a decir «sí» a todo lo que nos hace crecer, en lo pequeño y en lo grande.
Fray Clodovis Boff acumuló mucha experiencia trabajando con los pobres en Acre y en Río de Janeiro. En la línea de Paulo Freire, nos entregó un librito que se ha convertido en un clásico: Cómo trabajar con el pueblo. Y ahora, ante los desafíos de la nueva situación del mundo, ha elaborado un pequeño decálogo de lo que podría ser una pedagogía renovada. Vale la pena transcribirlo y considerarlo, pues puede ayudarnos, y mucho.
«1. Sí al proceso de concientización, al despertar de la conciencia crítica y al uso de la razón analítica (cabeza). Pero sí también a la razón sensible (corazón) donde se enraízan los valores y de donde se alimentan el imaginario y todas las utopías.
2. Sí al ‘sujeto colectivo’ o social, al ‘nosotros’ creador de historia (‘nadie libera a nadie, nos liberamos juntos’). Pero sí también a la subjetividad de cada uno, al ‘yo biográfico’, al ‘sujeto individual’ con sus referencias y sueños.
3. Sí a la ‘praxis política’, transformadora de las estructuras y generadora de nuevas relaciones sociales, de un nuevo ‘sistema’. Y sí también a la ‘práctica cultural’ (simbólica, artística y religiosa), ‘transfiguradora’ del mundo y creadora de nuevos sentidos o, simplemente, de un nuevo ‘mundo vital’.
4. Sí a la acción ‘macro’ o societaria (en particular a la ‘acción revolucionaria’), la que actúa sobre las estructuras. Pero sí también a la acción ‘micro’, local y comunitaria (‘revolución molecular’) como base y punto de partida del proceso estructural.
5. Sí a la articulación de las fuerzas sociales en forma de ‘estructuras unificadoras’ y centralizadas. Pero sítambién a la articulación en ‘red’, en la cual por una acción descentralizada, cada nudo se vuelve centro de creación, de iniciativas y de intervenciones.
6. Sí a la ‘crítica’ de los mecanismos de opresión, a la denuncia de las injusticias y al ‘trabajo de lo negativo’. Pero sí también a las propuestas ‘alternativas’, a las acciones positivas que instauran lo ‘nuevo’ y anuncian un futuro diferente.
7. Sí al ‘proyecto histórico’, al ‘programa político’ concreto que apunta hacia una ‘nueva sociedad’. Pero sítambién a las ‘utopías’, a los sueños de la ‘fantasía creadora’, a la búsqueda de una vida diferente, en fin, de ‘un mundo nuevo’.
8. Sí a la ‘lucha’, al trabajo, al esfuerzo para progresar, sí a la seriedad del compromiso. Y sí también a la ‘gratuidad’ tal como se manifiesta en el juego, en el tiempo libre, o simplemente, en la alegría de vivir.
9. Sí al ideal de ser ‘ciudadano’, de ser ‘militante’ y ‘luchador’, sí a quien se entrega lleno de entusiasmo y coraje a la causa de la humanización del mundo. Pero también sí a la figura del ‘animador’, del ‘compañero’, del ‘amigo’, en palabras sencillas, sí a quien es rico en humanidad, en libertad y en amor.
10. Sí a una concepción ‘analítica’ y científica de la sociedad y de sus estructuras económicas y políticas. Perosí también a la visión ‘sistémica’ y ‘holística’ de la realidad, vista como totalidad viva, integrada dialécticamente en sus varias dimensiones: personal, de género, social, ecológica, planetaria, cósmica y trascendente».

sábado, 4 de septiembre de 2010

Sueños de la Patria Grande

Mi sueño es construir un profesorado latinoamericano, donde se enseñen las historias de Nuestra América, la filosofía latinoamericana, la sociología de la Patria Grande y la pedagogía de Indoamérica...
Carla Wainsztok* / Para CON NUESTRA AMÉRICA

A los estudiantes que iluminan y alegran nuestras aulas, a los estudiantes de Nuestra América

Anoche tuve un sueño, golpearon a mi puerta, no lo podía creer: era Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar. Me dijo: - afuera llueve y hace mucho frío-, le dije – claro, pasa o pase - no lo recuerdo bien. Usaba un traje raído, un lazo en el cuello y sus anteojos sobre la frente. Cuenta la leyenda que cuando Don Simón no leía o escribía solía usar sus anteojos en la frente. Estaba preocupado porque en la Ciudad de Buenos Aires había encontrado muchas familias durmiendo en la calle. “Y pensar que yo quería incluir y formar en las Escuelas de la Patria a los cholitas y las cholitas que ruedan en la calle”. Y me dijo: “en los niños pobres está la Patria”.
En ese momento volvieron a tocar la puerta, era Paulo Freire. Le dije:
- Maestro, ¿quiere unos mates?
Me respondió: tudo bem con los matecinhos, pero vocé ¿no tem caipirinha?
Revisé y encontré, pero le consulté:
- ¿Qué hace por aquí un pedagogo como usted?
Me miro y respondió: - estuve leyendo y quise ver con mis propios ojos las nuevas experiencias pedagógicas que hoy recorren Nossa América-.
Sí, le dije, hay nuevas sensibilidades sociológicas y pedagógicas que se suman a sus “viejos discípulos” del MST, está el Mocase, el Mocafor, los bachilleratos populares, la inclusión de la educación descolonizadora en las constituciones de Bolivia y Ecuador, el Instituto de Formación Docente Jauretche e, incluso le dije algo de una tal Cátedra Libre Paulo Freire, que la armaron unos cumpas de un sindicato docente, que entre sus propósitos cuenta con incluir su perspectiva en las aulas. Hacer de las aulas toda una pedagogía de los/las oprimidos/as, llenas de esperanza y autonomía.
Nos sentamos con los dos maestros y vemos asomarse a José Martí, me dice: - oye chica, ¿puedo entrar? -Claro, le dije, estamos hablando de la pedagogía de Nuestra América, y me sonríe por lo de Nuestra América: -pensar que a ese texto lo escribí en 1891 y recién comenzó a circular alrededor de los años 20, en él decía que no existe la falsa dicotomía entre civilización y barbarie ¿les suena?, y que era preferible conocer Nuestra Grecia que la Grecia de los arcontes, además siempre creí que es necesario sembrar escuelas-.
- Beleza- dice Freire.
-Yo también creo que cuando ellos dicen civilización y progreso dicen colonialismo sostuvo- Rodríguez. Y les cuento que para mí existen tres tipos de colonialismo, la cultomanía, la traficomaía y la colonmanía, si hasta nos quieren traer maestros de Europa o Estados Unidos, ¿a quién se le puede ocurrir? ¿Saben cual es el resultado de la importación de maestros? ¿Que nuestros niños no tengan ni siquiera ganas de preguntar nada.
Entonces escuchamos ruidos, era Mariátegui, el Amauta: -Escuché colonización y no pude resistirme a entrar, a mí lo que más me preocupa es la colonización mental, yo estuve luchando allí en mi Perú por la Reforma Universitaria.
-¿Quiere unos mates José Carlos?-
- La verdad que tengo un hambre infinita, allá no se come muy bien-. ¿Allá dónde?, quise saber, y aunque no alcancé a escuchar su respuesta le preparé ají de gallina.
De pronto, ingresa a la cocina Saúl Taborda: - yo también participé en la Reforma Universitaria en la Argentina, en Córdoba, pero siempre dije que si la Reforma no integraba a la primaria y a la secundaria no tendría salida, y así fue, lamentablemente, en Argentina la Reforma Universitaria fue perdiendo su sentido original y es que lo que no quiso verse es que nuestro Estado era un Estado de importación-
Y Mariátegui agregó: - mi tarea era peruanizar el Perú y respecto a los maestros, yo tengo mucha fe en ellos, porque los mismos salen de la misma fila, de la misma clase social que sus estudiantes, en cambio los profesores universitarios qué va.
Ni bien terminó de decir estas palabras, cuando Jauretche se asomó a la charla. Si bien es cierto que saludó a cada uno de los presentes, se abrazó a Taborda de una manera especial: es que no se veían desde hacía mucho tiempo en Unquillo, Córdoba.
Don Arturo, le pregunté: -¿sabe que a los y las estudiantes de sociología les encanta el Manual de Zonceras, el poema Paso de los Libres y ni qué hablar de Los Profetas del Odio? Eso sí, le comenté, hay que tener mucho cuidado de los sociólogos de Medio Pelo que abundan. Parecen los viudos de Germani y Portantiero.
Jauretche nos dijo que el Manual de Zonceras era la continuidad de la Colonización Pedagógica, que al principio había escrito Los Profetas del Odio y luego incluyó La Yapa. La colonización pedagógica.
Les comenté a Jauretche y Freire que tenían muchos puntos en común, que tendríamos que organizar una jornada, una conferencia o una clase, y que se podría llamar: En busca de una pedagogía latinoamericana, pero que en verdad todos los presentes me honraban porque ellos eran los eslabones de la gran cadena del pensamiento y de la pedagogía latinoamericana.
Volvieron a golpear la puerta, miré a todos los presentes, no imaginé quién podía faltar, aunque no había que ser muy perspicaz para descubrir que no había otras mujeres en la reunión. Pero me equivoqué: no era Ana Lorenzo, era León Tolstoi, tenía mucho frío y nos dijo:- yo no nací por estos lares, ¿pero puedo participar? Y le respondí que, como en su cuento Pobres gentes, siempre había lugar para uno más. Además habíamos leído su propuesta educativa.
Jauretche frunció el ceño, y le contestó: - para ser un pensador de la Patria Grande no alcanza con haber nacido aquí, que no es un problema geográfico, sino que se trata de mirar desde aquí, partir desde un universal situado y luego llegar a conocer la humanidad. Pero que cuando los europeos o los yankees dicen universal, dicen nosotros los europeos o los norteamericanos-.
Bravo dijo Martí:- el tronco ha de ser Nuestra América, pero nadie sería capaz de negarse al arte, la filosofía, la literatura de otras latitudes, de hecho soy hijo de Canarias y de Valencias-.
Y humildemente agrego:- si los invito a ver mi clase de Filosofía no lo van a poder creer. Les pido a los estudiantes en la clase introductoria que me nombren filósofos y me suelen nombrar un equipo de fútbol europeo: Aristóteles al arco, en la defensa Platón, Hume y Kant, en el centro Descartes, Hobbes, Hegel, y adelante Marx, Foucault, Nietszche y Derrida. Ahora a nadie se le ocurre que existe la filosofía latinoamericana, ni la filosofía africana. Ni qué hablar de hacer el mismo ejercicio en la materia Pedagogía.
Proseguí: yo tengo un sueño -y eso me sonó extraño-, mi sueño es construir un profesorado latinoamericano, donde se enseñen las historias de Nuestra América, la filosofía latinoamericana, la sociología de la Patria Grande y la pedagogía de Indoamérica, los nombres no importan, lo que sí importa es que las primeras materias deberían comenzar desde nosotros, desde nuestros relatos, nuestros saberes y luego integrar los llamados conocimientos universales.
Paulo Freire, nos dijo:- ¿Y si nos reunimos prontito para discutir esto del profesorado latinoamericano? Nada más importante que formar a los docentes, por eso acepté en su momento ser Secretario de Educación del Estado de San Pablo.
Y dice Rodríguez: - las Escuelas de la Patria deben ser refundadas, el tiempo es el lugar de la acción-. Taborda nos mira y pregunta: - ¿De dónde han de salir los nuevos docentes, sino de la dialéctica entre tradición y revolución?- Los demás asienten y yo les cuento de Internet, de los mails y las nuevas formas de comunicarnos. Quedamos en escribirnos.
A la mañana siguiente no tenía muy claro que había sucedido, sólo que en la mesa de mi cocina había unos anteojos que no eran los míos.
* La autora es docente de la cátedra Teoría Social Latinoamericana, Facultad de Ciencias Sociales, UBA.

sábado, 28 de agosto de 2010

Nuestra América: Un encuentro antológico

La obra en común de Simón Bolívar y Simón Rodríguez es formar: en el caso del primero, la Patria Grande, la Confederación de Naciones; y en el caso de Rodríguez formar tiene una connotación pedagógica. Formar pueblos, formar hombres para la sociedad, formar maestros.
Carla Wainsztok* / NuestraAmérica.info
En 1824, Bolívar se entera que su “viejo maestro” Simón Rodríguez se encuentra en territorio de la América Meridional. Tal noticia lo llena de alegría y decide escribirle una carta: “¡Oh, mi maestro! ¡Oh mi amigo! Usted en Colombia, Usted en Bogotá y nada me ha dicho, nada me ha escrito. Sin duda es usted el hombre más extraordinario del mundo. (…) Usted, Maestro mío ¡cuánto debe haberme contemplado de cerca, aunque colocado a tan remota distancia! ¡Con qué avidez habrá seguido Usted mis pasos dirigidos muy anticipadamente por Usted mismo! Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que Usted me señaló (…) Sí, amigo querido: Usted está con nosotros. ¡Mil veces dichoso el día en que Usted pisó las playas de Colombia! Un sabio, un justo más, corona la frente de la erguida cabeza de Colombia. Yo desespero por saber qué designio, que destino tiene Usted. Sobre todo, mi impaciencia es mortal no pudiendo estrecharle en mis brazos: ya que no puedo yo volar hacia Usted, hágalo hacia mí (…) Amigo, si tan irresistibles atractivos no impulsan a Usted a un vuelo rápido hacia mí, ocurriré a un apetito más fuerte. La amistad invoco”.
En Perú en 1825, se encuentran el maestro y su discípulo. Un testigo relata el amoroso acontecimiento: “yo vi al humilde pedagogo desmontarse a las puertas del palacio dictatorial, y en vez del brusco rechazo que acaso temía el centinela, halló la afectuosa recepción del amigo, con el debido respeto a sus canas y su antigua amistad. Bolívar lo abrazo con filial cariño y le trató con una amabilidad que revelaba la bondad de un corazón que la prosperidad no había logrado corromper. Rodríguez era un hombre de carácter excéntrico, no solamente instruido sino sabio, tenía el conocimiento perfecto del mundo, que sólo se adquiere con el constante trato de los hombres”.
Dos años más tarde Rodríguez envía otra carta dirigida a Bolívar: “que usted haya abrazado una profesión y yo otra, hace una diferencia de ejercicio, no de obra”.
La obra en común es formar: en el caso de Bolívar, la Patria Grande, la Confederación de Naciones; y en el caso de Rodríguez formar tiene una connotación pedagógica. Formar pueblos, formar hombres para la sociedad, formar maestros.
Entonces formar es lo contrario de imitar, de copiar. Formar como un obrar propio. Dos ideas de Rodríguez al respecto: “inventamos o erramos” y “adoptar adaptar”.
A diferencia de la gran mayoría de los pedagogos europeos, Rodríguez sostiene: “en los niños pobres está la Patria”, por lo tanto el proyecto pedagógico es sin duda de Educación Popular. Y a diferencia de otros pedagogos, no cree que haya niños educables y no educables, además de confiar en la educación de adultos.
Su proyecto es una escuela donde se reúnan trabajo y educación. En Lacatunga funda un colegio donde se ha de enseñar Castellano, Quichua, Física, Química, Historia Natural y se establecerán dos fábricas una de loza y otra de vidrio, además de maestranzas de albañilería, carpintería y herrería.
Pero además su gran preocupación es leer, ya que Patria y Gramática constituyen una unidad. Formar la Patria requería formar la lengua.
Afirma Rodríguez que los niños y las niñas deben leer mejor que sus padres y sus abuelos porque ellos serán plenipotenciarios, los jueces, los gobernantes, los presidentes.
Leer a su vez es un acto filosófico, que no se limita a la interpretación sino a la comprensión en el sentido humanista y filológico de la palabra. Leer es compartir el relato, la leyenda.
Maestro y discípulo no estuvieron de acuerdo en todo, tuvieron un gran desencuentro sobre el método para enseñar. Bolívar, preocupado por la falta de maestros y de recursos, además de llamar a su lado a Rodríguez, invitó a Lancaster (creador de un método de enseñanza que se basaba en los monitores) a Venezuela. Rodríguez, quien sostenía “que el tiempo es el lugar de la acción”, detestaba a Lancaster y sus catecismitos. Para Rodríguez, el tiempo de la formación era distinto al tiempo de lo coyuntural, sin embargo no dudó en escribir a favor de su discípulo.
En 1830, año de la muerte del Libertador, Rodríguez publica una obra que había escrito en 1828 que se conoce como “Defensa de Bolívar”.
Para el filósofo Castoriadis no es correcto que haya filósofos legitimadores, el filósofo debe ser siempre un tábano, un crítico, esto abre un gran interrogante respecto al lugar del pensador, del escritor, del filósofo. ¿Qué hacer cuando el proyecto de la Patria Grande se disuelve en internas, como las que acontecieron luego de 1826, y prevalecen las patrias chicas?
A Bolívar le gustaba afirmar: “la Patria es América”. Hoy en Venezuela los nombres de Simón y Simoncito, es decir los nombres del maestro de Bolívar, están asociados a las misiones de alfabetización y post alfabetización.
El maestro y su discípulo cabalgan por la América Meridional.
*Profesora de la materia Teoría Social Latinoamericana, Universidad de Buenos Aires

sábado, 19 de junio de 2010

Enseñar y conocer Nuestra América

En tiempos de galerías de patriotas latinoamericanos, nos proponemos reflexionar sobre la pedagogía de Nuestra América, ¿existe la pedagogía latinoamericana? ¿hay una filosofía latinoamericana? Convidamos con este texto para que el lector, la lectora descubra este maravilloso mundo, de historias recuperadas, de relatos propios y apropiados. Ya que la colonización no es sólo económica sino también cultural, por lo tanto también lo debe ser la descolonización.
Carla Wainsztok / NuestraAmérica.info
(Fotografía: Paulo Freire, educador popular brasileño)
1: El tiempo es el lugar de la acción (Simón Rodríguez 1771- 1854)
En una carta de Rodríguez a Bolívar, fechada el 30 de septiembre de 1827, el viejo maestro le escribe a su discípulo: “Que usted haya abrazado una profesión y yo otra, hace una diferencia de ejercicio, no de obra.”( Rumazo González, 1988: 72)
La obra en común es formar. En el caso de Bolívar la Patria Grande, la Confederación de Naciones: “Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Nuevo Mundo una sola nación con un solo vinculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes estados que hayan de formarse, mas no es posible, porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes dividen a la América. ¡Qué bello sería que el istmo de Panamá fuera para nosotros lo que el Corintio para los griegos!” (Bolívar, 1990: 81)
En el caso de Rodríguez formar tiene una connotación pedagógica, que la referencia con la Paideia entre los griegos y la Bildung entre los alemanes. Sin embargo no se trata de repetir modelos sino de crear una nueva formación en Nuestra América.
“El maestro de niños debe ser sabio, ilustrado, filósofo i comunicativo, porque su oficio es formar hombres para la sociedad (Rodríguez, Tomo II 1988:541).
El proyecto político- pedagógico de Rodríguez es la educación popular “no nos alucinemos sin Educación popular, no habrá verdadera Sociedad” (Rodríguez, Tomo I 1988: 333). Educación popular que no es otra que un “estado educador” (Roig, 1976: 179). Frente a las escuelas de la colonia, escuelas para la Patria, escuelas para las “Nuevas Repúblicas” (Rodríguez, Tomo I 1988: 333) Es responsabilidad que el gobierno “Establezca una Escuela en que se enseñe lógica, Idioma y Cálculo” (Rodríguez, Tomo I 1988: 401)
Los diferentes ensayos pedagógicos de Rodríguez, consistieron no en formar individuos, ciudadanos, “Emilios” sino en “educar pueblos que se erijan en naciones (…) la instrucción debe ser nacional” (Rodríguez, Tomo II 1988: 108). Rodríguez supera a Rousseau y a Pestalozzi: “Nada importa tanto como el tener Pueblo: formarlo debe ser la única ocupación de los que se apersonan por la causa social” (Rodríguez, Tomo I 1988: 283). Tener pueblo es formar a los niños, ya que “en los niños pobres (…) está la Patria” (Rodríguez, Tomo I 1988: 286). “Esto es los cholitos y las cholitas que ruedan en las calles” (Rodríguez, Tomo II 1988: 517), pero también a los adultos.
“Porque, en vida de Bolívar pude ser lo que hubiera querido, sin salir de la esfera de mis aptitudes. Lo único que le pedí fue que se me entregaran, de los Cholos los más pobres, los más despreciados, para irme con ellos a los desiertos del Alto Perú” (Rodríguez, Tomo I 1988: 255) LEER MÁS...

sábado, 2 de enero de 2010

América Latina: “Un continente con voz y soluciones propias”

Una entrevista del diario argentino Página/12 con Maria Valeria Rezende, escritora y educadora brasileña y que participó con Paulo Freire en el movimiento de educación y alfabetización de Brasil, abortado por la dictadura y retomado en múltiples formas con el regreso de la democracia.
Pablo Donadio / Página12
"Es una maravilla Latinoamérica. Tú no sabes", dice Valeria (así le gusta que la llamen) mientras enciende uno de los pocos cigarros brasileños que le quedan. “Este vicio che, es casi como el que tengo por la enseñanza. No los puedo dejar a ninguno de los dos”, afirma en perfecto portuñol no bien se hace un rato para la charla. No es la primera vez que la escritora y educadora popular del Nordeste brasileño llega al país: sus colaboraciones han sido claves para el proyecto local del Colectivo Ciudadanía, una iniciativa que involucra a organizaciones sociales, grupos y movimientos provinciales de Buenos Aires, Catamarca, Chaco, Formosa, Jujuy, La Rioja, Mendoza, Misiones, Salta, Santa Fe, Santiago del Estero y Tucumán, que trabajan en articulación con ámbitos estatales para promover políticas públicas democráticas, con especial énfasis en cuestiones de género, tierra y distribución de la riqueza.
–¿Qué le ha enseñado la educación popular?
–"Creo que me ha transformado en algo así como un experimento histórico de 67 años (risas). Este camino no sólo me ha permitido conocer los pueblos más diversos, se ha transformado para mí en un sendero de esperanza, porque como nos decía (Paulo) Freire, le enseñanza se apoya tanto en la importancia de las técnicas de formación como en los sueños. El acto educativo de aprender/enseñar lleva consigo una acción compartida. Por eso cuando me asaltan las dudas y los desánimos, tengo la certeza de que soy yo quien no ve la salida, y allí recurro a los compañeros. El aprendizaje y la creación no es un proceso individual del genio encerrado en su oficina produciendo un pensamiento iluminador para toda la humanidad. Es un resultado de un proceso colectivo. Ese poner en común es hacer de la sociedad humana, fuera de la cual no podemos vivir, un medio más vivible y no sencillamente sobrevivible".
–¿Cómo fue su relación con Paulo Freire?
–"Conocí a Freire en Río de Janeiro en 1963, antes del golpe. Yo participaba en las movilizaciones estudiantiles, y él vino a dirigir el Plan Nacional de Alfabetización, en el que también participaban varios de mis amigos. Allí me sumé, pero cuando los militares abortaron el plan, Freire se exilió en Chile. En el ’69 viajé a hacer un curso con él por tres meses, cuando retomaba el desarrollo de su metodología en el Instituto de Reforma Agraria chilena, todavía bajo el gobierno de Frei. Pero la ola golpista también llegó allí, y entonces partió a Europa, por lo que nuestra relación siguió de manera informal, aunque en cada viaje que yo hacía trataba de encontrarlo. En los años ’70 y ’80 seguí trabajando en el interior del Nordeste en esa línea que nos había inculcado, y nuestra experiencia en el Movimiento Popular de Alfabetización en Guarabira fue una de las primeras que él fue a visitar cuando volvió del exilio: llegó de sorpresa y nos dio una emoción muy fuerte. Después nos encontramos algunas veces, sobre todo cuando estaba en la Secretaría de Educación de San Pablo, donde creó el MOVA, otro movimiento popular que articulaba las iniciativas de base con el trabajo de la Alcaldía".
–¿Se ponía en práctica la educación como otra forma de militancia?
–"Encontrarme e intercambiar ideas con Freire siempre me ha reafirmado la importancia fundamental de la educación como quehacer político. Como una certeza de que hay que seguir adelante sin desistir nunca, y que no hay, o no debe haber, contradicción entre la acción política y el ser cuidado".

Rezende empezó tempranamente su camino de militancia, y en 1965 ingresó a la congregación Canónigas de San Agustín, desde donde ejerció una gran labor social, especialmente en la erradicación del analfabetismo. Sus trabajos en comunidades de la periferia de San Pablo y con la sindical clandestina de obreros metalúrgicos, se conjugaron con el exilio en 1971, cuando partió a trabajar a distintos países, algunos por más desafiantes por idioma, costumbres e historia, como Argelia, China y el Timor Oriental. De paso por EE.UU., México y Europa, su regreso a Brasil se basó en la formación social de comunidades de Guarabira, y vivió en ese entorno rural hasta 1986, cuando se trasladó a Joao Pessoa, capital de Paraíba, donde actualmente vive. Al año siguiente fundó la Escuela de Formación Quilombo dos Palmares (Equip), abierta a educadores populares de los nueve estados del Nordeste brasileño.
–¿Pese a lo ocurrido en Honduras, cree que estamos aprendiendo a defender “lo nuestro” como región?
–Pienso que sí, pero todavía estamos en la edad de piedra respecto de la convivencia social. Tenemos que caminar muchísimo. La sociedad es tan compleja y su movimiento, cambios e intercambios, no los vamos a comprender si no seguimos caminando con la palabra de todo el pueblo. Y eso no es un acto de concesión paternalista a pobres, a menos escolarizados, o a la masa popular. Es un deber. En Latinoamérica hubo olas de movilización popular masiva, en general catalizadas por un liderazgo carismático, y se han hecho algunas cosas importantes en la historia de nuestros pueblos. Pero la permanencia de esas políticas tuvo cierta dificultad, ya que no había un tejido estable de organización, de expresiones diversas y autoconscientes de los distintos intereses populares. Entre la masa y el líder faltaba algo. En estos últimos años, a veces lenta y hasta brutalmente, se ha ido construyendo una red múltiple de formas de organización y saberes populares que sembraron una gran semilla en muchos países. Los líderes carismáticos siguen existiendo, pero son la punta de lanza de un proceso más amplio y, en general, la iniciativa les pertenece ahora a los pueblos. Hay excepciones, pero la Bolivia de Evo Morales, por ejemplo, es un gran Norte en este sentido.
–Sin embargo, y producto de algunos acontecimientos recientes, hay quienes señalan que estos son logros fragmentados, aislados.
–La fragmentación, como la diversidad, existe. Y puede ser un problema si no se sabe articular los distintos espacios. Pero tiene algo muy positivo: su fuerza. No puede aplastarse cortando una cabeza aquí y otra allá. Es un cuerpo amplio, protético, con muchas cabezas.
–No han muerto las utopías entonces.
–Claro que no. Los que afirman que han muerto porque no se han podido realizar cometen un gran engaño. Las utopías no son la meta, sino una suerte de Cruz del Sur como tenían los navegantes del siglo XVI. Algo así como una referencia para evaluar los avances y las correcciones del rumbo, pero para llegar a algún puerto concreto, no a la estrella. Creo que es bueno recuperar este sentido de la utopía, y así como las estrellas tienen intermitencias, las utopías pueden reformularse, pero jamás las perderemos de vista.
–¿Se puede decir que está cerrado el “patio trasero” del imperialismo?
–No soy especialista en política, pero sé, he visto, que están pasando cosas nuevas, interesantes, en nuestra región: insisto con Morales en Bolivia, algunas acciones de Chávez en Venezuela, y hasta los procesos brasileños y argentinos han tenido sus avances y retrocesos, pero han sabido construir un camino legítimo y soberano en su andar. Sí sé con íntima certeza, que hoy tenemos como nunca en la historia –después de los intentos integradores del tiempo de las luchas por independencia en el XIX– posibilidades reales de reaccionar, de planificar y de actuar en conjunto. Y de hacerlo como un continente con voz y soluciones propias. Me parece que la presencia de presidentes latinoamericanos en el Forum Social Mundial en Belém, así como en otros espacios de diálogo común, es una señal simbólica muy fuerte. Por primera vez los representantes máximos de varios Estados, elegidos por voto popular, se muestran en conjunto fuera de sus palacios y van a buscar el contacto directo, la participación en terreno de la ciudadanía activa, con movimientos sociales populares que han construido caminos conjuntos. ¿Podría estar pasando esto en otro continente hoy?
–¿Alcanza con eso?
–Depende para qué. Si se quiere cambiar la historia habrá que sumar el trabajo cotidiano, paciente y omnipresente de la formación de las personas, individualmente y en colectivos concretos y responsables. Y habrá que dejar algunos egoísmos de lado. A veces sucede que queremos actuar, pero a condición de que seamos nosotros las estrellas del espectáculo, aunque sea en un teatrito de aldea. En el gran teatro de la historia no hay posibilidad del espectáculo de un solo hombre. Ahí somos mucho más necesarios y numerosos los que actuamos en los bastidores. Sin eso, que para mí es parte de un trabajo incansable de educación popular sobre lo crítico-político, lo ético, técnico y cultural, de nada sirven los encuentros, los planes, las declaraciones. La crisis del capitalismo –y creo que ésta es la más pura y característica de la historia, sin que pueda atribuírsela a nada más que la aplicación sin límites de sus dogmas– nos da argumentos y abre espacios a lo nuevo. Por eso debemos continuar en este camino que exige pasar de nuestros pequeños experimentos de organizaciones sociales, a la arriesgada versión macro. Ahí habrá impurezas y cosas fuera de control, pero las consecuencias serán más importantes para nuestros pueblos.
–¿Y esa articulación entre organizaciones y Estado tiene fecha de vencimiento?
–Las organizaciones sociales deben valorar su autonomía frente a los aparatos de gobierno, pero frente al Estado (si éste es una expresión de los intereses del conjunto) no sé si la distancia debe ser tal. Hay que estar atento y no transformarse en meras correas de transmisión de la política o los intereses de grupos gobernantes, estén o no en el poder. Y de eso Argentina sabe mucho. Si estamos pensando en un Estado como herramienta de realización en manos de un pueblo organizado y articulado a través de sus organizaciones, es otra cosa. Lo que dure dependerá de los objetivos conjuntos, porque también las organizaciones pueden pasar a ser aparatos vacíos y ya no la expresión legítima de una necesidad del pueblo.
–¿La escritura ha sido otra forma de militancia para usted?
–Lo veo como una consecuencia. Mis cuentos y novelas son una ficción que se ha ido armando como un hilo de costura de otras historias, a veces silenciosas, pero nunca opacas. Recién cuando me hice lectora de mí misma me di cuenta de que decía cosas importantes respecto de esa experiencia, y de que el saber está por todas partes y en cada persona. Como educadora popular tengo la absoluta convicción, confirmada miles de veces por la práctica, de que los conocimientos más importantes que tenemos que construir, y las transformaciones más importantes para cambiar la sociedad, salen de la experiencia procesada de la gente. Los libros, los míos y los de todos, no son anteriores a la vida. El gran desafió, tanto para los militantes políticos como para nosotros los educadores populares, es pasar en política del “arte por el arte” a lo que, con todo el riesgo de errar, sea el “arte para las masas”.