Las probabilidades de que Sudamérica se configure como región provista de peso propio en el escenario internacional crecen en la medida en que Argentina y Brasil se aproximen a configurarse en una ecuación propia... El imperialismo, a su vez, no se va a quedar quieto.
Enrique Lacolla / Noticias del Sur
El viaje de la presidenta Cristina Fernández a Brasilia con ocasión de los festejos del Día de la Independencia del país hermano, suministró la ocasión de airear una serie de acuerdos muy importantes y asimismo para revelar, de parte del presidente brasileño, que el Senado de su país está listo para aprobar la incorporación de Venezuela como socio pleno al Mercosur, una medida a la que la cámara alta de Brasilia se resistía empeñosamente desde hace ya varios años.
El establecimiento de un eje Caracas-Brasilia-Buenos Aires puede ser un formidable punto de partida para la consecución de una gran Sudamérica capaz de establecerse como un factor de peso en el escenario internacional. No tanto para litigar dentro de él, como para poder escapar a los torbellinos día a día más peligrosos que lo recorren, optando por el desarrollo dentro de sus propios límites, que le permita mejor defenderse y mejor interactuar en la corriente de una globalización que, hasta aquí, discurre de acuerdo al interés y el dictado de las grandes potencias.
El establecimiento de un eje Caracas-Brasilia-Buenos Aires puede ser un formidable punto de partida para la consecución de una gran Sudamérica capaz de establecerse como un factor de peso en el escenario internacional. No tanto para litigar dentro de él, como para poder escapar a los torbellinos día a día más peligrosos que lo recorren, optando por el desarrollo dentro de sus propios límites, que le permita mejor defenderse y mejor interactuar en la corriente de una globalización que, hasta aquí, discurre de acuerdo al interés y el dictado de las grandes potencias.
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