Brasil se radicaliza. Prueba de ello es el apoyo, que no supo dar Obama, a Manuel Zelaya. Si el Comando Sur se posiciona en la Amazonía, zona históricamente estratégica para Brasil y sus Fuerzas Armadas, pues, quizás llegó el momento de que Brasil le haga cosquillas al tradicional patio trasero de la Casa Blanca: América Central, y Honduras en particular.
Siempre he insistido en que la subhegemonía brasileña es peligrosa. El comportamiento de las multinacionales brasileñas no siempre es muy distinto del de sus pares del norte e Itamaraty ha tendido, en ocasiones, a defender a dudosos capitalistas criollos. También es preocupante esta visión de ascenso al club de los poderosos. Brasil puede argumentar que los países emergentes del BRIC han permitido que el G8 se amplíe al G20, y que su posible asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU vuelva más democrático a un consejo todavía anclado en el orden mundial de 1945. Pero a la final, si el Consejo de Seguridad pasa de 5 a 10 o 20 miembros permanentes, no dejará de ser un órgano que impida la soberanía parlamentaria de una Asamblea General hasta ahora sin votación vinculante.
Por otro lado, también se debe reconocer que en estos últimos días, Brasil ha dado pasos muy importantes hacia un mayor compromiso con “el sur”. Lula acaba de hacer declaraciones muy fuertes sobre la culpabilidad de los países “del norte” en la crisis actual, destacando lo paradójico que fueron los cuantiosos recursos gastados para mantener a flote a la economía global por parte de Estados que nunca tuvieron que haber abandonado su papel regulador. Brasil ha vuelto, además, a comprometerse con su vecindario inmediato. Sin duda, jugó un papel importante el torpe acuerdo militar entre EE.UU. y Colombia, verdadera provocación al Palacio del Planalto. Además, la intransigencia del Gobierno colombiano en la reciente cumbre de cancilleres y ministros de Defensa en Quito, una vez apagadas las cámaras, marcó un alejamiento importante entre Brasil y Colombia, y ahondó las crecientes discrepancias entre Brasil y EE.UU.
Lula, como muchos, esperaba de Obama cambios más sustanciales. Pero el tema de los subsidios agrarios, del embargo a Cuba, así como el acuerdo de las 7 bases y el regreso de la IV flota a aguas latinoamericanas, demuestran poco compromiso por parte de la Casa Blanca con el cambio prometido.
Brasil, entonces, se radicaliza. Prueba de ello es el apoyo, que no supo dar Obama, a Manuel Zelaya. Si el Comando Sur se posiciona en la Amazonía, zona históricamente estratégica para Brasil y sus Fuerzas Armadas, pues, quizás llegó el momento de que Brasil le haga cosquillas al tradicional patio trasero de la Casa Blanca: América Central, y Honduras en particular.
Para Ecuador, la creciente firmeza de Brasil es buena noticia. Resulta claro que Ecuador no puede poner todos sus huevos en la canasta brasileña, una potencia emergente que, a la final, aspira a jugar un papel de liderazgo en un sistema internacional poco democrático. De allí la necesidad de articular una doble estrategia. Por un lado, desde su membresía al ALBA, Ecuador debe promover un cambio radical en la arquitectura financiera, legal e institucional internacional, a largo plazo. Por otro lado, desde la presidencia pro-témpore de la UNASUR, Ecuador debe contribuir a la resistencia puntual, en la cual Brasil juega un rol importante, al Monroísmo de los EE.UU. Es de celebrar en este sentido la creciente cercanía entre Quito y Brasilia, síntoma de que las dos estrategias no tienen por qué ser incompatibles.
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