Hoy empezamos a entender que el desarrollo sostenible no es el crecimiento económico con preocupaciones ambientales, sino el camino hacia la creación de sociedades nuevas, capaces de ejercer en sus relaciones con la naturaleza la armonía que caracterice a las relaciones de sus integrantes entre sí, y con el resto de sus semejantes.
Para Carlos Galano, al Sur
I. Desarrollo
Todavía es frecuente encontrar quien piensa, del modo más sincero, que el desarrollo sostenible es aquel que combina el crecimiento económico con la protección de la naturaleza, por contraste con el dominante, que despilfarra recursos, contamina el entorno y depende de la desigualdad social para disminuir sus costos e incrementar sus ganancias. Hay algo de verdad en eso, sin duda, pero no está allí toda la verdad.
Y es que, en efecto, el mayor de los desafíos que encara el desarrollo sostenible sigue siendo de orden conceptual. En este terreno, las Humanidades nos ayudan a entender mejor este desafío a partir de la comprensión del papel a menudo insospechado que desempeñan las metáforas en la formación y las transformaciones de la cultura, entendida como una concepción del mundo dotada de una ética acorde a su estructura. Aquí, decía Antonio Gramsci, ocurre que:
Cuando de una concepción se pasa a otra, el lenguaje precedente permanece, pero se usa metafóricamente. Todo el lenguaje se ha convertido en una metáfora y la historia de la semántica es también un aspecto de la historia de la cultura: el lenguaje es una cosa viva y al mismo tiempo un museo de fósiles de una vida pasada.[1]
La metáfora, en efecto, posee la capacidad de combinar simultáneamente múltiples significados no excluyentes entre sí, para aludir a aquellos factores de incertidumbre que nutren las situaciones de malestar en la cultura, y facilitar así el paso de la intuición a la certeza, y de ésta a la acción humana. En esta tarea, la metáfora apela a menudo a intercambios de muy diverso orden entre campos distintos de la cultura y el conocimiento.
Así, la comprensión básica de nuestras relaciones con el mundo natural se facilita al tomar en préstamo una relación sociocultural para aludir a la naturaleza como una madre generosa que trabaja para sostener a sus hijos, pero que puede también someterlos a duro castigo si abusan de ella. Y, a la inversa, la noción de desarrollo – heredera de las de civilización y progreso, y de los fósiles correspondientes a la vida pasada de la que surgieron - opera a partir de una apropiación metafórica, por parte de la economía y las ciencias sociales, de un concepto proveniente de la biología, que designa el proceso de formación, maduración y muerte de los organismos vivientes.
La metáfora, sin embargo, alude y elude a un tiempo el sentido más profundo de aquello que señala. Así, el desarrollo sostenible alude al agotamiento de aquella visión del mundo que, entre las década de 1950 y 1970, sintetizó en el desarrollo (sin adjetivos) la esperanza de que el progreso técnico y sus frutos llegaran a toda la Humanidad, pero elude al mismo tiempo referir ese concepto a las condiciones históricas que le dieron forma. Leer más...
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