Hay demasiadas luces rojas encendidas como para no estar alerta, al menos
como para no oponerse con el voto a la apropiación desmesurada, al colonialismo
desembozado.
Roberto Utrero Guerra / Especial
para Con Nuestra América
Desde
Mendoza, Argentina
Morochos argentinos, antiguos reyes del tango y de París,
siempre estamos volviendo sobre lo mismo, aunque los fanáticos de los globos
amarillos lo nieguen y desde la oposición lo neguemos a sabiendas que cada
hecho de la historia es diferente, único e irrepetible, pero que en la línea
secuencial de las tendencias, hay una recurrencia perversa jamás reconocida por
los responsables del gobierno. Girar en torno al árbol, mordernos el rabo,
soltarlo de dolor y volver de nuevo en ese círculo del eterno retorno, como una
maldición de un destino impuesto por los poderosos. Poderosos que detrás de sus
sonrisas esconden sus demasiado evidentes y aviesas intensiones.
Esa contradicción inmanente, negada en cada discurso y
reafirmada en cada acción, les encoleriza cuando se los compara con los
gobiernos conservadores que precedieron a la democracia popular de comienzos
del siglo pasado, con el autoritarismo de los golpes militares o los gobiernos
neoliberales de Menem o De la Rúa.
Les irrita que se hable de dictadura y esto debemos
sostenerlo enfáticamente, no estamos en una dictadura, aunque ejerzan la
prepotencia y el uso de las fuerzas de seguridad se empleen como fuerzas de
choque, se repriman las manifestaciones y no se respeten los derechos
adquiridos.
Se ofenden si se los alinea con el pasado, justamente
porque ellos, en su desenfrenada escalada de poder y seducción siempre se han
querido identificar con el futuro, de allí que apuntaron todas sus baterías a
introducir en la mente de la población la mágica palabra “cambio” – término
epifánico empleado y extendido en todos los partidos neoliberales que, desde
México al Sur, fueron destruyendo los derechos de las multitudes, favoreciendo
a los poderosos –, y que encandiló a oprimidos, pobres, desclasados,
clasemedieros, aunque nunca jamás a los ricos que sí sabían lo que votaban.
La exhortación desenfrenada al futuro implica la
construcción de una muralla gigantesca sobre un presente negro que, como la
ilusión de un nuevo día, la luz de la alborada sepulta los horrores de la
noche. Un magnífico edificio de desinformación y estupideces construido desde
los medios que ocultan y blindan la oscura realidad y que sólo un mínimo
discernimiento personal bastaría para desbaratarlo.
Frente a la crítica situación económica y financiera,
Artemio López, Director de la Consultora Equis, se pregunta ¿cuál es la
eficacia de la economía en la elección del voto? Visto el resultado de las PASO y las próximas
elecciones del 22 de este mes: “La experiencia indica que en nuestro país, al
menos desde mediados de la década de los 70, en cuanto al modelo socioeconómico
dominante y sus consecuencias, casi todo ha pasado antes y casi todo volverá a
pasar, aunque los problemas se manifiesten de diferentes formas. Y que nadie
recordará lo sucedido y mucho menos memoria habrá cuando se trata de procesos
socio económicos y comportamiento financiero.”
Se fundamenta en lo expresado por el economista
canadiense John Kenneth Galbraith, en Breve historia de la euforia financiera,
donde advierte sobre el comportamiento de las personas ante los quiebres de la
economía, sobre todo luego del crack de 1929 : “En consecuencia, el desastre se
olvida rápidamente. Cuando vuelven a darse las mismas circunstancias u otras
muy parecidas, a veces con pocos años de diferencia, aquéllas son saludadas por
una nueva generación a menudo plena de juventud, y siempre con una enorme
confianza en sí misma, como un descubrimiento innovador en el mundo financiero
y, más ampliamente, en el económico. Debe haber pocos ámbitos de la actividad
humana en los que la historia cuente tan poco como en el ámbito de las
finanzas.”
Sin embargo, las experiencias anteriores se incubaron en
períodos más largos en donde la sociedad, aunque desinformada o manipulada como
siempre, fue advirtiendo como se le abría el piso a sus pies al cabo de más
años, nunca tan precipitadamente como ahora.
Nunca creció tan rápidamente la deuda externa y sus
consecuencias caerán de manera tan abrupta sobre la población. La liberación de
los combustibles, las tarifas de los servicios, la profundización del ajuste y
los recortes al gasto social, como la restricción al hospital público con el
nuevo programa puesto en marcha esta semana y alentado por los grandes
laboratorios, la Cobertura Universal de Salud CUS, un avance que intenta
asimilarse al sistema de salud estadounidense.
Hay demasiadas luces rojas encendidas como para no estar
alerta, al menos como para no oponerse con el voto a la apropiación
desmesurada, al colonialismo desembozado. Cuestión que las adormecidas
multitudes, desencantadas y prisioneras por la lucha cotidiana por sobrevivir,
pueda que no las adviertan, como tampoco sean conscientes de esa recurrencia
obsesiva que arrastra al sometimiento y la esclavitud.
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